domingo, 31 de octubre de 2010

Día de Muertos

Decoraciones en forma de calaveras para festejar el día de Muertos

Me parece doloroso, irónico, ilógico, intolerante y vergonzoso celebrar el día de Muertos en medio de esa cantidad de personas que son asesinadas a diario en el país. Me refiero no sólo a lo sucedido ayer sábado 30 de octubre cuando fueron abatidas 14 personas o la masacre de hace unos días donde fueron asesinadas 18 personas en un taller de zapatería.
El día de Muertos -entre el 1 y 2 de noviembre de cada año y una celebración de la cual existen registros prehispánicos de su realización- es sin duda una de las pocas tradiciones que nos legaron nuestros antepasados mayas y que se conserva aún en algunas regiones remotas del país, y tiene como intención primordial rendir tributo a los seres queridos que se han ido de nuestro mundo por alguna razón, en especial por el hecho individual y obligatorio de cada persona de morirse y ahora con mayor frecuencia por la intolerancia humana.
Y digo que es irónico, ilógico, intolerante y vergonzoso por el dolor que nos deja la muerte, pero no la muerte natural, sino la provocada, la forzada, la enmascarada, la cobarde.

viernes, 8 de octubre de 2010

Vargas Llosa: el fuego intelectual

Mario Vargas Llosa. Premio Nobel de Literatura 2010

El colombiano Héctor Abad Faciolince nos cuenta las virtudes del este maestro peruano de la Lengua Española Premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa.

Mario Vargas Llosa, aunque ya no sea, como hasta hace muy poco, un trotador empedernido, es un setentón juvenil, de mente y de cuerpo. Si un signo claro de la vejez son la rigidez y el estancamiento de las ideas, Vargas Llosa no ha envejecido. Si el signo más claro de la frescura del pensamiento es, por el contrario, la curiosidad y la capacidad de poner en duda las propias creencias, con una mente abierta, entonces Vargas Llosa es un señor de 73 años que más parece un joven de 37.

No es un traidor a la causa, como lo ha visto la extrema izquierda, sino un hombre fiel –por encima de todo- a unas cuantas convicciones: la de la libertad del individuo, la del rechazo a la coerción por parte del Estado, la del rechazo feroz a las dictaduras, sean estas de izquierda o de derecha. Políticamente nunca estuvo con Cortázar, para quien no eran lo mismo los crímenes de la izquierda que los de la derecha, ni con Borges, quien estuvo dispuesto a recibir honores de Pinochet. Su maestro en asuntos políticos ha sido más bien Karl Popper, con su defensa de la sociedad abierta, y en general los pensadores liberales anglosajones.

Su “primer amor” literario fue teatral y casi prematuro, pues escribió y llevó a las tablas una obra dramática en 1952, cuando tenía apenas 16 años. No podemos saber, sin embargo, cómo serán sus últimos amores, que esperamos sean muchos. Si nos atenemos a lo ambicioso de la novela que sale a la venta próximamente El sueño del celta (la cual ocurre en el Congo y también en el Putumayo, en la frontera entre Colombia y Perú), sabemos que seguirá buscando lo imposible, lo que ningún escritor ha conseguido nunca, pero aquello que él y unos pocos más han estado a punto de lograr varias veces: la novela total. De lo que sí podemos estar absolutamente seguros es de que seguirá escribiendo siempre, o al menos hasta el día en que su inteligencia conserve la agudeza, la creatividad y la curiosidad que lo han caracterizado durante más de medio siglo de incesante actividad intelectual.

Pero la cantidad es lo de menos, pues más vasta es la obra de Corín Tellado. Lo asombroso consiste en que casi todos sus libros son técnicamente impecables y su obra abarca muchos registros, desde el humor y la levedad, pasando por la gracia galante, hasta la más densa complejidad histórica o psicológica. Además, su prosa ensayística es clara y rigurosa; podemos estar o no de acuerdo con él, pero sus argumentos son nítidos, directos, nunca tramposos, pues no recurren jamás a la mentira o a la deshonestidad intelectual. Vargas Llosa ilumina con la inteligencia, conmueve con la sensibilidad, apabulla con la amplitud de su conocimiento y, en resumen, deja ver un escritor, un intelectual y un ser humano íntegro, completo.

En una vida de gran simetría, Vargas Llosa empezó publicando, antes de cumplir siquiera los 30 años, novelas ya maduras, y sigue publicando ahora, después de los 70, novelas que por su frescura y humor poseen un ímpetu y una gracia juveniles. Las de la madurez precoz son La ciudad y los perros (1963), La casa verde (1965) y Los cachorros (1967). La más importante de la madurez rejuvenecida es su muy entretenida y muy reciente Travesuras de la niña mala (2006) que recupera el refrescante humor de Pantaleón y las visitadoras (1973). Y entre estos dos extremos de su obra, está el núcleo central, lo más asombroso de su actividad intelectual novelística y ensayística.

Por un lado, tres novelas totales, tres universos ficticios perfectamente construidos: Conversación en La Catedral (1969), La guerra del fin del mundo (1981) y La fiesta del chivo (2000). Estas tres novelas, al mismo tiempo íntimas, históricas y políticas son, cada una a su manera, tres de las más grandes novelas de nuestra lengua de todos los tiempos. La primera, ambientada durante la dictadura de Odría, es uno de los más complejos y perfectos artefactos técnicos del arte de contar, con una asombrosa mezcla en el manejo de los narradores, de las voces y del tiempo que, pese a su dificultad (el libro exige un lector atento y apasionado), sortea magistralmente todos los escollos.

La segunda, situada en los sertones brasileños a finales del siglo 19, consigue construir un mundo aparte, paralelo al nuestro, con cientos de personajes basados en la realidad pero también inventados, cada uno con una vida y una personalidad convincentes, en medio de una naturaleza agobiante descrita con exactitud. Sus protagonistas están poseídos por una pasión mesiánica y política de gran complejidad, tanto en el plano social e histórico como en el psicológico. Quizá no haya un estudio más completo, en toda su complejidad, sobre los mecanismos del fanatismo y de la pasión mística. Me atrevería a decir que la locura del extremismo islámico, que no es el tema de La guerra del fin del mundo, se puede iluminar muy bien, indirectamente, con la lectura de esta novela. La última, La fiesta del chivo, es el cumplimiento de un viejo compromiso (tácito o explícito) de varios escritores del boom: el de hacer una saga colectiva sobre los dictadores latinoamericanos, Trujillo en el caso de Vargas Llosa.

Héctor Abad EL ESPECTADOR

miércoles, 6 de octubre de 2010

McCarthy y Murakami, favoritos al Nobel de Literatura

Cormac McCarthy
El nombre de Cormac McCarthy suena con fuerza como favorito para obtener el Premio Nobel de Literatura, que se fallará mañana en Estocolmo. El autor de La carretera encabeza las listas de apuestas de la casa británica Ladbrokes , por delante del keniano Ngugi wa Thiong'o, segundo, el japonés Haruki Murakami, tercero, y el húngaro Peter Nadas, cuarto. El primer autor hispanohablante es el argentino Juan Gelman, que se coloca en octavo lugar.
Las quinielas previas al Nobel de Literatura son una tradición pero no suelen acertar casi nunca. La Academia sueca cuenta con una solvente costumbre de refutar todos los pronósticos premiando a autores casi desconocidos como Herta Müller o Elfriede Jelinek o rescatando a otros prácticamente olvidados, como Doris Lessing y Harold Pinter.
Si finalmente McCarthy se lleva el galardón mañana, será el primer Nobel de Literatura para Estados Unidos desde hace 17 años, cuando lo obtuvo Toni Morrison. La representación estadounidense es nutrida y se completa con candidatos habituales como Thomas Pynchon, Joyce Carol Oates, Philip Roth y E. L. Doctorow.
Más tiempo aún hace que no lo obtiene ningún autor hispanohablante. El último fue el mexicano Octavio Paz, que lo recibió en 1990. En la nómina de aspirantes de habla hispana se sitúan, además de Gelman, el hispano-peruano Mario Vargas Llosa, el mexicano Carlos Fuentes, los españoles Javier Marías y Juan Marsé y el paraguayo Néstor Amarilla, entre otros.
Otros narradores como el alemán Ulrich Holbein, el sueco Tomas Tranströmer, la canadiense Alice Munro y el australiano Gerald Murnane aparecen bien situados en las quinielas, que hace años que apuntan también al triunfo de un poeta, algo que no se produce desde que la polaca Wislawa Szymborska ganó en 1996.

Tras los pasos de Müller y Le Clézio
Quizá la entrada más inesperada es la de Wa Thiong'o, que ha ascendido rápidamente durante los últimos días en las listas de Ladbrokes, algo similar a lo que ocurrió en 2009 con la rumano-alemana Herta Müller y en 2008 con el francés Jean Marie Le Clézio, que finalmente lograron el galardón. Algunos medios suecos atribuyen la subida del keniano a que participó en la reciente Feria del Libro de Gotemburgo, la más importante de Suecia, y que en esta edición estuvo dedicada a África.
Los italianos Antonio Tabbucchi y Claudio Magris, el austríaco Peter Handke, el albanés Ismail Kadaré, el holandés Cees Nooteboom, el checo Milan Kundera, la argelina Assia Djebar, el israelí Amos Oz y el polaco Adam Zagajewski forman también parte de la interminable lista de supuestos candidatos.
La Academia insiste siempre en que sólo premia a autores y no a literauras ni países, aunque sus elecciones parecen llevarse a veces más por cuestiones políticas o por el criterio de rotación geográfica que por la calidad literaria.
Tomado de Diario El País