Portada de La piel de la ternera de Otoniel Natarén
La piel de la ternera es el segundo poemario de la editorial Mimalapalabra, el primero publicado por Otoniel Natarén (El Progreso, Yoro. 1975).
Comparto con Otoniel desde hace varios años, aparte de los cafés, las cervezas y la amistad, muchas conversaciones que me hicieron entender que a pesar de su trabajo silencioso era un poeta que fraguaba en su obra algo importante y valioso, un libro de calidad y gran valor para la poesía de hondureña.
Nada más me queda invitarlos a adquirir el poemario de Otoniel en Librería Caminante en el barrio Guamilito y en Metronova del Citi Mall y, sobre todo, a conocer la piel de esa bovina irreverente. Para mi amigo mis felicitaciones por su publicación. (Nos vemos un día de estos donde Meche para el brindis, o mejor donde haya buenas ubres. Ahora que tenemos Corral y tenemos Ternera...)
A continuación les dejo tres poemas, nada más, para no gastar el poemario, como muestra de la obra de Otoniel Natarén.
LAURETTA
Para escuchar esas canciones fue que ella subió;
para ver los techos de la ciudad, en la noche.
Todo el apasionamiento se grabó en las escaleras y
los vitrales.
Después llevó sus muebles,
les sacudió el polvo, y se instaló... para esperarlo.
Le dijo, ¡adiós!, con las cortinas blancas;
ella hizo la cena;
ella gritaba a todos desde el balcón, diciendo:
aquí estoy, esta es mi casa, la sala toda, hasta la
cocina,
y mostraba complacida sus prodigiosos pasteles.
Ella elevó a todos en el humillo de su marihuana.
Todos se encargaron de matarla
por cuanto ella pudiere haber matado desde sus
barandas;
él se demoraba,
ella rompió los calderos
y lanzó los guisos por la ventana.
Mañana volverá a levantarse,
y volverá el hambre;
toda la obsesión desprendida de los vitrales.
(Para aprenderse aquellas canciones
fue que ella subió).
Todos se prometieron cantearla.
(Ella creyó en las luces).
La ciudad callaba… mientras amontonaba
las piedras.
A CASA REGRESAN LOS GUAPOS
A mis inmortales tutoras de Letras
A mis inmortales tutoras de Letras
Abajo, en las verdes estampas;
bajo la gruesa tapa está el membrete,
el sello,
la fascinante tumba que dio vida a sus voces,
para despertar un día,
juntos,
señor y señora.
Aunque los hombrunos brazos…
“Yo soy la Dulcinea, la del Toboso,
donde ciertamente esperamos
a tan alto caballero”.
LA PIEL DE LA TERNERA
Aquí comienza el libro,
los llamados de la piel;
de aquel encierro,
de aquella mujer;
el mismo deseo, el mismo encadenamiento,
cual si la bestia fuera,
cual si la bestia es,
donde desbocan los caballos.
Dios nos ampare a todos.
Dios se apiade cuando se frunza nuestra madera
y sólo el libro sobreviva.
Vayamos todos los demolidos,
los crápulas,
a reconocernos en nuestros cerrojos,
con las ventanas abiertas de nuestras almas
libertinas.
Vayamos a ser verdaderamente hipócritas
puesto que nada nos conmueve,
y trotamos el mundo, fementidos y rufianes.
Pero, algo guardamos del abandono;
porque algo nos conmovía;
algo nos llenaba de las ternuras,
y aunque, arrojados del seno,
alguna verdad se nos presentó amable,
para cumplir los días,
para tocar sus trompetas,
con nuestras supremas pieles en los supremos
pabellones,
cuando la voz le cante,
a ella carnal, sufriente, corruptible;
blanca y verdadera.
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