sábado, 27 de diciembre de 2008

Enfermedad no cambió mi visión sobre Dios: Saramago

Foto de: El Universal


El Nobel de literatura portugués José Saramago afirmó que la grave enfermedad que sufrió y que lo colocó al borde de la muerte no cambió su visión sobre Dios, puesto que fueron los médicos los que lo salvaron.

"¿Por qué cambiaría mi visión sobre Dios?", cuestionó Saramago, reconocido ateo, al responder a una pregunta del público durante un debate celebrado en Sao Paulo (Brasil) por el diario Folha de Sao Paulo.
"No necesitamos a Dios", insistió Saramago, firme en sus convicciones, al rechazar más preguntas acerca del problema pulmonar que sufrió y que retrasó en más de un año la finalización de su última novela, "El viaje del elefante", que está promocionando actualmente en Brasil.
El escritor, de 86 años, aprovechó para criticar la Bibia, el libro sagrado para los católicos, a la que calificó como un "desastre" y argumentó que está llena de "malos consejos", como incestos y matanzas.
Terminó por criticar a la Iglesia, institución a la que acusó de "inventar el pecado" para "transformar a todos en eunucos".
Tomado de: eluniversal.com.mx

jueves, 11 de diciembre de 2008

La muerte en el espejo

Por: Murvin Andino Jiménez


Recuerdo haber visto hace algunos meses Las colinas tienen ojos (2006), filme de terror dirigido por Alexandre Aja, sin saber que tiempo después me encontraría con otra cinta suya del mismo género que me impresionaría mucho más que la anterior. El director es de origen francés y ha escrito y dirigido además Furia (1999), adaptación de un texto de Julio Cortázar, Alta tensión (2003) y Mirrors (2008).
De estos tres filmes he visto el primero y el último, de acuerdo al orden en el que los he escrito, y en ambos me ha parecido muy interesante el toque de terror que les imprime un director europeo influenciado por los realizadores asiáticos de este género. El último filme de este joven cineasta -apenas 30 años, leo en la página de cine Imdb-, según los críticos especializados, es un remake y representa un esbozo de las grandes cintas de cine oriental, al estilo de El aro o Una llamada perdida, pero en especial Into the mirror (2003) del director/guionista Sung-ho Kim.
La película de Aja plantea el enfrentamiento entre una fuerza maligna que se mueve a través de los espejos de un centro comercial y un ex policía que pretende descubrir el origen de varios crímenes. Quizá Espejos siniestros (nombre que en nuestro país recibió el filme de Aja) coincide en esto con las cintas orientales: la similitud de sus tramas y el objeto de la investigación, pero durante el desarrollo de la misma se tiende a diferenciar la cinta de Aja de la oriental.
En Espejos siniestros, Ben Carson (Kiefer Sutherland, que encarna a un personaje emocional y sicológicamente inestable) es un policía suspendido que espera aclarar su situación, atormentado y fracasado, con su matrimonio en etapa terminal, aquejado por un trauma, que busca rehacer su vida tomando un empleo como guardia de seguridad a cargo de un edificio abandonado. Carson descubre, entre las ruinas de un viejo centro comercial incendiado hace años, espectros o visiones de muertes o hechos del pasado a través de los espejos, los cuales permanecen intactos dentro del edificio en ruinas y donde pronto una fuerza sobrenatural estará cazándolo a él y a su distanciada familia.
Además, Carson busca resolver la muerte del anterior guardia del edificio, que muere decapitado frente a un espejo, y de la hermana de Carson, fallecida en la bañera de su habitación. Los espejos mantienen encerradas a muchas almas atormentadas que buscan a alguien que se marchó cuando el lugar, tiempo atrás, era un hospital siquiátrico. Un incendio redujo a escombros el edificio donde se experimentaba para hallar la cura de esquizofrenias degenerativas y en el fuego perecieron todos sus ocupantes.
La película de Aja, nominada al Gran Premio en el Festival de Cine Fantástico de Ámsterdam a la mejor dirección y como mejor película de cine fantástico en el Festival Internacional de Cine de Cataluña, presenta ciertos elementos recurrentes del cine de terror: una historia terrible del pasado y mansiones encantadas; aunque no sea una cinta original de él, sino una revisión de un filme anterior (remake), mantiene el toque personal del director.
Espejos siniestros, realizada con planos ágiles, se centra en el relato de una noche en el viejo edificio encantado y en la ternura del padre que lucha por el amor y la compañía de sus hijos, a la vez que busca reivindicar su cordura. Estos elementos componen no sólo la temática, sino también la idea central de la película. Las imágenes oscuras mantienen al espectador en un ambiente de tensión.
La fotografía corre a cargo de Gerry Fisher, el mismo que le había acompañado en Furia. La música es de Javier Navarrete, que ha colaborado en dos películas fantásticas de Guillermo del Toro relacionadas con la Guerra Civil española, El espinazo del diablo y El laberinto de fauno, con la cual fue nominado a los premios Goya y a los Oscar en 2006. Mirrors es, sin duda, una buena película, no tan comercial como los productos que nos acostumbra presentar Hollywood, pero en fin, a pesar de que se le acusan ciertas incoherencias argumentales, es algo diferente en cuanto a las cintas de terror repetitivas que llegan a nuestras salas de cine.

domingo, 7 de diciembre de 2008

El legado creativo de Roberto Bolaño recorrió el Festival de Literatura


Por: Ana Prieto

Si lo vemos como un perro o como un virus, Bolaño es un buen perro para que te muerda y un buen virus para que te infecte", dijo el poeta chileno Rodrigo Rojas en el Festival Internacional de Literatura que, en el Malba, dedicó buena parte de su jornada a recordar a la enorme figura de Roberto Bolaño. El escritor chileno, ganador del premio Herralde en 1998 por su novela "Los Detectives Salvajes", y autor de la monumental "2666", falleció en 2003 dejándole a la crítica literaria la infinita tarea de averiguar cuál ha sido su papel en la historia de las letras hispanoamericanas, y a los lectores uno de los legados literarios más potentes y estimulantes de las últimas décadas.

En el contexto del circuito "Hacia Roberto Bolaño", organizado por este primer Festival Internacional de Literatura en Buenos Aires (Filba) patrocinado por la revista Ñ, la primera charla llevó el sugerente título de "Escenarios" y estuvo integrada por tres compatriotas del escritor: Alberto Fuguet, el citado Rodrigo Rojas y la directora de la Cátedra Bolaño en la Universidad Diego Portales de Chile, Cecilia García Huidobro. "Como primera medida de educación", comenzó Huidobro, "sugiero invitar a Roberto Bolaño", y enseguida leyó un fragmento del discurso que el autor pronunció cuando ganó el premio Rómulo Gallegos: "Muchas pueden ser las patrias de un escritor, pero uno solo el pasaporte, y ese pasaporte evidentemente es el de la calidad de la escritura". Para Bolaño, esa calidad no tenía que ver con escribir bien, sino con "saber meter la cabeza en lo oscuro, saber saltar al vacío, saber que la literatura básicamente es un oficio peligroso".
El tema a desentrañar, propuso Huidobro, fue ese pasaporte de Bolaño, en tanto registro de las fronteras que tanto su obra como él mismo fueron capaces de cruzar. Para Rojas, el escritor construyó su literatura a modo de telar, o de pintura de Brueghel, con relatos dentro de relatos hasta llegar al máximo de la hipertextualidad en "2666". El tratamiento que Bolaño hace del idioma, señaló Rojas, también propone desplazamientos y sitúa a su obra en el cosmopolitismo: "Es un español muy diverso, difícil de domesticar, y estratégicamente construido para que a todos los lectores les suene tan familiar como foráneo".

El escritor Alberto Fuguet resaltó la cualidad pop en Bolaño, esa cosa "freak" o "fronteriza" en sentido amplio en la que le gustaba desplazarse. También se confesó fascinado por la lectura de "Los Detectives Salvajes" como una novela de aprendizaje, y por su audacia al abordar una diversidad de personajes extranjeros con una soltura y profundidad de la que fue capaz por haber captado "el estado de las cosas y la sensibilidad en el aire".

Huidobro desplazó por un momento a Bolaño del lugar de la escritura al de la lectura: "Leyó a sus contemporáneos como pocos escritores se leen entre sí."

"Después de Roberto Bolaño" fue el segundo encuentro que le dedicó el Festival, con la participación de los escritores Juan José Becerra, Gonzalo Garcés y Martín Kohan, y la coordinación del autor boliviano Edmundo Paz Soldán. La charla abrió con la posible impronta que Bolaño está dejando en las letras actuales.

Kohan, ganador del premio Herralde en 2007, dijo sentirse incómodo con la mitificación que se está haciendo del escritor, a raíz de su prematura muerte. "Yo percibo su literatura como una fenomenal captación y reelaboración de diversas líneas literarias. Eso ha sido muy productivo para la crítica que se sintió convocada por la propuesta de Bolaño. Sin embargo, no veo una productividad literaria en ese sentido; no veo todavía un 'legado Bolaño'; los tiempos son demasiado cortos y su impronta demasiado poderosa".

Becerra resaltó la "vibración biológica" de sus libros, y agregó que si el autor "está influyendo en nosotros de una manera secreta, como buenos escritores, intentaremos ocultarlo".

La charla desembocó espontáneamente en un análisis de la última novela de Bolaño, "2666", y en el posible tema de fondo de su obra en general. Becerra señaló al mal, como presencia metafísica. Para Garcés lo que comunica a los personajes en 2666 es el "haber sido dañados en lo esencial de sus vidas" y agregó que Bolaño, y en especial ese libro, le habían enseñado a leer el sentimentalismo desde otro lugar.

"Él narra como los asesinos seriales matan", afirmó Kohan. "Las series por definición son abiertas, y él entendió cómo funciona el deseo; consigue que la narración no cuente el deseo sino que funcione como tal. Y así como siempre se puede matar a uno más, siempre se puede narrar algo más".

La conclusión posible de este día de Festival, es el recorrido por los múltiples sentidos que suscita la figura de Bolaño. Y la certeza de que su aventura en el legado literario universal recién comienza.

Juan Marsé, Premio Cervantes de Literatura




El escritor, de 75 años, estuvo entre los favoritos al galardón más importante de las letras hispanas por muchos años. El jurado destacó "su capacidad para reflejar la España de posguerra". En Argentina, toda su obra está descatalogada.

Juan Marsé, el gran escritor español que en varias de sus novelas reflejó con talento las penurias de los españoles en la posguerra, ganó el Premio Cervantes 2008, la más alta distinción de las letras en castellano. Marsé, hijo adoptivo de una familia catalana, nació en 1933 y llevaba años integrando las listas de favoritos para alzarse con este premio dotado en 2008 de 125.000 euros, 35 mil más que en las ediciones anteriores. "Escribo para evocar algunas experiencias que no he tenido y que me hubiera gustado tener", dijo el autor en su casa de Barcelona tras enterarse de que había ganado el premio.
Antre el nutrido grupo de reporteros que invadió su casa, Marsé dedicó el premio a Paulette Goddard, una de las mujeres de Chaplin, de quien se enamoró a los trece años viéndola actuar en cine. Si bien es uno de los autores catalanes más populares, Marsé nunca dejó el castellano. "Cada uno escribe en la lengua que quiere, y en todo caso defiendo mi derecho a escribir en la lengua que me dé la gana", sostuvo.
En la rueda de prensa en la que se proclamó el premio, el Ministro de Cultura, César Antonio Molina, proclamó el fallo del jurado fundado en "la decidida vocación de Juan Marsé por la escritura y por su capacidad de reflejar la España de la posguerra". Marsé estuvo en la Argentina como parte del plantel de invitados de la Feria del Libro de 1998 y si bien su obra fue editada oportunamente por Sudamericana, hoy está descatalogado en el país.
Miembro de la llamada "generación de la década del cincuenta", Marsé es autor de novelas como Si te dicen que caí, censurada por el régimen franquista aún en 1973, y La muchacha de las bragas de oro que obtuvo el Premio Planeta en 1978 y fue llevada con gran éxito al cine. Otra novela de gran repercusión en su trayectoria es Rabos de lagartija que en 2001 recibió el Premio Nacional de la Narrativa española.
"Es un gran escritor que ha marcado a varias generaciones", comentó el poeta argentino Juan Gelman, miembro del jurado, y triunfador del Cervantes en 2007.
El jurado cumplió con la regla no escrita que establece una alternancia en el premio entre españoles y latinoamericanos. Otros nombres prestigiosos como el de Ana María Matute, José Manuel Caballero Bonald y Carlos Bousoño sonaban para esta edición como candidatos. En tanto que el nombre de Mario Benedetti, muy querido y respetado por los lectores españoles, fue el que más sonó entre los autores latinoamericanos con posibilidades para quedarse con el premio. En esta edición se introdujeron cambios en la composición del jurado para jerarquizar el mundo de las letras y quitarle espacio a la instituciones dependientes del Gobierno.
Nacido Juan Faneca Roca, fue adoptado al nacer por una familia que le dio el apellido que hoy conocemos. "A mi padre biológico lo vi dos veces en mi vida, una cuando hice la primera comunión y otra cuando se casó mi hermana. No sé gran cosa de él y es un tema que no me apetece", relató alguna vez. Su madre, había muerto durante el parto.
La relación entre Marsé y el cine va más allá del éxito de La muchacha de las bragas de oro. Su primera novela Últimas tardes con Teresa, escrita en 1965, ganó el premio Seix Barral y terminó adaptada al cine por Gonzalo Herralde con guión del propio Marsé. Esa metodología se repitió para otras novelas suyas como El embrujo de Shangai y Canciones de amor en el Lolita's Club que fueron las que mejor campaña hicieron en la taquilla.
Desde 1976 fueron premiados dieciocho autores españoles y dieciseis latinoamericanos. Cuatro de ellos argentinos: Borges, Sabato, Bioy Casares y Juan Gelman.

"Es horrible sentirse Julio Iglesias cuando uno es un simple escritor"


ENTREVISTA ANTONIO LOBO ANTUNES

Por: Guido Carelli Lynch



Máxima estrella de la Feria de Guadalajara, que le otorgó el premio de Lenguas Romances, el novelista portugués reflexiona aquí sobre los efectos negativos de la fama. Y admite que, al fin, aprendió a disfrutar la literatura de Borges.


Da una pitada y contiene el humo un poco más de la cuenta, saboreando el gusto efímero de lo prohibido. Es lunes y Antonio Lobo Antunes es el único que fuma entre los miles de asistentes a la 22° Feria Internacional de Libro de Guadalajara. Para ostentar el privilegio primero hay que ganar el Premio de Lenguas Romances, razón que lo trajo otra vez a esta ciudad mexicana --donde dice-- "podría vivir".
Entrevistas, conferencias, fiestas, sus 66 años y el libro que escribe en los pocos ratos libres que le quedan tienen extenuado al autor de La muerte de Carlos Gardel, que --sin embargo-- responde con imaginación y poesía, la misma que aparece en sus textos. "Ojalá los libros fueran publicados anónimamente", dice y suspira este eterno candidato al Nobel.
¿Cómo se lleva con el mercado, las presentaciones y todo lo que rodea a la literatura?
Esa es la parte más aburrida, pero uno tiene que sentirse agradecido. Lo peor es perder intimidad. Sentirme Julio Iglesias es horrible cuando uno es un simple escritor. Jamás pensé que iba a pasarme esto. Pero al mismo tiempo la gente es tan maravillosa, tan simpática, me siento muy a gusto, aquí, en Colombia, en Argentina. Son todos latinos como yo.
Ambivalente, Antunes negocia su honestidad cuando se prende el grabador. "¡Cómo les gusta a algunos escritores posar para la inmortalidad. Pero no voy a hablar, porque muchos están vivos", sonríe mientras imita gestos sesudos, el fantasma de Saramago sobrevuela la mesa y agrega: "Hay dos clases de hombres; los que hacen el amor y los que hablan de ello", dispara para graficar el proceso intraducible de la escritura.
Alguna vez señaló que sólo puede escribirse hasta determinada edad, que luego queda la repetición. ¿Hasta cuándo escribirá?
Los intervalos son buenos, pero sólo el primer mes, después empieza la angustia. ¿Seré capaz de escribir otro libro? Siempre tienes miedo de que se haya terminado. Tampoco sé si me repito o no porque no me leo. Es una paradoja, porque uno escribe los libros que quisiera leer y finalmente se trabaja tanto en ellos que después estás enfermo y quieres olvidarlos, para eso empiezas otro. Pero estoy seguro de que hay cosas que se van a repetir.
Las voces que aparecen en sus libros vienen del pasado, de un nexo entre la memoria y la imaginación. ¿Qué significan para usted?
-Yo no tengo muchas certezas, pero creo que la imaginación es la manera en cómo arreglas y trabajas los materiales de la memoria y claro, también robas de otros. Tengo una relación ambivalente con la memoria. A mí no me interesa contar una historia, yo trabajo con las palabras y si quieres escribir primero tienes que encontrar tu lenguaje, tu metalenguaje. Ahora por todas partes hay gente escribiendo a lo Lobo Antunes, lo que me parece idiota, porque cada uno tiene que encontrar su voz.
Borges decía que quien encuentra su voz encuentra un destino. Antes no le gustaba mucho, prefería a Bioy Casares. ¿Sigue pensando así?
Tiene razón, el problema es encontrarla. Leyéndolo con mayor atención y menos prejuicios, me dí cuenta de que estaba siendo injusto. Borges es mejor, aunque Bioy tenía belleza y era un hombre impresionante. En Argentina hay escritores muy interesantes como Roberto Arlt, que es tan criticado, o Macedonio Fernández que me encanta. Leer es mi pasión y en los países pobres como los nuestros abunda la buena literatura. Cortázar me gustaba, pero cuando era más joven.
Prende otro cigarrillo, el último, y confiesa que ya no suele tomar valium para dormir mientras escribe, aunque recuerda las obsesiones que lo desvelaban. Sólo él sabe o calla hasta cuándo seguirá perfeccionando sus voces polifónicas, su lenguaje hermético. "Jorge Amado una vez me dijo: 'niño no te puedes acostar con todas las mujeres del mundo, pero al menos tienes que intentarlo'", recuerda entre risas y humo.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Fernando Vallejo contra el mundo





Fernando Vallejo

Después de un año de estudios en la Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad Nacional de Colombia, se licenció en Biología en la Universidad Javeriana. Poco después de los 20 años, viajó a Roma para estudiar cine en la Escuela Experimental de Cinecittá. Escribió y dirigió en México, donde vive desde 1971, dos películas sobre la violencia en Colombia. En 2003 ganó el premio Rómulo Gallegos de Literatura por su novela El desbarrancadero. Entre sus libros, figuran La virgen de los sicarios y La puta de Babilonia.

Así escribe

Los ríos de sangre
¿Se les hace impropio un viejo matando a un muchacho? Claro que sí, por supuesto. Todo en la vejez es impropio: matar, reírse, el sexo, y sobre todo seguir viviendo. Salvo morirse, todo en la vejez es impropio. La vejez es indigna, indecente, repulsiva, infame, asquerosa, y los viejos no tienen más derecho que el de la muerte. En la laguna azul sombría me estaba hundiendo. Era azul de nombre pero de aguas verdes, traicioneras. Su alma pantanosa enredada en mohos y en algas pegajosas me jalaba hacia el fondo. Las algas soltaban un veneno verde que era el que le daba su color falaz a la laguna azul. ¿Y quién dijo que yo lo iba a matar? Para eso están aquí los sicarios, para que sirvan, como las putas, y los contraten los que les puedan pagar. Ellos son los cobradores de las deudas incobrables, de sangre o no. Y valen menos que un plomero. Es la última ventaja que nos queda en este cuadro de desastres. Mientras en las comunas seguía lloviendo y sus calles, ríos de sangre, seguían bajando con sus aguas de diluvio a teñir de rojo el resumidero de todos nuestros males (. . . )
Fernando Vallejo, La Virgen de los sicarios. Alfaguara.


Detesta Colombia –de hecho renunció a la nacionalidad–, pero ha venido a Bogotá porque tiene severos problemas en la vista. Y en esta capital, a 2. 600 metros sobre el nivel del mar, está la famosa clínica del doctor Barraquer. "Tengo que hacerme un nuevo trasplante de córnea", explica Fernando Vallejo, un hombre afable, educadísimo, de voz suave y modales de lord inglés. Su novelística, en cambio, es feroz, desgarradora, profundamente nihilista. Vive en México desde hace muchos años, y sólo cree en los animales, maltratados por el hombre". Tanto es así que hace tiempo ya declaró que su herencia será legada a una institución que vele por el cuidado de "los animalitos". Su último libro, La puta de Babilonia, es una diatriba en contra de la Iglesia Católica. Su novela más difundida, La virgen de los sicarios, fue llevada al cine con éxito comercial. Pero tal vez su mejor relato sea El desbarrancadero, una despiadada radiografía de él y de su familia. "Mi madre tiene 89 años, y no me hablo con ella desde hace muchos años. Y jamás nos hablaremos", resume. Lo que sigue es una entrevista realizada en Bogotá en el frescor de una tarde. "Desde que empecé a escribir, hace veinticinco años, dejé de leer literatura. En todos estos años, sólo leí libros científicos", dice el escritor.


¿Por qué lo hizo?

Porque dejaron de interesarme los escritores. O más concretamente, la novela. Así que no conozco muy bien la nueva literatura latinoamericana. Ojeo libros por encima, y me doy cuenta de que están muy mal escritos. Los escritores no han descubierto una cosa esencial: existe un idioma literario contrapuesto al idioma hablado o coloquial. El idioma literario tiene unas fórmulas, una sintaxis y un léxico mucho más rico que los de la lengua hablada, que es un desastre dentro de todos los ámbitos de nuestro idioma. Es un adefesio, paupérrima, perdió toda expresividad. Y los escritores desconocen la lengua escrita. Ahora, en cualquier escritor moderno, lo único que hay es una voluntad obstinada por llegar a ser escritores. Pero no tienen qué contar ni tienen qué decir, ni tampoco saben cómo decirlo. Les falta oficio: no han hecho un descubrimiento tan elemental como es éste. Esto no quiere decir –que uno tenga que escribir en lenguaje literario: uno puede escribir en lenguaje literario o en lenguaje coloquial, o en una mezcla de los dos. Yo he decidido escribir en lenguaje literario identificado por el habla, y en el caso del habla he descubierto el habla de Colombia. Hubiera podido también trabajar también con el mexicano, el argentino o con cualquier otro. Pero puesto que la que tengo en la cabeza es la de aquí, con esta me identifiqué yo. Manuel Mujica Lainez, por ejemplo, sólo escribía en lenguaje literario, nunca en lenguaje coloquial. En los años setenta, en Latinoamérica, se escribieron muchos libros en el lenguaje coloquial nacional. Manuel Puig, por ejemplo, escribía más o menos en argentino, aunque algo sabía del lenguaje literario. Pero volvamos al principio: los escritores no conocen el oficio, no reflexionan sobre lo que hacen. Y lo peor de todo es que tampoco tienen qué contar porque usualmente son muy jóvenes. . .


Usted dice que usualmente son muy jóvenes. ¿El escritor tiene que haber vivido bastante para poder contar su experiencia?

Si uno no ha vivido, no sé qué puede contar. Y entendemos por el escritor al novelista, porque la novela es el gran género de la literatura; también es un escritor un historiador, un ensayista, un biógrafo. Los jóvenes, en principio, no tienen mucho qué contar porque apenas están empezando a vivir. Sin embargo, tu ves que, en la literatura francesa, Raymond Radillet, escribió a los 17 años El diablo en el cuerpo, o están los poemas de Rimbaud, el Bon jour, tristesse , de Francois Sagan, que también escribió a los 17 años. Ellos habían vivido con cierta intensidad ya de muchachitos, entonces describían el mundo que estaban viendo. No existe la condena de que tenga que ser una persona mayor la que escriba, pero siempre hay que tener algo que contar y también hay que saber hacerlo.


¿Cuál es su opinión sobre su compatriota Gabriel García Márquez?

El personaje me interesa muy poco; me parece más bien un cortesano del tirano de Cuba. Es una vileza alcahuetear semejante monstruosidad. Esta es mi opinión sobre García Márquez persona.


¿Y como escritor?

Es un escritor que escribe novelas en tercera persona, con las que ya me peleé. Yo no he escrito ninguna novela en tercera persona, todas son en primera persona. La tercera persona me parece un camino trillado en la literatura, no va para ningún lado. Por lo demás, García Márquez es un escritor correcto que conoce en cierta forma el oficio. No tanto, por supuesto, como tu paisano Manuel Mujica Lainez, o como el español Azorín. De Mujica Lainez te puedo decir que es el prosista más grande del idioma español, con lo cual no te estoy diciendo que es el más grande escritor. Porque una cosa es ser un gran prosista y otra ser un gran escritor. Pero nadie, en los mil años de la lengua española, ha escrito un español con tal riqueza sintáctica y lexicográfica como él, con su ritmo y sonoridad. Es el gran prosista del idioma.


Lástima que esté un poco olvidado.

Sí, es cierto, porque el que han endiosado los jóvenes argentinos es Julio Cortázar.


¿No le gusta Cortázar?

No lo conozco. Lo he ojeado y me da la impresión de que no sabía escribir. No sabía justamente el idioma literario, escribía pobremente. Y los jóvenes hacen este cálculo: si este escritor tan malo es nuestro gran escritor, entonces por qué yo no puedo ser igual a él.


¿Y Borges?

El Aleph es un relato muy hermoso, logrado, espléndido. Ya sólo con eso bastaría para que su nombre quede en la literatura. Pero no pienso que sea tan grande como se dice. Lo han hecho tan grande porque desde el mundo anglosajón y francés lo pueden entender muy fácil: no es un escritor muy propio de la lengua española. El español no era tan importante en su literatura. Por lo demás, usa las palabras impropiamente, y además es afectado. Tiene afectaciones feas.


La literatura latinoamericana no parece interesarle mucho. ¿Le interesa alguna otra?

No, la verdad es que ninguna me interesa. Ni de Latinoamérica ni de España ni de Norteamérica ni de Europa. De niño y adolescente leía muchísimo; me he pasado leyendo gran parte de mi vida. Leí, sobre todo, literatura en tercera persona, que era mi pasión.


En esos años, ¿había algún autor que lo apasionaba?

Me gustaba el teatro de Ionesco. De niño, leía con pasión a Verne y Salgari. Y luego a Conan Doyle y su Sherlock Holmes. Esos que leí en mi niñez, son los libros que más feliz me han hecho. Novelas en tercera persona, de las que ahora abomino.


¿Y William Faulkner, Ernest Hemingway, Truman Capote?

Leí a todos los escritores norteamericanos de los veinte, los treinta, cuarenta, cincuenta... Es una novela por la que ahora no tengo mayor aprecio.


¿Y la novela europea?

Te puedo decir lo mismo. Francia se destaca porque los franceses sí sabían el oficio y conocían muy bien el lenguaje literario. En el siglo XX, Francia estuvo llena de grandes prosistas, algunos deslumbrantes como Colette. Pero eran grandes prosistas, pero como ya te dije un gran prosista no significa un gran escritor.


Usted dirigió cine. Ha escrito que fue una experiencia desagradable.

Dirigí tres largometrajes en México, que todavía se siguen pasando por televisión. Me salieron muy mal: dos de ellas trataban sobre Colombia, aunque no las pude hacer en mi país. Entonces México me prestó lo que tenía: sus actores, sus técnicos, su cine. Pero los mexicanos hablan en mexicano, y ahí empezaban a perderse la verdad y la fuerza. Son películas fracasadas de las que me olvidé hace mucho tiempo. Me gustaba el cine y me engañé con él.


¿Por qué?

El cine es muy poca cosa. Al lado de la literatura, es muy poca cosa. Para expresar la realidad humana, o lo que le pasa a uno por dentro, el lenguaje cinematográfico es miserable, paupérrimo. El gran lenguaje es éste, el de la palabra. Por lo demás, como arte, la literatura es un arte menor comparado con la música, que es el arte máximo. Por lo menos no tiene fronteras lingüísticas. Puede ser universal; la literatura, no.


¿La Virgen de los sicarios es su libro más exitoso?

Es el más traducido, pero el más exitoso es La puta de Babilonia, que escribí en contra de la Iglesia.


Usted tiene una visión muy nihilista de la vida. ¿Cree, sin embargo, que el ser humano tiene un futuro?

El hombre, para empezar, cree ser lo máximo del universo. Hasta ahora ignoramos si hay vida e inteligencia en otras partes. Pero por más que lleguemos a saber y entender más, seguimos siendo muy poca cosa porque nos vamos a morir. Por lo demás, tenemos una barrera que nunca podremos traspasar; barrera que nos impide llegar al conocimiento total. Nunca podremos entender qué es la gravedad, qué es eso que llamamos materia, que parece una palabra científica pero que en realidad es metafísica; cómo las neuronas del cerebro producen la mente, o la conciencia, o el alma, o como querramos llamarlos. Tenemos una inteligencia muy limitada. Y el pensamiento es cambiante, efímero. Cada dos, tres, cinco segundos, vamos cambiando; se mueve, es un pantano. La memoria es miserable: dentro de poquito no nos acordaremos de qué estuvimos hablando aquí. Si no tuvieras el grabador no podría repetir mis palabras. Aparte de que somos malos, no somos buenos en principio. No vemos, por ejemplo, el dolor de los animales, que pueden sentir y sufrir como nosotros. Seguimos acuchillando a las vacas en los mataderos, y seguimos reproduciendo a los perros para tirarlos a la calle.


¿Le teme a la muerte?

No. Me gustaría que fuera una muerte noble y no una muerte miserable. Además, siempre nos estamos muriendo de a poquito. Porque cuando uno envejece, se le muere la gente que quiere, los papás, los abuelos, los hermanos, los primos, los amigos, y se le mueren las calles de la infancia. Con cada muerto que ha tenido que ver con la vida de uno, uno también se va muriendo. Morirse, en realidad, es acabarse de morir.

lunes, 17 de noviembre de 2008

EL DESEO DE LA PALABRA


(Imagen: Paloma Navares http://www.navares.com/)

Alejandra Pizarnik: textos de locura y suicidio.
Carlos D. Pérez
La obra poética de Alejandra Pizarnik ocupa un lugar de relevancia en nuestro ámbito literario. De indudable singularidad, suele señalarse su oscuridad atrapante. No ha hecho escuela, sin embargo, pues su estilo además de fascinar resulta incapturable en su efecto ominoso, cuya exacervación con la muerte provoca reacciones antinómicas, cautivando en la maravilla de lo inhallado o espantando ante lo extraño. Consecuentemente, ha inducido en críticos destacados la opinión de consistir en la escritura de alguien predestinado, desorganizado por la locura, inmerso en la experiencia mortuoria. Tesis fuertes que no desdeñan cruzar textos impares con recursos biografistas.

EL DESEO DE LA PALABRA
(De El infierno musical)

La noche, de nuevo la noche, la magistral sapiencia de lo oscuro, el cálido roce de la muerte, un instante de éxtasis para mí, heredera de todo jardín prohibido.
Pasos y voces del lado sombrío del jardín. Risas en el interior de las paredes. No vayas a creer que están vivos. No vayas a creer que no están vivos. En cualquier momento la fisura en la pared y el súbito desbandarse de las niñas que fui.
Caen niñas de papel de variados colores. ¿Hablan los colores? ¿Hablan las imágenes de papel? Solamente hablan las doradas y de ésas no hay ninguna por aquí.
Voy entre muros que se acercan, que se juntan. Toda la noche hasta la aurora salmodiaba: Si no vino es porque no vino. Pregunto. ¿A quién? Dice que pregunta, quiere saber a quién pregunta. Tú ya no hablas con nadie. Extranjera a muerte está muriéndose. Otro es el lenguaje de los
agonizantes.
He malgastado el don de transfigurar a los prohibidos (los siento respirar adentro de las paredes). Imposible narrar mi día, mi vía. Pero contempla absolutamente sola la desnudez de estos muros. Ninguna flor crece ni crecerá del milagro. A pan y agua toda la vida.
En la cima de la alegría he declarado acerca de una música jamás oída. ¿Y qué? Ojalá pudiera vivir solamente en éxtasis, haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo, rescatando cada frase con mis días y con mis semanas, infundiéndole al poema mi soplo a medida que cada letra de cada palabra haya sido sacrificada en las ceremonias del vivir.

L´OBSCURITÉ DES EAUX

Escucho resonar el agua que cae en mi sueño. Las palabras caen como el agua.
Yo caigo. Dibujo en mis ojos la forma de mis ojos, nado en mis aguas, me digo mis silencios. Toda la noche espero que mi lenguaje logre configurarme. Y pienso en el viento que viene a mí, permanece en mí. Toda la noche he caminado bajo la lluvia desconocida. A mí me han dado un silencio pleno de formas y visiones (dices). Y corres desolada como el único pájaro en el viento.


MADRUGADA
(De Los trabajos y las noches)

Desnudo soñando una noche solar.
He yacido días animales.
El viento y la lluvia me borraron
como a un fuego, como a un poema
escrito en un muro.

FORMAS

no sé si pájaro o jaula
mano asesina
o joven muerta entre cirios
o amazona jadeando en la gran garganta oscura
o silenciosa
pero tal vez oral como una fuente
tal vez juglar
o princesa en la torre más alta.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Jazz


Por: Murvin Andino

Escribo imaginando en Miller follándose una chiquilla y meándose dentro del culo de ella, mientras la muy ramera se retuerce de placer por el fuego interior y se da cuenta que ese ha sido un polvo maravilloso.
Escribo mientras tomo la tercera copa de vino y fumo otro Belmont suave, mientras la impostergable señora Andino espera en la cama a que yo me decida a caer en sus brazos o seguirnos perdiendo en el alcohol, pero el jazz sigue teniendo ese poder sobre mí y suple cualquiera de mis necesidades carnales. Pithecanthropus Erectus de Charles Mingus desencadena una serie de vibraciones que sólo me produce la magia de la música, la verdadera música que estremece al hombre en su esencia divina. Sí, hace poco leí Opus pistoruim de Henry Miller y aún siento sus efectos en mi mente, en mi falo y en cada una de mis ideas sucesivas desde hace aproximadamente tres semanas. Miller sigue siendo un verdadero depravado, no es erótico, es sucio. Quizá Bukowsky logre algo de eso mientras fantaseaba a alguna muchachita de menos de diez años en "Fuck Machine" pero no es lo que busco. Miller es sexo crudo y sucio, que hasta casi percibo el olor a "coño"... qué vida.
Sigo pensando en todo lo que dejé de hacer desde el día que elegí esta vida, sigo pensando en el inevitable final y en la condena de no saber a dónde llegaré... Quizá otra copa de vino me ayude a pensar en lo menos imposible, un poema de Rimbaud o una canción de Morrison o Parker, sí, ojalá alguno de esos dioses me ilumine una noche de estas, y me muestre el verdadero camino, mientras sigo con el jazz y su efecto demoledor en mi memoria.

domingo, 26 de octubre de 2008

Escribir su vida y vivir su escritura

(Fotografía de ElPaís.com)

Reproduzco un fragmento de una entrevista a Jean-Marie Gustave Le Clézio, Premio Nobel de Literatura 2008, publicada en abril de 2002, donde hace un recorrido por su extensa obra, sus influencias y otros detalles de sus libros.


Por: Juan Pablo Bertazza

El leitmotiv de la literatura de Le Clézio es también una gran contradicción: la vida y/o la escritura o viceversa. Un dilema, un estrecho callejón tan inherente a los escritores que serviría para hacer la caracterización de buena parte de la historia de la literatura. Una contradicción –esa de vivir a través de los libros pero, a la vez, reconocer que para escribir es necesario vivir– que Le Clézio se encarga de poner en cuestión y dar vuelta para finalmente volver a rendirse ante ella, como si la llevara a un extremo tal de complejidad que resulta imposible evitar un dolor de cabeza. Lo paradójico, en todo caso, es cómo un hombre que reniega tanto de la figura estereotipada del escritor sesudo, corporativo y libresco, logre imponer con su estampa una idea tan cabal y genuina de escritor.

¿Cuáles son las virtudes indispensables que debe tener un escritor?
–Es muy fácil decirlo y muy difícil ponerlo en práctica: buena memoria y capacidad para escuchar a los otros.

¿Qué escritores influyeron más en tu obra?
–Bueno, cuando tenía veintipocos mi autor preferido era Salinger,especialmente 'El guardián entre el centeno' porque es increíble cómo él, a los treinta años, entró en la piel de un adolescente de quince, es algo mágico. Estaba tan apasionado con Salinger que me inicié en el boxeo porque mi partenaire se parecía mucho a él, por lo menos en comparación con los pocos retratos que vi. Además, empecé a boxear porque Salinger quería golpear a Hemingway que también era boxeador. A mí tampoco me gusta Hemingway. Más adelante en el tiempo, justamente en la época del Nouveau Roman, había para mí una oposición total entre Salinger y casi toda la literatura estadounidense y lo que se hacía en Francia, Alemania, Italia y España, que era herencia de Joyce pero sin el humor de Joyce, que es igual que Kafka: cáustico, agresivo y brillante; todas cosas que la nueva novela nunca tuvo. Es gracioso porque muchos dicen que el Nouveau Roman fue una gran influencia para mí, pero la verdad es que su literatura siempre me pareció pesada y difícil de leer. Es para universitarios, especialistas, con texto, contratexto, intertexto, todas esas cosas. Salinger, en cambio, era un hombre vivo. El vivía, probablemente, como yo a través de sus escritos, pero vivía, y además lo quería golpear a Hemingway… (risas).



Digamos que, en tu literatura, cambiás todo eso que decís que tenía el Nouveau Roman por los collages, cuando incluís fotos y mapas…
–Sí, claro, es el gusto por los libros con ilustraciones. Me gusta la tipografía, me gusta todo lo que se puede encerrar en ese cubículo, no únicamente palabras. Alguna vez me gustaría poner hierbas, colores fosforescentes y hojas, como los diarios íntimos de las señoritas de antes.



Y en cuanto a la influencia latinoamericana en tu literatura…
–Iba a eso. Por último, y tarde, me llegó la influencia de la novela rusa y de la literatura de América Latina, sobre todo de Rulfo.



Tu última novela, Urania, tiene varias coincidencias con el realismo mágico…
–Sí, el lugar está muy cerca de donde vivió Rulfo, el geógrafo de la novela está a solo 100 km de ahí cuando, en autobús, pasa por todos los lugares que desarrolla Pedro Páramo. La verdad es que no fue casualidad, es una especie de rendición de cuentas o, quiero decir, de homenaje, pero esa palabra también me resulta demasiado seria. Mi intención fue que esa coincidencia con el realismo mágico fuera múltiple: geográfica, histórica y estética.



La última: ¿qué libros tuyos recomendarías para leer?
–Los tres últimos –Révolutions (2003), El africano (editado encastellano por Adriana Hidalgo en el 2004), Urania (editado por El Cuenco de Plata en el 2005)– o el próximo, porque me interesa más lo que voy a hacer que lo que ya hice. Se va a llamar Hambre, habla de la guerra, de mí mismo.

Fragmento de "Urania". (El Cuenco de Plata, 2007)

"Era la guerra. Aparte de mi abuelo Julien, no había ningún hombre en casa. Mi madre era una mujer de cabellos muy negros, la piel del color del ámbar, unos ojos grandes bordeados de pestañas que parecían un dibujo al carbón. Ella pasaba mucho tiempo al sol, me acuerdo de la piel de sus piernas, brillante sobre las tibias, por las que me gustaba deslizar los dedos.No teníamos gran cosa que comer. Las noticias que nos llegaban eran muy alarmantes. Sin embargo, conservo de mi madre en aquella época el recuerdo de una mujer alegre y despreocupada, que tocaba melodías en la guitarra y cantaba. Le gustaba leer también, y es de ella de quien he heredado la convicción de que la realidad es un secreto, de que es soñando como se está cerca del mundo. Mi abuela paterna era muy distinta. Era una mujer del norte, de los alrededores de Compiègne o de Amiens, de un largo linaje de campesinos cerrados y autoritarios. Se llamaba Germaine Bailet, y ese nombre contenía todo lo que ella era, avara, terca, voluntariosa. Era muy joven cuando se casó con mi abuelo, un hombre de otra época, un ex profesor de geografía que había dimitido para consagrarse al estudio del espiritismo. Se aislaba en su escritorio a fumar cigarrillo tras cigarrillo de tabaco negro, leyendo a Swedenborg. Jamás hablaba de eso. Salvo una vez, cuando al verme leer una novela de Stevenson había dicho en un todo definitivo: "Harías mejor en leer tu Biblia". Su contribución a mi crianza se detuvo allí. Mi madre tenía un nombre único. Un nombre dulce y ligero, que evocaba su isla, y que se llevaba bien con su risa, sus canciones y su guitarra. Se llamaba Rosalba. La guerra, es cuando se tiene hambre y frío. ¿Siempre hace más frío mientras duran las guerras? Mi abuela Germaine sostenía que las dos guerras que ella había conocido, la primera, la "Grande", y la otra, la "cochina guerra", habían estado marcadas las dos por veranos tórridos, seguidos de inviernos de espanto. Ella contaba que en el verano de 1914, en su pueblo, las alondras cantaban: "¡Este estío, este estío!" Y no fue hasta el día en que fijaron los carteles con la orden de movilización, a mediados de agosto, que los campesinos comprendieron. Mi abuela no había hablado de pájaros que cantaran en el verano de 1939. Pero contaba que mi padre había partido en medio de una tormenta. Había besado a su mujer y a su hijo, se había alzado el cuello bajo la lluvia, y no había regresado jamás. En la montaña hacía frío a partir de octubre. Llovía todas las noches. Los arroyos corrían por el centro de las calles, haciendo una música triste. Había cuervos en los campos de papas, mantenían una suerte de reuniones, sus graznidos colmaban el cielo vacío. Vivíamos en el primer piso de una vieja casa de piedra, a la salida del pueblo. La planta baja estaba compuesta por una gran pieza vacía que antaño había servido de depósito, y cuyas ventanas fueron tapiadas por orden de la Kommandantur. Es el olor de aquel tiempo lo que yo no puedo olvidar. Una mezcla de humo, de moho, un olor a castañas y a repollos, un algo de frío, de inquietante. La vida pasa, uno corre aventuras, se olvida. Pero el olor permanece, a veces resurge, en el momento en que uno menos lo espera, y con él regresan los recuerdos, la longitud del tiempo de la infancia, del tiempo de la guerra. La falta de dinero. ¿Cómo la adivina un niño de cuatro, cinco años? Mi abuela Germaine hablaba de eso algunas tardes, mientras yo me dormía a medias sobre mi plato vacío."¿Cómo vamos a hacer? Hace falta leche, legumbres, todo cuesta caro". No es dinero lo que falta, sino tiempo. Los medios para no pensar más en el tiempo, para no tener miedo del día que se acaba, del día que recomienza."

viernes, 22 de agosto de 2008

Una costumbre imaginariamente hedonista


Por Murvin Andino

Caer de nuevo, volver al lodo del principio y descubrir apenas abiertos los ojos, (realmente abiertos), que llegamos a uno de los peores círculos del averno según Dante (Cuarto recinto del noveno círculo, la Judesca: Los traidores a sus bienhechores).
Las botas lustradas hasta encontrar un reflejo nítido en ellas, casi centellantes, unas medias de malla y la siempre seductora minifalda siguen siendo el atuendo perfecto para noches como esta de verano, en donde las avenidas nocturnas despiden cierto aroma a nostalgia, los enfermos mentales de todo tipo abundan y las sombras diurnas se disfrazan de silencios y transitan algunas veces sin rumbo por el dulce abrigo de la noche, alguno que otro bardo y otros alcohólicos comunes... Buenos Aires se ve tan susceptible, decía su amiga Consuelo recordando una canción, era una uruguaya nostálgica, curiosamente enamorada de la capital argentina, que solía acompañarla a beber cerveza en alguno de los bares del Madrid que para ese entonces a mediados de los años ochenta les permitió explorar su mejor eternidad. Tres o cuatro botellas de ron al día bastaban, unos cinco tipos 'chupacoños' dejaban lo suficiente durante el día para pasar del otro lado, el del imaginario que provocan el alcohol, la yerba y otras cosas.
Sí, fueron espectaculares esos días, los mejores que cualquier ser humano haya podido pasar en cualquier lugar del mundo, no faltaba nada, fumaban marihuana al amanecer y para quitarse la modorra una línea de coca era especialmente bienvenida.
Hizo alusión a un fragmento de una novela de la mexicana Cristina Riojas, porque según dice le recuerda singularmente que las putas son de las mujeres más interesantes que habitan este planeta y porque las noches de extrañamiento en busca de esos encuentros se viven al borde del precipicio y sólo salva el más mínimo interés por la vida.
Ser poeta es andar el rumbo de las horas y de las luces, sin miedo de nadie ni de nada, amar al revés, con la certeza de sangrarlo todo, las manos fuertes y los besos intensos, a veces la belleza (sentada en las piernas de Rimbaud y regañada) es sólo una esfera de cristal, las verdaderas heridas son las que llevamos dentro, lo real y lo asesino es todo lo que sentimos y lo que bordea cada uno de los lamentos enfermizos de las almas tormentosas.
Caer de nuevo y volver como el más inesperado sucesor de la inmundicia, y un solo mar de una vez por todas irrumpa con todo entre las voces y lloremos y suframos por las veces que no pudimos sentirnos grandes. Las eternas princesas no descansan, aún en la vejez deambulan por sueños de sonámbulos irreverentes, hetairas rústicas de una ciudad en llamas, amantes imperecederas y sencillas como el barro, ebrias, gordas y con ciertos instantes de parnaso y de tristeza.

jueves, 24 de julio de 2008

"Canibalismo de otoño"

Murvin Andino

“Tempus fugit” Publio Virgilio Marón


Vivimos en esa búsqueda de la salida por escapar de algo tan serio como es morirse, sufrimos tanto y somos apenas el vértigo de los zapatos -pensó Larsen justo antes de salir otra vez, en busca de otra noche de suicidios etílicos y verdades olvidadas.
Siempre recordaría lo mismo, la misma angustia que a veces parecía salirle por los poros y por la sombra, la misma soledad desgarradora.
¿Qué es esa brevedad que nos propone siempre el fin? ¿Qué es esa mierda de morirnos? -Decía más tarde mientras pedía otra ronda de cervezas y mientras las horas seguían su rumbo arrollador por la noche, mientras escuchábamos Pink Floyd y platicábamos en el balcón del bar como muchas noches anteriores y las otras que vendrían después.
Esa vez no habría necesidad de continuar en otro lugar, el bar cerraba tarde los sábados y habría mujeres para escoger, las más bellas de la ciudad llegaban allí, teníamos la oportunidad de enfrentarnos al nuevo amanecer. Si lográbamos conseguir un par de chicas para sangrar la soledad, estaría bien, quizás al amanecer lográsemos llevarlas al apartamento y darles una buena cogida. Recordé a Luisa y a María, dos en una noche fantástica hace un par de semanas, Robert no salió conmigo esa vez, buen augurio para los próximos retornos, así que regresé otras noches, pero nunca fue lo mismo, nunca más las volví a ver, eran dos chicas espectaculares que desparecieron de mi vida por alguna razón del destino, ambas parecían tener cierto tipo de demencia o esquizofrenia, una trabajaba en la morgue de un hospital, la otra simplemente vagaba por las calles sin rumbo fijo y sin nada que hacer por sí misma ni por los demás.
Un hombre es un pájaro ciego que se pierde en la memoria de los días, un perfecto asesino, perfecto imbécil... un donnadie siempre anónimo e invisible, desaparición del espectro del dios del suelo y redención del mal como recompensa por todos los abismos transcurridos en noches de separada tristeza y soledad, imaginé a mi amigo Larsen a punto de caer en uno de esos terribles períodos de depresión que solían atraparlo durante muchos días, a veces eran hasta semanas completas en las cuales apenas decía unas cuantas palabras que consistían en monosílabos afirmativos o negativos
-No, Robert, no todo es así nomás, tenés que aprender. Para ellas es mucho mejor si existen canciones románticas, más profundas que el alma y que el mar, nada ni nadie las mata fácilmente y ellas tan dulces como siempre y como todas las mujeres, aman, besan, duelen, sufren y matan. Me dijo Larsen que también es malo enamorarse, que es mejor ser odioso y cruel, despreciable, sólo se ama por ratos, cuando estás en la cama con ellas, después no hay nada que te quite la nostalgia, pero eso no importa, la soledad es a veces mejor que nada.
Los cuervos son los peores asesinos en este desierto y nosotros nos volvemos a la suerte para estar un poco vivos o despiertos caminando a veces por lo ya andado con los ojos cerrados, inciertos y desnudos como una sombra en el frío. Larsen estuvo un rato pensando algo que no llegaré a saber nunca, un par de lágrimas parecieron salir de sus ojos, como un grito desesperado. Son puras mariconadas esas del amor Robert, -me dijo casi susurrando- mejor coger y coger hasta que el mundo aguante, a todas la chicas posibles, sin importar cómo, ni cuándo, ni dónde. Sólo coger hasta que se termine el universo por el cansancio o por el dolor.
A veces platicábamos largos ratos mientras bebíamos cerveza o ron, le gustaba hablar de chicas, de cine y de los mejores libros que leíamos. Sí, Larsen era un lector obstinado, de esos que siempre andan llevando un libro para sentarse a leer a la menor oportunidad, leía cuando cagaba, en el autobús, antes de dormir y al levantarse. Prefiero Dostoyevski, Camus y Beckett -me dijo- y yo le confesé mi pasión por Kafka y Octavio Paz, ese magnífico poeta mejicano, y cómo mi pasión por su poesía nació precisamente luego de leer en varias ocasiones, en una misma noche, Pasado en Claro, el mejor libro de poesía que he leído en mi vida.
El tiempo es lo más cruel que hay Robert, vos sabés que sí, apenas nacemos y ya estamos llegando a la adolescencia y cuando menos acordamos estamos más viejos que la nada y qué bien por ti que ya conociste todo en la vida, que ya anduviste por el mundo, que probaste la locura, el amor y el fracaso, eso es bueno, sobre todo si ya pasaste por eso y aún sigues aquí, con ánimos de doblegar a la muerte, sí Robert, esto no es nada más que el recuento de momentos que hemos pasado a lo largo de la vida, en los que hemos dicho que el tiempo en realidad no vale nada y que nunca habrá tiempo más que para hoy, nunca habrá un mañana que nos permita la revancha con las horas, las dolorosas horas que son en realidad abismos, pequeños abismos que nos consumen la vida.
Larsen, mientras miraba lo solitaria que estaba la calle a esa hora de la noche, parecía lanzarse al olvido, a ese infinito constante de los condenados, con todos los sueños posibles, como una hoja en el viento, y su mirada parecía llegar al infinito.
Además, nos moriremos pronto, tan pronto como podamos -susurró de nuevo y volvió la mirada otra vez hacia la eternidad, como solía hacerlo cuando estaba triste.
Salimos al amanecer, unas cervezas después y sin mujeres, esta no ha sido nuestra noche Larsen, la cerveza estuvo muy bien y eso es lo más importante. Caminamos unas calles hasta llegar a casa. Al entrar todo estaba oscuro y en silencio, no hay nada que hacer contra la soledad, nada que decirle al miedo y al dolor, tan sólo el inagotable y doloroso diálogo con las horas.
Encendí la luz y recordé que teníamos pendiente el pago de algunos meses de la renta del apartamento y que seguramente mañana temprano alguien tocaría la puerta de nuevo para recordarnos que debíamos pagar lo más pronto posible o encontraríamos frente a la puerta algún aviso indicándonos que desocupáramos el apartamento a la mayor brevedad y entonces no tendríamos un lugar a dónde ir. No sabríamos qué hacer. No es momento de pensar en esos asuntos, no importa nada. Hay cosas mucho más importantes por las cuales preocuparse.
Larsen duerme como un tronco, yo aún no he podido hacerlo, apagué el televisor, hace poco vi El Laberinto del Fauno de Guillermo del Toro por quinta vez y me llama cada vez más la atención la manera como se juntan fantasía y realidad. El hecho de que lo fantástico pueda existir como algo paralelo a nuestra vida ordinaria.
Sonó el teléfono, no contesté, ojalá todos se fueran al demonio… repetía en mi mente mientras buscaba en las bolsas del pantalón las llaves de la puerta. Ahora necesitaba salir de nuevo, sólo un momento, para pensar en algo que me oriente a lo que realmente deseo hacer de mi vida.
Larsen dormía profundamente, mi querido amigo, poeta maldito… La noche está estrellada…pensé en Neruda, en el infinito y en la muerte, a dónde iré al morirme. Hacia dónde me conducirá la noche.
Quizás, como todos los días, mañana vuelva a despertar pensando que nada es suficiente para sentirme bien, ni el amor, ni el dolor, ni la soledad, nada, absolutamente nada.
Mañana, al igual que hoy, será un día de esos lluviosos, infernal.
Robert, ¿escuchaste lo que dije hace un rato?. De repente se levantó y me dijo que estaba a punto de suicidarse, que se sentía terriblemente mal…
Recordé a Elise..., nuestra siempre reciente ruptura, esa anoche andaba ebria y pensé que era una broma suya, igual que otras veces, pero era cierto, tenía otra razón para estar deprimido... hoy no la vi, ni siquiera recibí alguna de sus acostumbradas llamadas, de seguro se marchó con otro. Lo más duro de la vida es el amor, lo más difícil es saber que te han dejado, que te han mandado al demonio... mejor no amar, nunca.
Eso de amar es una mierda, una plasta enorme de mierda. Sobre todo cuando la distancia no es tan sólo el océano de por medio que escupe el rostro en tardes vacías y noches de tormenta, sino el hombre interior que desangra el alma con todo y sentimientos.
Madrid, trece grados, los últimos instantes son cada vez más eternos y las horas se confunden con el miedo, mi amigo Larsen y yo aún buscamos olvidarnos del mundo, creemos en nostalgias y dolores imborrables, pero estamos solos.

sábado, 19 de julio de 2008

"No es país para viejos"



Título: No es país para viejos
Año de producción: 2007
Distribuidora: Universal Pictures
Género: Acción
Clasificación: No recomendado menores de 18 años
Estreno: 8 de febrero de 2008
Director: Joel Coen, Ethan Coen
Guión: Joel Coen, Ethan Coen
Música: Carter Burwell
Fotografía: Roger Deakins
Intérpretes: Woody Harrelson (Wells), Javier Bardem (Anton Chigurh), Tommy Lee Jones (sheriff Bell), Josh Brolin (Llewelyn Moss), Tess Harper (Loretta Bell), Kelly McDonald (Carla Jean), Garrett Dillahunt (Wendell).

Sinopsis
Texas, 1980. Llewelyn Moss es un cazador que está cerca de Río Grande cuando ve una camioneta abandonada con un cargamento de heroína y dos millones de dólares, en lo que parece haber sido una operación fallida del narcotráfico. A pesar de que el automóvil está rodeado de cadáveres, Moss no percibe el peligro y huye con el dinero. Desde ese momento, el cazador es perseguido por sus nuevos enemigos, entre los que se encuentran el despiadado psicópata Anton Chigurh y el desilusionado Sheriff Bell.
Basado en la novela homónima de Cormac McCarthy, "No es país para viejos" es un escalofriante thriller adaptado y dirigido por Joel y Ethan Coen. La película no ha parado de cosechar premios. A los galardones concedidos por la crítica estadounidense, se han unido los 2 Globos de Oro (mejor guión, mejor actor secundario) y las 8 nominaciones al Oscar, entre ellas las de mejor película, mejor director, mejor guión adaptado y mejor actor secundario para Javier Bardem. La cinta, como la novela, habla de violencia, tentación, supervivencia, sacrificio, amor y esperanza, todo ello con la brillantez de diálogos e imágenes de la que hacen gala los hermanos Coen (Ladykillers). Rodada en el Oeste americano, "No es país para viejos" toma la apariencia de western para reflexionar sobre la cultura de la sangre y el fin de un modo de vida.

Crítica

La última propuesta de los hermanos Coen arranca con una declaración de intenciones, una cascada de paraísos áridos del oestefronterizo, cuya polvorienta majestad es la misma, más curtida, que aquella que decoraba la superestructura mitológica del lejano oeste en tiempos de justicia balística y ley de la jungla. "No es país para viejos" desgrana de salida su posición ideológica mediante una sucesión de miradas estáticas al pasado, presente y futuro a través del paisaje. Un ´slide show´ de horizontes del oeste, como lugar geográfico pero también y sobre todo, como salvaje modo de vida. El de entonces, terco y desmadrado, apoltronado en el caos del ojo por ojo, y el de ahora, brutal, agresivo hasta el límite de lo patológico y, desde luego, despojado de cualquier sombra de coartada romántica. Ese es precisamente el frente por el que la herida peor pinta tiene. Los Coen abordan la antiépica del ocaso, que es la de la frontera estadounidense-mexicana como foco de la ética -pero ética al fin y al cabo- de la defensa personal Winchester o Colt en mano. Su última película redefine, en un espejo de ficción prolijo ensímbolos, la relación de ese paisaje inhóspito con la violencia, violencia por demás tejida alrededor de nuevos parámetros (la irrupción del narcotráfico o, simplemente, la extinción de la moral y las buenas maneras en la comisión del delito).

Eso es "No es país para viejos", una radiografía en plano corto de la América que fue y la que es hoy a regañadientes. Encaja la película en el etiquetado del neowestern, pero además es un impecable thriller de toma el dinero y corre que, haciendo camino, se descubre un tratado filosófico sobre la mutación en el tiempo de los modelos de ritualización de la violencia, un cuento moral de profundidades insondables sobre el ocaso de la épica (en la vida y en el cine) y sobre los tumores adyacentes a la transformación, a peor, del paisaje geográfico y moral de la vieja América. Los Coen vuelven a ver la luz, se reinsertan en el olimpo de la gran (con mayúsculas) narrativa cinematográfica norteamericana, despojándose del lastre e una inopia (la que dio a luz "Crueldad intolerable" y, en menor medida, "Ladykillers") demasiado larga. Vuelven en buena hora, al discurso hiperviolento, quirúrgico de color sangre que enunciaran antaño en sus trabajos más tenebrosamente sociológicos, más viscerales y, en consonancia, más malsanamente trágicos ("Sangre fácil", "Fargo" y colateralmente "Muerte entre las flores"). "No es país para viejos" supura, como aquellas, coágulos de mala sangre para sentenciar, no sin una cínica sonrisa de oreja a oreja, que la violencia es un galimatías de círculos concéntricos, un pez que se muerde la cola y, lo peor, muerde también la de los otros peces.

Se reinventan los dos hermanos zambulléndose en la regeneración de lo clásico (en forma y fondo) con una escalofriante película que debe, no obstante, al menos la mitad de su furibunda grandeza al misterioso Cormac McCarthy (autor de la novela homónima). Y es que si algún pero cabe achacar (si es que como tal puede leerse) a los creadores de "Arizona Baby" es la asunción de la A a la Z del punto de vista del ganador del Pulitzer 2007. "No es país para viejos" -merecedora de hacer bulto en los anales del mejor cine estadounidense de la década- es la película soñada por cualquier escritor de altura, una adaptación modélica en todos los sentidos y, al tiempo, dotada de turbadora y colosal intensidad fílmica. Sombreros fuera para elogiar Bardem, actor gigante cuando encuentra director capaz de exprimirle todo el zumo, que, no obstante, no eclipsa a sus dos monstruosos compañeros de viaje, un crepuscular (como la fábula en sí) Tommy Lee Jones y un Josh Brolin haciendo oposiciones a ser el secundario de lujo que todo Dios quiere tener en su película. En síntesis muy sintética: una obra mayor, a la que, indudablemente, el tiempo dará la textura y el color de los buenos vinos.



Sandra Fernández.

El actor español Javier Bardem, recientemente nominado al Oscar al mejor actor secundario por 'No es un país para viejos', nos habla acerca de su película.

¿Qué te parece la historia?
Pensé que era una historia intensa acerca de la violencia, de cómo controlar y detener esta ola de violencia imparable que el mundo está viviendo, que nosotros vivimos.

Se concentra en un grupo de personas que pasan por esas circunstancias, en las que cualquier cosa vale, pero siempre toman el camino equivocado que lleva a la violencia.

Y de cómo el personaje del Sheriff Bell, Tommy Lee Jones, vuelve a pensar en toda la situación que va más allá de los personajes. Creo que trata más del mundo en que vivimos. Pensé que sería una historia potente y, en manos de los Coen, podría llegar a ser realmente intensa y profunda.

¿Cómo te involucraste en el proyecto?
Fue una reunión muy divertida, y me sorprendió mucho que siquiera considerasen ofrecerme el papel. Pensé, todavía pienso que es un gran, bueno, no tan grande, pero es un verdadero desafío, un riesgo que todos afrontamos. Yo creo que va a funcionar, eso espero. No estaba muy familiarizado con la novela, la leí después de estudiar el guión.

Cuéntanos algo de tu personaje
Lo bueno de Anton Chigurh es que no se le puede describir. Ni siquiera se le describe en el libro de Cormac McCarthy. Es un personaje que viene de fuera y al final vuelve a ese mismo lugar, algo que quizá no signifique mucho para la gente que vea esto, pero realmente significa mucho. No necesita ninguna explicación.

Como actor siempre trato de acercarme a las vicisitudes del personaje. Con los Coen nos hemos dado cuenta de que no necesitamos saber nada acerca de Anton Chigurh. Ésa es su fuerza. No se le puede entender por completo.

¿Cómo se comporta tu personaje?
Lo que Anton Chigurh practica es un nuevo tipo de violencia, algo difícil de entender, pero la película se llama No es país para viejos, y creo que en algunos capítulos de la novela el guión y la película hablan de cómo entender esa gigantesca ola de violencia que se apodera del mundo, o que el mundo está aceptando.

Chigurh representa, más que representar, él simboliza esa violencia, y lo que hace durante la película es ir mucho más allá. Creo que demuestra que esa violencia no tiene explicación en muchos de los casos; tampoco tiene raíces. Sólo ocurre y es imparable.

Y por eso siempre sigue el camino erróneo, siempre. Creo que lo que vemos a través del comportamiento de Chigurh es que siempre va a haber un final triste. Quizá no para él mismo, sino para la gente que se cruza en su camino.

¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar con Tommy y Josh?
Es divertido, porque nuestros caminos no se cruzan, lo que supone uno de los puntos más interesantes de la historia. Los dos nunca llegan a interactuar, y se pasan toda la película buscándose uno a otro. En cuanto a Tommy Lee Jones, de veras creo que es un actor increíble, yo le admiro mucho, y me hubiese gustado trabajar con él codo con codo, pero no tuve la oportunidad. Le conocí poco, tuvimos un breve encuentro en el que le mostré el respeto que siento por él, es un buen tipo. Tuve la oportunidad de pasar un tiempo con Josh, es un gran hombre, es muy sensible, divertido, y es genial estar a su lado, te hace sentir bien, y en el papel de Anton Chigurh necesitas sentirte bien, porque es un personaje duro y no quieres estar en su piel todo el día.
Es necesario reírse y sacarlo fuera.

¿Qué piensas de la forma de trabajar de los Coen?
Son únicos, pero al mismo tiempo no son egoístas. Y por eso hacen las películas que hacen, tan abiertas, tan humanas. Además, son unos cachondos, así que son geniales. Es un gran honor estar aquí. Nunca creí posible participar en una película de los Coen, ha sido un sueño, un gran sueño.


¿Cuál ha sido tu experiencia con los hermanos Coen?
Bueno, para empezar, soy un actor español. Quedé con la que ahora es mi agente en Los Ángeles y me preguntó ‘¿con quién quieres trabajar?’ y yo dije que con los Coen. Ése fue mi verdadero deseo. Sabía que nunca iba a pasar, ya que los Coen siempre hacen esas historias profundas tan americanas, algo en lo que difícilmente encaja un español. Después, cuando me llamaron, me pidieron que hiciese esto y yo sólo pude estar agradecido y sorprendido. Siempre pensaba ‘¿cómo será que te dirijan dos personas?’.Es como la misma persona con dos cabezas. Se compenetran muy bien entre los dos. Son verdaderamente sensibles y están al tanto del esfuerzo que todo el equipo hace para crear una buena película.

Música Rock y Fanatismo Religioso



José Pablo Fernández
carpicorg@hotmail.com

(Fragmento)
"Bueno, por lo que yo sé, la música hace feliz a la gente,... o al menos a mi me hace feliz" .
La música rock -entiéndase lo que esta significó en un principio para la sociedad norteamericana y por extensión para las demás que están bajo su sombra-, debía haber sufrido una grave metamorfosis en algún momento antes de que esta pudiese llegar a ser interpretada -por ejemplo- en la mismísima presencia del papa Juan Pablo II. El hecho de que el rock ya no asuste a nadie -como supo reconocer ese prestigioso e inteligente provocador llamado Alice Cooper - puede hacernos pensar con razón que este estudio es algo inútil. Sin embargo el hecho de que espectáculos como el de Nine Inch Nails o Prodigy continúen provocando reacciones similares evidencia que en realidad algunas lecciones no han quedado del todo claras y mucho me temo que podrían volver a dar problemas en otras ocasiones.

Sería una ridícula pretensión mía si tratase con este pequeño artículo cubrir el vacío tan grande que deja este tema en la bibliografía de nuestro país. Lo que desde éste artículo se pretende es -solamente- mostrar, en base a un pequeño recorrido por algunos casos concretos de la historia del rock y una conclusión,... mostrar -decía- en base a estas dos cosas por qué los cristianos conservadores del norte de América no debían haber reaccionado de la forma en la que reaccionaron; especialmente si es que de verdad deseaban seguir el ejemplo de aquel al que proclamaban servir, Jesucristo.

2. Origen y continuidad del enfrentamiento entre el rock y la religion

"A través del rock n' roll, el hombre blanco queda rebajado al nivel inferior del hombre negro. El rock n' roll es parte integrante de un complot para socavar la moral de la juventud de nuestro país. Tiene carácter sexual, inmoral, y es el mejor camino para fusionar ambas razas". Asa Carter.

La imposición del cristianismo sobre las personas no va sólo en contra del derecho humano a practicar o no la religión que cada uno desee, sino que para colmo también está en contra del importante principio del que en la misma Biblia -supuesta norma de fe y conducta del cristianismo- se habla como de 'salvación por fe'. Principio que viene a decir que si el hombre viene a ser salvo por la fe, y la fe es un regalo de Dios, entonces nadie puede salvarse a sí mismo, y mucho menos obligar a otros a ser salvos. No obstante, imposibilitados para salvar a nadie, obligaron a guardar ciertas normas de comportamiento, cierta moral aparente. Lo hicieron los judíos en los tiempos de Jesús y lo han hecho muchos otros en su nombre a través de toda la historia del cristianismo, para triste pena de aquellos a los que no nos gustaría escondernos cuando públicamente nos llaman como a ellos, 'cristianos'. Si bien es cierto que no todos los cristianos han tomado esa postura ante las provocaciones de estos músicos, como bien demuestran por ejemplo los libros de Steve Turner "Hungry for Heaven" , Laurie Mellor "A Desert Song" o Steve Lawhead "Rock on Trial", lo cierto es que la voz más oída ha sido, como casi siempre, la de los menos 'ortodoxos'.

La razón de por qué se produjo este enfrentamiento, por tanto, no debe buscarse en las enseñanzas de la Biblia, sino en prejuicios raciales, sociales y políticos. En los Estados Unidos de América el cristianismo se planteó el rock no tanto como un ataque a su fe sino como un ataque a su ideal de nación blanca, rica, capitalista y especialmente separada del pecado. Buena parte del pueblo negro no estaba muy de acuerdo con la idea de perpetuar esa situación y ellos, que habían sufrido la esclavitud y el terrorismo de manos del hombre blanco, tenían muchas razones para no querer estarlo. La violencia con la que actuaban sobre ellos les servía de muy poco, ya que como contaba un biógrafo de Charlie Parker, uno de los saxofonistas más virtuosos del jazz -denominada en Estados Unidos durante años como 'la música del diablo', los "hermanos y hermanas de allí abajo se colocaban las máscaras cada vez que se aventuraban fuera de su propia vecindad. Los blancos, a excepción de muy pocos, no tenían la menor idea de lo que pasaba tras esas máscaras, o en los hogares". "El objetivo de la vida del negro es hacer pasar gato por liebre al blanco, a la raza de los amos...", declaraba Royer L. Taylor, profesor de Filosofía de la Universidad de Sussex y autor de "El arte, el enemigo del pueblo". El hombre negro, que en público era sometido a las más crueles injusticias, en privado jugaba con la idea del diablo simplemente por llevar la contraria a sus amos. "El blues es místico, es la música del diablo, los salmos que cantaban los negros en las iglesias donde se bebía y fumaba -declaraban los músicos de la clásica banda madrileña Tonky Blues Band-. Es toda una religión, y para reclamarse 'blues band' hay que entenderlo así, como el flamenco; es la música del pueblo". Así es como primero los músicos del blues, y luego los del rock, entendieron y expresaron su música. No porque realmente tuviesen ellos alguna relación con el diablo, sino que, seguros de su éxito, usaban el mismo lenguaje de sus detractores para burla de estos en muchos casos.

Pero de cualquier forma no era esta, la ya dada por perdida población afroamericana la que más le preocupaba al sistema, sino la juventud blanca. "A través del rock n' roll - decía Asa Carter-, el hombre blanco queda rebajado al nivel inferior del hombre negro. El rock n' roll es parte integrante de un complot para socavar la moral de la juventud de nuestro país. Tiene carácter sexual, inmoral, y es el mejor camino para fusionar ambas razas". El problema al que se enfrentaba el cristianismo oficial era que su juventud blanca había quedado fascinada al descubrir el gran atractivo que tenía para ella todo aquello que había asumido por imposición de sus mayores como mera y aparente religiosidad; una mera y aparente religiosidad que la juventud negra ya había desechado. El Presidente del Alabama White Citizen Council declaraba ante las cámaras, mientras posaba orgulloso junto a uno de esos carteles que anunciaban 'Servimos sólo a clientes blancos', "hemos creado un comité de veinte miembros para acabar con ese baile salvaje propio de los negros (negress) llamado rock and roll". El Secretario Ejecutivo del mismo comité añadía: "La obscenidad y la vulgaridad del rock and roll es evidentemente el medio por el cual el hombre blanco y sus hijos pueden rebajarse al nivel de los negros". Era evidente que ese enfrentamiento estaba mucho más relacionado con un desmesurado orgullo racial, social y político que con un fervor por la verdad de la Biblia que aparentemente defendían y detrás de la cual se escondían para hacer lo que bien les parecía. Significativo resulta el hecho de que el rock and roll se estuvo viendo en EEUU durante mucho tiempo como un plan secreto comunista, como bien demuestra el hecho de que, por ejemplo, el predicador Billiy James Hargis llamase a The Beatles "comunistas camuflados". Todavía en 1985, un predicador llamado Jimmy Swaggart, que en esa época aparecía nada más y nada menos que en 750 estaciones de televisión y sistemas de cable, traducía al castellano un pequeño libro titulado "La música: la nueva pornografía", en el cual escribía: "El comunismo mundial puede mirar con verdadera satisfacción la labor que se está realizando actualmente en esta nación que una vez fue grande y cristiana. Creo firmemente que el movimiento punk rock (además de otros aspectos de la escena rock) es inspirado por el comunismo, y hasta por Satanás". Ha habido pocos dedos tan acusadores como el de este famoso predicador, sin embargo ese dedo tan dispuesto a acusar se volvió contra si mismo cuando fue público que él mismo solía practicar una pornografía todavía más literal que la que él había criticado en los músicos de rock. "Tenemos las mismas tentaciones que los demás hombres, y también algunas tentaciones añadidas", escribía en otro de sus folletos. La generalizada sospecha de que había en realidad un propósito oculto y secreto en el rock, sino comunista al menos satánico, unida a sus escasas pruebas, explica que surgiese la idea de que los mensajes los estaban grabando en realidad de forma subliminal. Y es que escuchada a la inversa cualquier música reproduce unos, a veces tenebrosos, y siempre extraños sonidos que bien pueden darse a cualquier tipo de interpretación; especialmente si es que se busca oír algo en particular. Hasta tal punto llegó el asunto que Pink Floyd decidió grabar en Big Blue Sky el siguiente mensaje: "Felicidades, usted ha descubierto el mensaje secreto. Por favor, envíe su respuesta al viejo Pink, en la casa de locos". La iglesia en el norte de America, que ya hacía mucho tiempo había olvidado las palabras de Jesús que decían: "Mi reino no es de este mundo, mi reino no es de aquí", no estaba dispuesta a perder su poderío. "Durante la gira norteamericana de Ozzy Osbourne en 1984 -escribe Mariano Muniesa en 'La Historia del Heavy Metal'-, el reverendo Richard Czachor consiguió que el Gobernador del Estado prohibiera la actuación de Ozzy en Pensylvania, acusándole de realizar apología del satanismo en sus conciertos, mientras durante el resto de la gira, miembros de una organización neofascista norteamericana, el Catholic Youth Center, repartía octavillas y hacían exhortaciones a la gente que iba a entrar al recinto del concierto de que Ozzy era un profanador de iglesias y un enemigo de América, llegando en algunos casos a encadenarse a las puertas del lugar del concierto para impedir que la gente entrara".

Esta actitud fanática ha tomado, afortunadamente menos a menudo, tintes aún más trágicos que aunque ciertamente se dieron en circunstancias aisladas no dejan por eso de ser significativas. Es el caso, por ejemplo, de lo que ocurrió aquel 8 de diciembre de 1980 en el que Mark David Chapman descargó el contenido de su pistola sobre el cuerpo de John Lennon, creyendo él "estar destinado por designio divino a derribar al falso mesías". O lo de aquella noche del 1 de abril de 1984, en la que durante una fiesta familiar en la queel reverendo Marvin después de una violenta discusión acerca de todo aquello que nunca había soportado y que detestaba de su hijo Marvin Gaye (famoso compositor e interprete ajeno a la iglesia) acabó con la vida de su hijo ayudándose de un revolver. La defensa del padre alegó que había sido 'trágicamente provocado' y finalmente fue puesto en libertad condicional durante cinco años por la fiscalía con el cargo de 'homicidio casual voluntario'. El gobierno de Ronald Reagan fue especialmente propicio para la multiplicación de asociaciones en contra del rock. Según Jordi Bianciotto, quien en su libro "La Censura en el Rock" desarrolla mucho más profundamente este tema, su misma esposa Nancy Reagan propuso leyes para que los discos ofensivos estuviesen escondidos en papel de embalar a la hora de ser vendidos. El famoso Tripper Gore, junto a otra ilustre mujer llamada Susan Baker, formó en 1985 la famosa asociación Parent´s Music Resource Center, más conocida por sus siglas PMRC. El Gobierno y la Iglesia, como en otras muchas ocasiones, continúan trabajando unánimes aun hoy en su lucha en contra de este tipo de manifestación. evitando la distribución de determinados discos y la celebración de algunos de sus conciertos. En 1994, por ejemplo, en el estado de Pennsylvania se lograba aprobar una ley que castigaba al menor con jornadas de trabajos que iban de las veinticinco a las cien horas sólo por comprar uno de esos discos señalados, o con un arresto si eras el dependiente que había vendido el disco en cuestión. El hecho de que discos de Roxy Music tuviesen que venderse envueltos en papel verde o de que Perry Farrell (de Jane´s Adiction) fuese llevado a juicio por una de sus portadas, sólo son dos ejemplos más de entre los muchos casos de fanatismo en los que se han inspirado libros enteros. "Es algo que siempre ha existido -señala Jerry Gaskill, de King´s X- Hay un sector de la población americana que siempre ataca todo lo que sea ligeramente diferente a como ellos piensan o sienten. A veces la prensa le da publicidad y a veces no. Creo que simplemente es algo que está ahí.". Además la continuidad de la polémica está garantizada, al menos por parte de ciertas organizaciones. Escrito en una nota al final de los textos que la organización Truth About Rock distribuye para advertir acerca de los males de este tipo de música se encuentra el siguiente testamento: "Puesto que hay un constante movimiento de nuevos grupos en el rock, algunos de estos mencionados antes pueden no ser actualmente muy conocidos. De cualquier forma, ten por seguro que otros grupos han tomado su lugar y continúan presentando un mensaje similar".

jueves, 17 de julio de 2008

"El mundo del arte es, en esencia, conservador"


Nancy Spero The Bomb 1968

La trayectoria de Nancy Spero tiene dos polos: su actitud crítica hacia las políticas del mundo del arte y su feminismo al abordar la poética del cuerpo. Una retrospectiva celebra su obra en Barcelona.

"Artaud me ha ayudado a desmembrar el lenguaje de la autoridad y a reconfigurar lo femenino".

"Ser una artista feminista no implica ser buena; y al revés, que no lo seas no quita valor a tu trabajo".

"La serie 'War' nació de mi furia contra una guerra obscena y sin sentido. La rabia me salía a borbotones".

"Clinton es una mujer muy inteligente y preparada, pero fue una de las pocas demócratas que votaron a favor de la guerra".


En el estudio de Nancy Spero (Cleveland, Ohio, 1926) todo tiene un sentido de rebeldía. Lógico en una mujer para quien la vida no ha sido fácil, como nunca lo es con los fuertes. La noche es bochornosa y pesada en Nueva York, así que nada parece alejarnos de este espacio lleno de ángeles decapitados y constelaciones de amenazas atómicas. Aquí el silencio afirma. Basta con observar las cabezas de papel recortadas y desperdigadas por el suelo que hablan a gritos entre sí para denunciar la obscenidad de la guerra. La asistente de Nancy Spero nos invita a tocar y curiosear todo lo que se nos antoje. La espera puede ser larga. "Se acaba de levantar", advierte, mientras adorna la mesa de la cocina con un jarrón de flores frescas. Cada noche a la misma hora, una ayudante la despierta y prepara para comenzar las tareas del estudio. Desde que en 1960 le fue diagnosticada una artritis reumatoide, con sólo 34 años, la energía, la ira y el sufrimiento físico continuo se han convertido para ella en un acicate, y los utiliza de la misma manera que otros artistas emplean los pinceles.
En las decenas de metros de biblioteca de este loft cercano al Soho aparecen por estratos los nombres de Goya, Canova, Popova, Mantegna, Gericault, Bataille. En un pasillo lleno de estanterías con cajas y rollos de papel asoman otros títulos menos memorables: Fotografías de las campeonas del mundo de culturismo, Aborígenes hermafroditas... Sobre la larga pared horizontal del estudio, una enorme tela pintada por el que fue su marido, Leon Golub (1922-2004), describe brutalmente la alienación del individuo que se disuelve en el caos de la guerra.
Tras casi una hora de entretenida espera, aparece la artista. La primera impresión nos habla de la familiaridad de la ternura. Sus muchos años no han concluido todavía un bello retrato cuya profundidad sólo se advierte por el tortuoso dolor que ella dice haber sufrido desde joven. Comienza una larga cena. O un largo desayuno. La delgadez de su cuerpo se complace con un apetito voraz, y la penosa torpeza de sus extremidades con una ligereza musical en su voz. Como ocurre con todas las personas de extrema sensibilidad y dignidad, Spero parece más interesada en lo que pasa ahí afuera que en hablar de sí misma.

P. Usted sostiene que el movimiento feminista le permitió pintar. Pero al mismo tiempo, su condición de artista radical le apartó de los debates institucionales y la valoración crítica durante los sesenta y setenta.
R. Sí. Y me producía mucha rabia, pero a la vez me daba más coraje. Nuestro activismo lo ejercíamos desde la AIR (Artists in Residence) Gallery, una cooperativa para mujeres artistas que creamos en 1972. También estaba la WAR (Women Artists in Revolution) y el Ad Hoc Comité of Women Artists, donde la teórica Lucy Lippard jugó un papel muy importante. Nos dedicábamos a analizar qué pasaba en el mundo del arte, en un momento, recuerdo, en el que había dinero a mansalva para los artistas y para espacios alternativos. Ahora es muy diferente, el mercado marca las pautas y es muy difícil sustraerse a los efectos del éxito. Por eso el activismo sigue siendo tan importante.

P. ¿No le importa que la encasillen como una autora feminista? Algunas artistas, como Louise Bourgeois, no quieren que se las identifique con este movimiento.
R. A mí me gusta. Aunque ser una artista feminista no implica ser buena; y al revés, que no lo seas no quita valor a tu trabajo. Louise sí estaba interesada en el feminismo, pero quería ser algo más. Es una mujer muy especial.

P. ¿Siguen en contacto?
R. Ahora ya no tanto. ¡Está siempre tan ocupada! Pero somos grandes amigas. La admiro muchísimo.

P. A ella le llegó el éxito muy tarde. Como usted, padeció la indiferencia del mundo del arte masculino. Y ahora está considerada la mejor artista en activo.
R. Es interesante el fenómeno de cómo y por qué alguien se convierte en famoso. El artista nunca controla el éxito de su obra. A Bourgeois le llegó en los setenta, lo que ha pasado después, en la última década, con tantísima obra suya en ferias y museos, está fuera de su control. El mundo del arte siempre busca excitaciones, nuevas cosas que abrazar, flirtear con el peligro, provocar al burgués. Y a la vez busca preservar su respetabilidad. Es en esencia conservador.

P. En su caso, el éxito le llega dos décadas más tarde, con el renovado interés de la crítica por el cuerpo.
R. Sí, pero siempre he dicho que mi obra es hija de mi tiempo. Siempre he querido hacer un arte subversivo, escandalizar.

P. Muchos críticos han observado la influencia de Leon Golub en su pintura. Usted ha luchado para mantener su voz como artista en un mundo masculino. ¿Cómo vive estas comparaciones?
R. Lo decían sobre todo de mis primeras telas de los cincuenta. ¡Claro que tienen que ver con su pintura! ¿Cómo no iba a ser así si trabajábamos juntos? También hubo reciprocidades. Era un toma y daca. Pero enseguida encontré mi propio camino, en mis trabajos las mujeres eran hombres, y al revés, todo era muy andrógino, y más lírico, eran pinturas menos alusivas que las de Leon, él buscaba más la confrontación, pintaba figuras gigantes con expresiones feroces. Finalmente en lo que siempre hemos coincidido es en que no hemos formado parte del mainstream.

P. Se hizo feminista en Nueva York. Y en París, ¿qué ocurrió? Allí estaban las grandes teóricas, Kristeva, Irigaray, Cixous...
R. París me permitió ser artista, allí no me veían como mujer o como madre. Era sencillamente una pintora. En cuanto a todas esas autoras, confieso que entonces no estaba al tanto de sus escritos. Las empecé a leer cuando se tradujeron años más tarde al inglés. Ya entonces vivía en Nueva York. Pero sin duda Artaud fue más esencial para mí.

P. Todo esto coincidió con su abandono de las Black Paintings y del tono, un tanto elegiaco, de su trabajo, y de un formato comercial, el lienzo. Su obra se hace más europea, menos americana.
R. Sí. Decidí usar mi trabajo para examinar e investigar el estatus de la mujer. Era un problema global. En Torture of women hablaba de las víctimas, utilizaba frases de prisioneras políticas. La serie War nació de mi furia contra una guerra obscena y sin sentido. La rabia me salía a borbotones. ¡Quería hacer algo explosivo! Abandoné el lienzo y empecé a trabajar sobre papel y con figuras muy pequeñas. Era mi rebelión personal contra las preferencias de los coleccionistas. Humedecía el papel, escupía y frotaba y después dibujaba con tinta y gouache lenguas que a la vez eran las armas de guerra. Querían ser un manifiesto contra una guerra que podía haber movilizado a mis hijos. De esta forma desmitificaba la pintura. La obra de Artaud, el hecho de que fuera juzgado como un loco, de que fuera silenciado, fue para mí un vehículo para mostrar mi desacuerdo con el mundo del arte, y con el mundo, en general.

P. Algunas teóricas feministas abrazaron la obra de Artaud. De él Susan Sontag escribió que era "uno de los grandes cartógrafos osados de la conciencia in extremis" (New Yorker, 1973). Y Kristeva afirmó que sus escritos eran "una inmersión bajo el agua y bajo la materia, donde la violencia oscura y mortal de lo femenino es, a la vez, exaltada y estigmatizada".
R. Era por la manera en que jugaba con el lenguaje. Artaud rompió muchas fronteras. Era un salvaje fantástico. Lo más extremo que había leído. Hablaba muy a menudo sobre su lengua, cómo fue cortada, sobre el hecho de ser castrado. Y ésa era mi sensación como artista. El rechazo del lienzo era una postura de desafío, sacar la lengua, desafiar y burlarme del mercado. La consecuencia fue que cuando llevaba mi obra a las galerías, no la entendían. Para mí eran pinturas, para los galeristas eran, simplemente, arqueología. Todos esos símbolos del Antiguo Egipto o los juegos de palabras inspirados en jeroglíficos... Había creado un nuevo lenguaje de signos. Pintaba mujeres atletas desnudas, diosas, incluso modernas, como Marlene Dietrich, que saltaban encima de frases misóginas escritas por Nietzsche o Derrida, como aquella que decía que la esencia de la mujer era nula, y que las mujeres feministas eran hombres. Todo esto lo rechazaba el mercado.

P. Usted, que ha pintado tantas lenguas y mujeres fálicas, ¿cómo ve la de Hillary Clinton?
R. Clinton es una mujer muy inteligente y preparada, sin embargo fue una de las pocas demócratas que votaron a favor de la guerra. El poder es terrible. Con George Bush todo ha sido más evidente y pornográfico. Como americana, todo esto me decepciona. Y está ocurriendo en un país que tiene una idea maravillosa de lo que es la democracia. El nuestro no es un mundo feliz. Todo esto me da miedo y a la vez me enoja. No hay mucha diferencia entre el mundo que inspiró mis dibujos de las War Series y el de ahora. Es un contínuum terrible. La culpa la tienen nuestros políticos. ¿Cómo hemos podido permitir este horror? ¿Qué está ocurriendo con la raza humana? Y me hace pensar que las mujeres no somos perfectas. Muchas están orgullosas de mandar a sus hijos a la guerra. Es mejor creer en el individuo.


ÁNGELA MOLINA 12/07/2008. Babelia