jueves, 24 de julio de 2008

"Canibalismo de otoño"

Murvin Andino

“Tempus fugit” Publio Virgilio Marón


Vivimos en esa búsqueda de la salida por escapar de algo tan serio como es morirse, sufrimos tanto y somos apenas el vértigo de los zapatos -pensó Larsen justo antes de salir otra vez, en busca de otra noche de suicidios etílicos y verdades olvidadas.
Siempre recordaría lo mismo, la misma angustia que a veces parecía salirle por los poros y por la sombra, la misma soledad desgarradora.
¿Qué es esa brevedad que nos propone siempre el fin? ¿Qué es esa mierda de morirnos? -Decía más tarde mientras pedía otra ronda de cervezas y mientras las horas seguían su rumbo arrollador por la noche, mientras escuchábamos Pink Floyd y platicábamos en el balcón del bar como muchas noches anteriores y las otras que vendrían después.
Esa vez no habría necesidad de continuar en otro lugar, el bar cerraba tarde los sábados y habría mujeres para escoger, las más bellas de la ciudad llegaban allí, teníamos la oportunidad de enfrentarnos al nuevo amanecer. Si lográbamos conseguir un par de chicas para sangrar la soledad, estaría bien, quizás al amanecer lográsemos llevarlas al apartamento y darles una buena cogida. Recordé a Luisa y a María, dos en una noche fantástica hace un par de semanas, Robert no salió conmigo esa vez, buen augurio para los próximos retornos, así que regresé otras noches, pero nunca fue lo mismo, nunca más las volví a ver, eran dos chicas espectaculares que desparecieron de mi vida por alguna razón del destino, ambas parecían tener cierto tipo de demencia o esquizofrenia, una trabajaba en la morgue de un hospital, la otra simplemente vagaba por las calles sin rumbo fijo y sin nada que hacer por sí misma ni por los demás.
Un hombre es un pájaro ciego que se pierde en la memoria de los días, un perfecto asesino, perfecto imbécil... un donnadie siempre anónimo e invisible, desaparición del espectro del dios del suelo y redención del mal como recompensa por todos los abismos transcurridos en noches de separada tristeza y soledad, imaginé a mi amigo Larsen a punto de caer en uno de esos terribles períodos de depresión que solían atraparlo durante muchos días, a veces eran hasta semanas completas en las cuales apenas decía unas cuantas palabras que consistían en monosílabos afirmativos o negativos
-No, Robert, no todo es así nomás, tenés que aprender. Para ellas es mucho mejor si existen canciones románticas, más profundas que el alma y que el mar, nada ni nadie las mata fácilmente y ellas tan dulces como siempre y como todas las mujeres, aman, besan, duelen, sufren y matan. Me dijo Larsen que también es malo enamorarse, que es mejor ser odioso y cruel, despreciable, sólo se ama por ratos, cuando estás en la cama con ellas, después no hay nada que te quite la nostalgia, pero eso no importa, la soledad es a veces mejor que nada.
Los cuervos son los peores asesinos en este desierto y nosotros nos volvemos a la suerte para estar un poco vivos o despiertos caminando a veces por lo ya andado con los ojos cerrados, inciertos y desnudos como una sombra en el frío. Larsen estuvo un rato pensando algo que no llegaré a saber nunca, un par de lágrimas parecieron salir de sus ojos, como un grito desesperado. Son puras mariconadas esas del amor Robert, -me dijo casi susurrando- mejor coger y coger hasta que el mundo aguante, a todas la chicas posibles, sin importar cómo, ni cuándo, ni dónde. Sólo coger hasta que se termine el universo por el cansancio o por el dolor.
A veces platicábamos largos ratos mientras bebíamos cerveza o ron, le gustaba hablar de chicas, de cine y de los mejores libros que leíamos. Sí, Larsen era un lector obstinado, de esos que siempre andan llevando un libro para sentarse a leer a la menor oportunidad, leía cuando cagaba, en el autobús, antes de dormir y al levantarse. Prefiero Dostoyevski, Camus y Beckett -me dijo- y yo le confesé mi pasión por Kafka y Octavio Paz, ese magnífico poeta mejicano, y cómo mi pasión por su poesía nació precisamente luego de leer en varias ocasiones, en una misma noche, Pasado en Claro, el mejor libro de poesía que he leído en mi vida.
El tiempo es lo más cruel que hay Robert, vos sabés que sí, apenas nacemos y ya estamos llegando a la adolescencia y cuando menos acordamos estamos más viejos que la nada y qué bien por ti que ya conociste todo en la vida, que ya anduviste por el mundo, que probaste la locura, el amor y el fracaso, eso es bueno, sobre todo si ya pasaste por eso y aún sigues aquí, con ánimos de doblegar a la muerte, sí Robert, esto no es nada más que el recuento de momentos que hemos pasado a lo largo de la vida, en los que hemos dicho que el tiempo en realidad no vale nada y que nunca habrá tiempo más que para hoy, nunca habrá un mañana que nos permita la revancha con las horas, las dolorosas horas que son en realidad abismos, pequeños abismos que nos consumen la vida.
Larsen, mientras miraba lo solitaria que estaba la calle a esa hora de la noche, parecía lanzarse al olvido, a ese infinito constante de los condenados, con todos los sueños posibles, como una hoja en el viento, y su mirada parecía llegar al infinito.
Además, nos moriremos pronto, tan pronto como podamos -susurró de nuevo y volvió la mirada otra vez hacia la eternidad, como solía hacerlo cuando estaba triste.
Salimos al amanecer, unas cervezas después y sin mujeres, esta no ha sido nuestra noche Larsen, la cerveza estuvo muy bien y eso es lo más importante. Caminamos unas calles hasta llegar a casa. Al entrar todo estaba oscuro y en silencio, no hay nada que hacer contra la soledad, nada que decirle al miedo y al dolor, tan sólo el inagotable y doloroso diálogo con las horas.
Encendí la luz y recordé que teníamos pendiente el pago de algunos meses de la renta del apartamento y que seguramente mañana temprano alguien tocaría la puerta de nuevo para recordarnos que debíamos pagar lo más pronto posible o encontraríamos frente a la puerta algún aviso indicándonos que desocupáramos el apartamento a la mayor brevedad y entonces no tendríamos un lugar a dónde ir. No sabríamos qué hacer. No es momento de pensar en esos asuntos, no importa nada. Hay cosas mucho más importantes por las cuales preocuparse.
Larsen duerme como un tronco, yo aún no he podido hacerlo, apagué el televisor, hace poco vi El Laberinto del Fauno de Guillermo del Toro por quinta vez y me llama cada vez más la atención la manera como se juntan fantasía y realidad. El hecho de que lo fantástico pueda existir como algo paralelo a nuestra vida ordinaria.
Sonó el teléfono, no contesté, ojalá todos se fueran al demonio… repetía en mi mente mientras buscaba en las bolsas del pantalón las llaves de la puerta. Ahora necesitaba salir de nuevo, sólo un momento, para pensar en algo que me oriente a lo que realmente deseo hacer de mi vida.
Larsen dormía profundamente, mi querido amigo, poeta maldito… La noche está estrellada…pensé en Neruda, en el infinito y en la muerte, a dónde iré al morirme. Hacia dónde me conducirá la noche.
Quizás, como todos los días, mañana vuelva a despertar pensando que nada es suficiente para sentirme bien, ni el amor, ni el dolor, ni la soledad, nada, absolutamente nada.
Mañana, al igual que hoy, será un día de esos lluviosos, infernal.
Robert, ¿escuchaste lo que dije hace un rato?. De repente se levantó y me dijo que estaba a punto de suicidarse, que se sentía terriblemente mal…
Recordé a Elise..., nuestra siempre reciente ruptura, esa anoche andaba ebria y pensé que era una broma suya, igual que otras veces, pero era cierto, tenía otra razón para estar deprimido... hoy no la vi, ni siquiera recibí alguna de sus acostumbradas llamadas, de seguro se marchó con otro. Lo más duro de la vida es el amor, lo más difícil es saber que te han dejado, que te han mandado al demonio... mejor no amar, nunca.
Eso de amar es una mierda, una plasta enorme de mierda. Sobre todo cuando la distancia no es tan sólo el océano de por medio que escupe el rostro en tardes vacías y noches de tormenta, sino el hombre interior que desangra el alma con todo y sentimientos.
Madrid, trece grados, los últimos instantes son cada vez más eternos y las horas se confunden con el miedo, mi amigo Larsen y yo aún buscamos olvidarnos del mundo, creemos en nostalgias y dolores imborrables, pero estamos solos.

sábado, 19 de julio de 2008

"No es país para viejos"



Título: No es país para viejos
Año de producción: 2007
Distribuidora: Universal Pictures
Género: Acción
Clasificación: No recomendado menores de 18 años
Estreno: 8 de febrero de 2008
Director: Joel Coen, Ethan Coen
Guión: Joel Coen, Ethan Coen
Música: Carter Burwell
Fotografía: Roger Deakins
Intérpretes: Woody Harrelson (Wells), Javier Bardem (Anton Chigurh), Tommy Lee Jones (sheriff Bell), Josh Brolin (Llewelyn Moss), Tess Harper (Loretta Bell), Kelly McDonald (Carla Jean), Garrett Dillahunt (Wendell).

Sinopsis
Texas, 1980. Llewelyn Moss es un cazador que está cerca de Río Grande cuando ve una camioneta abandonada con un cargamento de heroína y dos millones de dólares, en lo que parece haber sido una operación fallida del narcotráfico. A pesar de que el automóvil está rodeado de cadáveres, Moss no percibe el peligro y huye con el dinero. Desde ese momento, el cazador es perseguido por sus nuevos enemigos, entre los que se encuentran el despiadado psicópata Anton Chigurh y el desilusionado Sheriff Bell.
Basado en la novela homónima de Cormac McCarthy, "No es país para viejos" es un escalofriante thriller adaptado y dirigido por Joel y Ethan Coen. La película no ha parado de cosechar premios. A los galardones concedidos por la crítica estadounidense, se han unido los 2 Globos de Oro (mejor guión, mejor actor secundario) y las 8 nominaciones al Oscar, entre ellas las de mejor película, mejor director, mejor guión adaptado y mejor actor secundario para Javier Bardem. La cinta, como la novela, habla de violencia, tentación, supervivencia, sacrificio, amor y esperanza, todo ello con la brillantez de diálogos e imágenes de la que hacen gala los hermanos Coen (Ladykillers). Rodada en el Oeste americano, "No es país para viejos" toma la apariencia de western para reflexionar sobre la cultura de la sangre y el fin de un modo de vida.

Crítica

La última propuesta de los hermanos Coen arranca con una declaración de intenciones, una cascada de paraísos áridos del oestefronterizo, cuya polvorienta majestad es la misma, más curtida, que aquella que decoraba la superestructura mitológica del lejano oeste en tiempos de justicia balística y ley de la jungla. "No es país para viejos" desgrana de salida su posición ideológica mediante una sucesión de miradas estáticas al pasado, presente y futuro a través del paisaje. Un ´slide show´ de horizontes del oeste, como lugar geográfico pero también y sobre todo, como salvaje modo de vida. El de entonces, terco y desmadrado, apoltronado en el caos del ojo por ojo, y el de ahora, brutal, agresivo hasta el límite de lo patológico y, desde luego, despojado de cualquier sombra de coartada romántica. Ese es precisamente el frente por el que la herida peor pinta tiene. Los Coen abordan la antiépica del ocaso, que es la de la frontera estadounidense-mexicana como foco de la ética -pero ética al fin y al cabo- de la defensa personal Winchester o Colt en mano. Su última película redefine, en un espejo de ficción prolijo ensímbolos, la relación de ese paisaje inhóspito con la violencia, violencia por demás tejida alrededor de nuevos parámetros (la irrupción del narcotráfico o, simplemente, la extinción de la moral y las buenas maneras en la comisión del delito).

Eso es "No es país para viejos", una radiografía en plano corto de la América que fue y la que es hoy a regañadientes. Encaja la película en el etiquetado del neowestern, pero además es un impecable thriller de toma el dinero y corre que, haciendo camino, se descubre un tratado filosófico sobre la mutación en el tiempo de los modelos de ritualización de la violencia, un cuento moral de profundidades insondables sobre el ocaso de la épica (en la vida y en el cine) y sobre los tumores adyacentes a la transformación, a peor, del paisaje geográfico y moral de la vieja América. Los Coen vuelven a ver la luz, se reinsertan en el olimpo de la gran (con mayúsculas) narrativa cinematográfica norteamericana, despojándose del lastre e una inopia (la que dio a luz "Crueldad intolerable" y, en menor medida, "Ladykillers") demasiado larga. Vuelven en buena hora, al discurso hiperviolento, quirúrgico de color sangre que enunciaran antaño en sus trabajos más tenebrosamente sociológicos, más viscerales y, en consonancia, más malsanamente trágicos ("Sangre fácil", "Fargo" y colateralmente "Muerte entre las flores"). "No es país para viejos" supura, como aquellas, coágulos de mala sangre para sentenciar, no sin una cínica sonrisa de oreja a oreja, que la violencia es un galimatías de círculos concéntricos, un pez que se muerde la cola y, lo peor, muerde también la de los otros peces.

Se reinventan los dos hermanos zambulléndose en la regeneración de lo clásico (en forma y fondo) con una escalofriante película que debe, no obstante, al menos la mitad de su furibunda grandeza al misterioso Cormac McCarthy (autor de la novela homónima). Y es que si algún pero cabe achacar (si es que como tal puede leerse) a los creadores de "Arizona Baby" es la asunción de la A a la Z del punto de vista del ganador del Pulitzer 2007. "No es país para viejos" -merecedora de hacer bulto en los anales del mejor cine estadounidense de la década- es la película soñada por cualquier escritor de altura, una adaptación modélica en todos los sentidos y, al tiempo, dotada de turbadora y colosal intensidad fílmica. Sombreros fuera para elogiar Bardem, actor gigante cuando encuentra director capaz de exprimirle todo el zumo, que, no obstante, no eclipsa a sus dos monstruosos compañeros de viaje, un crepuscular (como la fábula en sí) Tommy Lee Jones y un Josh Brolin haciendo oposiciones a ser el secundario de lujo que todo Dios quiere tener en su película. En síntesis muy sintética: una obra mayor, a la que, indudablemente, el tiempo dará la textura y el color de los buenos vinos.



Sandra Fernández.

El actor español Javier Bardem, recientemente nominado al Oscar al mejor actor secundario por 'No es un país para viejos', nos habla acerca de su película.

¿Qué te parece la historia?
Pensé que era una historia intensa acerca de la violencia, de cómo controlar y detener esta ola de violencia imparable que el mundo está viviendo, que nosotros vivimos.

Se concentra en un grupo de personas que pasan por esas circunstancias, en las que cualquier cosa vale, pero siempre toman el camino equivocado que lleva a la violencia.

Y de cómo el personaje del Sheriff Bell, Tommy Lee Jones, vuelve a pensar en toda la situación que va más allá de los personajes. Creo que trata más del mundo en que vivimos. Pensé que sería una historia potente y, en manos de los Coen, podría llegar a ser realmente intensa y profunda.

¿Cómo te involucraste en el proyecto?
Fue una reunión muy divertida, y me sorprendió mucho que siquiera considerasen ofrecerme el papel. Pensé, todavía pienso que es un gran, bueno, no tan grande, pero es un verdadero desafío, un riesgo que todos afrontamos. Yo creo que va a funcionar, eso espero. No estaba muy familiarizado con la novela, la leí después de estudiar el guión.

Cuéntanos algo de tu personaje
Lo bueno de Anton Chigurh es que no se le puede describir. Ni siquiera se le describe en el libro de Cormac McCarthy. Es un personaje que viene de fuera y al final vuelve a ese mismo lugar, algo que quizá no signifique mucho para la gente que vea esto, pero realmente significa mucho. No necesita ninguna explicación.

Como actor siempre trato de acercarme a las vicisitudes del personaje. Con los Coen nos hemos dado cuenta de que no necesitamos saber nada acerca de Anton Chigurh. Ésa es su fuerza. No se le puede entender por completo.

¿Cómo se comporta tu personaje?
Lo que Anton Chigurh practica es un nuevo tipo de violencia, algo difícil de entender, pero la película se llama No es país para viejos, y creo que en algunos capítulos de la novela el guión y la película hablan de cómo entender esa gigantesca ola de violencia que se apodera del mundo, o que el mundo está aceptando.

Chigurh representa, más que representar, él simboliza esa violencia, y lo que hace durante la película es ir mucho más allá. Creo que demuestra que esa violencia no tiene explicación en muchos de los casos; tampoco tiene raíces. Sólo ocurre y es imparable.

Y por eso siempre sigue el camino erróneo, siempre. Creo que lo que vemos a través del comportamiento de Chigurh es que siempre va a haber un final triste. Quizá no para él mismo, sino para la gente que se cruza en su camino.

¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar con Tommy y Josh?
Es divertido, porque nuestros caminos no se cruzan, lo que supone uno de los puntos más interesantes de la historia. Los dos nunca llegan a interactuar, y se pasan toda la película buscándose uno a otro. En cuanto a Tommy Lee Jones, de veras creo que es un actor increíble, yo le admiro mucho, y me hubiese gustado trabajar con él codo con codo, pero no tuve la oportunidad. Le conocí poco, tuvimos un breve encuentro en el que le mostré el respeto que siento por él, es un buen tipo. Tuve la oportunidad de pasar un tiempo con Josh, es un gran hombre, es muy sensible, divertido, y es genial estar a su lado, te hace sentir bien, y en el papel de Anton Chigurh necesitas sentirte bien, porque es un personaje duro y no quieres estar en su piel todo el día.
Es necesario reírse y sacarlo fuera.

¿Qué piensas de la forma de trabajar de los Coen?
Son únicos, pero al mismo tiempo no son egoístas. Y por eso hacen las películas que hacen, tan abiertas, tan humanas. Además, son unos cachondos, así que son geniales. Es un gran honor estar aquí. Nunca creí posible participar en una película de los Coen, ha sido un sueño, un gran sueño.


¿Cuál ha sido tu experiencia con los hermanos Coen?
Bueno, para empezar, soy un actor español. Quedé con la que ahora es mi agente en Los Ángeles y me preguntó ‘¿con quién quieres trabajar?’ y yo dije que con los Coen. Ése fue mi verdadero deseo. Sabía que nunca iba a pasar, ya que los Coen siempre hacen esas historias profundas tan americanas, algo en lo que difícilmente encaja un español. Después, cuando me llamaron, me pidieron que hiciese esto y yo sólo pude estar agradecido y sorprendido. Siempre pensaba ‘¿cómo será que te dirijan dos personas?’.Es como la misma persona con dos cabezas. Se compenetran muy bien entre los dos. Son verdaderamente sensibles y están al tanto del esfuerzo que todo el equipo hace para crear una buena película.

Música Rock y Fanatismo Religioso



José Pablo Fernández
carpicorg@hotmail.com

(Fragmento)
"Bueno, por lo que yo sé, la música hace feliz a la gente,... o al menos a mi me hace feliz" .
La música rock -entiéndase lo que esta significó en un principio para la sociedad norteamericana y por extensión para las demás que están bajo su sombra-, debía haber sufrido una grave metamorfosis en algún momento antes de que esta pudiese llegar a ser interpretada -por ejemplo- en la mismísima presencia del papa Juan Pablo II. El hecho de que el rock ya no asuste a nadie -como supo reconocer ese prestigioso e inteligente provocador llamado Alice Cooper - puede hacernos pensar con razón que este estudio es algo inútil. Sin embargo el hecho de que espectáculos como el de Nine Inch Nails o Prodigy continúen provocando reacciones similares evidencia que en realidad algunas lecciones no han quedado del todo claras y mucho me temo que podrían volver a dar problemas en otras ocasiones.

Sería una ridícula pretensión mía si tratase con este pequeño artículo cubrir el vacío tan grande que deja este tema en la bibliografía de nuestro país. Lo que desde éste artículo se pretende es -solamente- mostrar, en base a un pequeño recorrido por algunos casos concretos de la historia del rock y una conclusión,... mostrar -decía- en base a estas dos cosas por qué los cristianos conservadores del norte de América no debían haber reaccionado de la forma en la que reaccionaron; especialmente si es que de verdad deseaban seguir el ejemplo de aquel al que proclamaban servir, Jesucristo.

2. Origen y continuidad del enfrentamiento entre el rock y la religion

"A través del rock n' roll, el hombre blanco queda rebajado al nivel inferior del hombre negro. El rock n' roll es parte integrante de un complot para socavar la moral de la juventud de nuestro país. Tiene carácter sexual, inmoral, y es el mejor camino para fusionar ambas razas". Asa Carter.

La imposición del cristianismo sobre las personas no va sólo en contra del derecho humano a practicar o no la religión que cada uno desee, sino que para colmo también está en contra del importante principio del que en la misma Biblia -supuesta norma de fe y conducta del cristianismo- se habla como de 'salvación por fe'. Principio que viene a decir que si el hombre viene a ser salvo por la fe, y la fe es un regalo de Dios, entonces nadie puede salvarse a sí mismo, y mucho menos obligar a otros a ser salvos. No obstante, imposibilitados para salvar a nadie, obligaron a guardar ciertas normas de comportamiento, cierta moral aparente. Lo hicieron los judíos en los tiempos de Jesús y lo han hecho muchos otros en su nombre a través de toda la historia del cristianismo, para triste pena de aquellos a los que no nos gustaría escondernos cuando públicamente nos llaman como a ellos, 'cristianos'. Si bien es cierto que no todos los cristianos han tomado esa postura ante las provocaciones de estos músicos, como bien demuestran por ejemplo los libros de Steve Turner "Hungry for Heaven" , Laurie Mellor "A Desert Song" o Steve Lawhead "Rock on Trial", lo cierto es que la voz más oída ha sido, como casi siempre, la de los menos 'ortodoxos'.

La razón de por qué se produjo este enfrentamiento, por tanto, no debe buscarse en las enseñanzas de la Biblia, sino en prejuicios raciales, sociales y políticos. En los Estados Unidos de América el cristianismo se planteó el rock no tanto como un ataque a su fe sino como un ataque a su ideal de nación blanca, rica, capitalista y especialmente separada del pecado. Buena parte del pueblo negro no estaba muy de acuerdo con la idea de perpetuar esa situación y ellos, que habían sufrido la esclavitud y el terrorismo de manos del hombre blanco, tenían muchas razones para no querer estarlo. La violencia con la que actuaban sobre ellos les servía de muy poco, ya que como contaba un biógrafo de Charlie Parker, uno de los saxofonistas más virtuosos del jazz -denominada en Estados Unidos durante años como 'la música del diablo', los "hermanos y hermanas de allí abajo se colocaban las máscaras cada vez que se aventuraban fuera de su propia vecindad. Los blancos, a excepción de muy pocos, no tenían la menor idea de lo que pasaba tras esas máscaras, o en los hogares". "El objetivo de la vida del negro es hacer pasar gato por liebre al blanco, a la raza de los amos...", declaraba Royer L. Taylor, profesor de Filosofía de la Universidad de Sussex y autor de "El arte, el enemigo del pueblo". El hombre negro, que en público era sometido a las más crueles injusticias, en privado jugaba con la idea del diablo simplemente por llevar la contraria a sus amos. "El blues es místico, es la música del diablo, los salmos que cantaban los negros en las iglesias donde se bebía y fumaba -declaraban los músicos de la clásica banda madrileña Tonky Blues Band-. Es toda una religión, y para reclamarse 'blues band' hay que entenderlo así, como el flamenco; es la música del pueblo". Así es como primero los músicos del blues, y luego los del rock, entendieron y expresaron su música. No porque realmente tuviesen ellos alguna relación con el diablo, sino que, seguros de su éxito, usaban el mismo lenguaje de sus detractores para burla de estos en muchos casos.

Pero de cualquier forma no era esta, la ya dada por perdida población afroamericana la que más le preocupaba al sistema, sino la juventud blanca. "A través del rock n' roll - decía Asa Carter-, el hombre blanco queda rebajado al nivel inferior del hombre negro. El rock n' roll es parte integrante de un complot para socavar la moral de la juventud de nuestro país. Tiene carácter sexual, inmoral, y es el mejor camino para fusionar ambas razas". El problema al que se enfrentaba el cristianismo oficial era que su juventud blanca había quedado fascinada al descubrir el gran atractivo que tenía para ella todo aquello que había asumido por imposición de sus mayores como mera y aparente religiosidad; una mera y aparente religiosidad que la juventud negra ya había desechado. El Presidente del Alabama White Citizen Council declaraba ante las cámaras, mientras posaba orgulloso junto a uno de esos carteles que anunciaban 'Servimos sólo a clientes blancos', "hemos creado un comité de veinte miembros para acabar con ese baile salvaje propio de los negros (negress) llamado rock and roll". El Secretario Ejecutivo del mismo comité añadía: "La obscenidad y la vulgaridad del rock and roll es evidentemente el medio por el cual el hombre blanco y sus hijos pueden rebajarse al nivel de los negros". Era evidente que ese enfrentamiento estaba mucho más relacionado con un desmesurado orgullo racial, social y político que con un fervor por la verdad de la Biblia que aparentemente defendían y detrás de la cual se escondían para hacer lo que bien les parecía. Significativo resulta el hecho de que el rock and roll se estuvo viendo en EEUU durante mucho tiempo como un plan secreto comunista, como bien demuestra el hecho de que, por ejemplo, el predicador Billiy James Hargis llamase a The Beatles "comunistas camuflados". Todavía en 1985, un predicador llamado Jimmy Swaggart, que en esa época aparecía nada más y nada menos que en 750 estaciones de televisión y sistemas de cable, traducía al castellano un pequeño libro titulado "La música: la nueva pornografía", en el cual escribía: "El comunismo mundial puede mirar con verdadera satisfacción la labor que se está realizando actualmente en esta nación que una vez fue grande y cristiana. Creo firmemente que el movimiento punk rock (además de otros aspectos de la escena rock) es inspirado por el comunismo, y hasta por Satanás". Ha habido pocos dedos tan acusadores como el de este famoso predicador, sin embargo ese dedo tan dispuesto a acusar se volvió contra si mismo cuando fue público que él mismo solía practicar una pornografía todavía más literal que la que él había criticado en los músicos de rock. "Tenemos las mismas tentaciones que los demás hombres, y también algunas tentaciones añadidas", escribía en otro de sus folletos. La generalizada sospecha de que había en realidad un propósito oculto y secreto en el rock, sino comunista al menos satánico, unida a sus escasas pruebas, explica que surgiese la idea de que los mensajes los estaban grabando en realidad de forma subliminal. Y es que escuchada a la inversa cualquier música reproduce unos, a veces tenebrosos, y siempre extraños sonidos que bien pueden darse a cualquier tipo de interpretación; especialmente si es que se busca oír algo en particular. Hasta tal punto llegó el asunto que Pink Floyd decidió grabar en Big Blue Sky el siguiente mensaje: "Felicidades, usted ha descubierto el mensaje secreto. Por favor, envíe su respuesta al viejo Pink, en la casa de locos". La iglesia en el norte de America, que ya hacía mucho tiempo había olvidado las palabras de Jesús que decían: "Mi reino no es de este mundo, mi reino no es de aquí", no estaba dispuesta a perder su poderío. "Durante la gira norteamericana de Ozzy Osbourne en 1984 -escribe Mariano Muniesa en 'La Historia del Heavy Metal'-, el reverendo Richard Czachor consiguió que el Gobernador del Estado prohibiera la actuación de Ozzy en Pensylvania, acusándole de realizar apología del satanismo en sus conciertos, mientras durante el resto de la gira, miembros de una organización neofascista norteamericana, el Catholic Youth Center, repartía octavillas y hacían exhortaciones a la gente que iba a entrar al recinto del concierto de que Ozzy era un profanador de iglesias y un enemigo de América, llegando en algunos casos a encadenarse a las puertas del lugar del concierto para impedir que la gente entrara".

Esta actitud fanática ha tomado, afortunadamente menos a menudo, tintes aún más trágicos que aunque ciertamente se dieron en circunstancias aisladas no dejan por eso de ser significativas. Es el caso, por ejemplo, de lo que ocurrió aquel 8 de diciembre de 1980 en el que Mark David Chapman descargó el contenido de su pistola sobre el cuerpo de John Lennon, creyendo él "estar destinado por designio divino a derribar al falso mesías". O lo de aquella noche del 1 de abril de 1984, en la que durante una fiesta familiar en la queel reverendo Marvin después de una violenta discusión acerca de todo aquello que nunca había soportado y que detestaba de su hijo Marvin Gaye (famoso compositor e interprete ajeno a la iglesia) acabó con la vida de su hijo ayudándose de un revolver. La defensa del padre alegó que había sido 'trágicamente provocado' y finalmente fue puesto en libertad condicional durante cinco años por la fiscalía con el cargo de 'homicidio casual voluntario'. El gobierno de Ronald Reagan fue especialmente propicio para la multiplicación de asociaciones en contra del rock. Según Jordi Bianciotto, quien en su libro "La Censura en el Rock" desarrolla mucho más profundamente este tema, su misma esposa Nancy Reagan propuso leyes para que los discos ofensivos estuviesen escondidos en papel de embalar a la hora de ser vendidos. El famoso Tripper Gore, junto a otra ilustre mujer llamada Susan Baker, formó en 1985 la famosa asociación Parent´s Music Resource Center, más conocida por sus siglas PMRC. El Gobierno y la Iglesia, como en otras muchas ocasiones, continúan trabajando unánimes aun hoy en su lucha en contra de este tipo de manifestación. evitando la distribución de determinados discos y la celebración de algunos de sus conciertos. En 1994, por ejemplo, en el estado de Pennsylvania se lograba aprobar una ley que castigaba al menor con jornadas de trabajos que iban de las veinticinco a las cien horas sólo por comprar uno de esos discos señalados, o con un arresto si eras el dependiente que había vendido el disco en cuestión. El hecho de que discos de Roxy Music tuviesen que venderse envueltos en papel verde o de que Perry Farrell (de Jane´s Adiction) fuese llevado a juicio por una de sus portadas, sólo son dos ejemplos más de entre los muchos casos de fanatismo en los que se han inspirado libros enteros. "Es algo que siempre ha existido -señala Jerry Gaskill, de King´s X- Hay un sector de la población americana que siempre ataca todo lo que sea ligeramente diferente a como ellos piensan o sienten. A veces la prensa le da publicidad y a veces no. Creo que simplemente es algo que está ahí.". Además la continuidad de la polémica está garantizada, al menos por parte de ciertas organizaciones. Escrito en una nota al final de los textos que la organización Truth About Rock distribuye para advertir acerca de los males de este tipo de música se encuentra el siguiente testamento: "Puesto que hay un constante movimiento de nuevos grupos en el rock, algunos de estos mencionados antes pueden no ser actualmente muy conocidos. De cualquier forma, ten por seguro que otros grupos han tomado su lugar y continúan presentando un mensaje similar".

jueves, 17 de julio de 2008

"El mundo del arte es, en esencia, conservador"


Nancy Spero The Bomb 1968

La trayectoria de Nancy Spero tiene dos polos: su actitud crítica hacia las políticas del mundo del arte y su feminismo al abordar la poética del cuerpo. Una retrospectiva celebra su obra en Barcelona.

"Artaud me ha ayudado a desmembrar el lenguaje de la autoridad y a reconfigurar lo femenino".

"Ser una artista feminista no implica ser buena; y al revés, que no lo seas no quita valor a tu trabajo".

"La serie 'War' nació de mi furia contra una guerra obscena y sin sentido. La rabia me salía a borbotones".

"Clinton es una mujer muy inteligente y preparada, pero fue una de las pocas demócratas que votaron a favor de la guerra".


En el estudio de Nancy Spero (Cleveland, Ohio, 1926) todo tiene un sentido de rebeldía. Lógico en una mujer para quien la vida no ha sido fácil, como nunca lo es con los fuertes. La noche es bochornosa y pesada en Nueva York, así que nada parece alejarnos de este espacio lleno de ángeles decapitados y constelaciones de amenazas atómicas. Aquí el silencio afirma. Basta con observar las cabezas de papel recortadas y desperdigadas por el suelo que hablan a gritos entre sí para denunciar la obscenidad de la guerra. La asistente de Nancy Spero nos invita a tocar y curiosear todo lo que se nos antoje. La espera puede ser larga. "Se acaba de levantar", advierte, mientras adorna la mesa de la cocina con un jarrón de flores frescas. Cada noche a la misma hora, una ayudante la despierta y prepara para comenzar las tareas del estudio. Desde que en 1960 le fue diagnosticada una artritis reumatoide, con sólo 34 años, la energía, la ira y el sufrimiento físico continuo se han convertido para ella en un acicate, y los utiliza de la misma manera que otros artistas emplean los pinceles.
En las decenas de metros de biblioteca de este loft cercano al Soho aparecen por estratos los nombres de Goya, Canova, Popova, Mantegna, Gericault, Bataille. En un pasillo lleno de estanterías con cajas y rollos de papel asoman otros títulos menos memorables: Fotografías de las campeonas del mundo de culturismo, Aborígenes hermafroditas... Sobre la larga pared horizontal del estudio, una enorme tela pintada por el que fue su marido, Leon Golub (1922-2004), describe brutalmente la alienación del individuo que se disuelve en el caos de la guerra.
Tras casi una hora de entretenida espera, aparece la artista. La primera impresión nos habla de la familiaridad de la ternura. Sus muchos años no han concluido todavía un bello retrato cuya profundidad sólo se advierte por el tortuoso dolor que ella dice haber sufrido desde joven. Comienza una larga cena. O un largo desayuno. La delgadez de su cuerpo se complace con un apetito voraz, y la penosa torpeza de sus extremidades con una ligereza musical en su voz. Como ocurre con todas las personas de extrema sensibilidad y dignidad, Spero parece más interesada en lo que pasa ahí afuera que en hablar de sí misma.

P. Usted sostiene que el movimiento feminista le permitió pintar. Pero al mismo tiempo, su condición de artista radical le apartó de los debates institucionales y la valoración crítica durante los sesenta y setenta.
R. Sí. Y me producía mucha rabia, pero a la vez me daba más coraje. Nuestro activismo lo ejercíamos desde la AIR (Artists in Residence) Gallery, una cooperativa para mujeres artistas que creamos en 1972. También estaba la WAR (Women Artists in Revolution) y el Ad Hoc Comité of Women Artists, donde la teórica Lucy Lippard jugó un papel muy importante. Nos dedicábamos a analizar qué pasaba en el mundo del arte, en un momento, recuerdo, en el que había dinero a mansalva para los artistas y para espacios alternativos. Ahora es muy diferente, el mercado marca las pautas y es muy difícil sustraerse a los efectos del éxito. Por eso el activismo sigue siendo tan importante.

P. ¿No le importa que la encasillen como una autora feminista? Algunas artistas, como Louise Bourgeois, no quieren que se las identifique con este movimiento.
R. A mí me gusta. Aunque ser una artista feminista no implica ser buena; y al revés, que no lo seas no quita valor a tu trabajo. Louise sí estaba interesada en el feminismo, pero quería ser algo más. Es una mujer muy especial.

P. ¿Siguen en contacto?
R. Ahora ya no tanto. ¡Está siempre tan ocupada! Pero somos grandes amigas. La admiro muchísimo.

P. A ella le llegó el éxito muy tarde. Como usted, padeció la indiferencia del mundo del arte masculino. Y ahora está considerada la mejor artista en activo.
R. Es interesante el fenómeno de cómo y por qué alguien se convierte en famoso. El artista nunca controla el éxito de su obra. A Bourgeois le llegó en los setenta, lo que ha pasado después, en la última década, con tantísima obra suya en ferias y museos, está fuera de su control. El mundo del arte siempre busca excitaciones, nuevas cosas que abrazar, flirtear con el peligro, provocar al burgués. Y a la vez busca preservar su respetabilidad. Es en esencia conservador.

P. En su caso, el éxito le llega dos décadas más tarde, con el renovado interés de la crítica por el cuerpo.
R. Sí, pero siempre he dicho que mi obra es hija de mi tiempo. Siempre he querido hacer un arte subversivo, escandalizar.

P. Muchos críticos han observado la influencia de Leon Golub en su pintura. Usted ha luchado para mantener su voz como artista en un mundo masculino. ¿Cómo vive estas comparaciones?
R. Lo decían sobre todo de mis primeras telas de los cincuenta. ¡Claro que tienen que ver con su pintura! ¿Cómo no iba a ser así si trabajábamos juntos? También hubo reciprocidades. Era un toma y daca. Pero enseguida encontré mi propio camino, en mis trabajos las mujeres eran hombres, y al revés, todo era muy andrógino, y más lírico, eran pinturas menos alusivas que las de Leon, él buscaba más la confrontación, pintaba figuras gigantes con expresiones feroces. Finalmente en lo que siempre hemos coincidido es en que no hemos formado parte del mainstream.

P. Se hizo feminista en Nueva York. Y en París, ¿qué ocurrió? Allí estaban las grandes teóricas, Kristeva, Irigaray, Cixous...
R. París me permitió ser artista, allí no me veían como mujer o como madre. Era sencillamente una pintora. En cuanto a todas esas autoras, confieso que entonces no estaba al tanto de sus escritos. Las empecé a leer cuando se tradujeron años más tarde al inglés. Ya entonces vivía en Nueva York. Pero sin duda Artaud fue más esencial para mí.

P. Todo esto coincidió con su abandono de las Black Paintings y del tono, un tanto elegiaco, de su trabajo, y de un formato comercial, el lienzo. Su obra se hace más europea, menos americana.
R. Sí. Decidí usar mi trabajo para examinar e investigar el estatus de la mujer. Era un problema global. En Torture of women hablaba de las víctimas, utilizaba frases de prisioneras políticas. La serie War nació de mi furia contra una guerra obscena y sin sentido. La rabia me salía a borbotones. ¡Quería hacer algo explosivo! Abandoné el lienzo y empecé a trabajar sobre papel y con figuras muy pequeñas. Era mi rebelión personal contra las preferencias de los coleccionistas. Humedecía el papel, escupía y frotaba y después dibujaba con tinta y gouache lenguas que a la vez eran las armas de guerra. Querían ser un manifiesto contra una guerra que podía haber movilizado a mis hijos. De esta forma desmitificaba la pintura. La obra de Artaud, el hecho de que fuera juzgado como un loco, de que fuera silenciado, fue para mí un vehículo para mostrar mi desacuerdo con el mundo del arte, y con el mundo, en general.

P. Algunas teóricas feministas abrazaron la obra de Artaud. De él Susan Sontag escribió que era "uno de los grandes cartógrafos osados de la conciencia in extremis" (New Yorker, 1973). Y Kristeva afirmó que sus escritos eran "una inmersión bajo el agua y bajo la materia, donde la violencia oscura y mortal de lo femenino es, a la vez, exaltada y estigmatizada".
R. Era por la manera en que jugaba con el lenguaje. Artaud rompió muchas fronteras. Era un salvaje fantástico. Lo más extremo que había leído. Hablaba muy a menudo sobre su lengua, cómo fue cortada, sobre el hecho de ser castrado. Y ésa era mi sensación como artista. El rechazo del lienzo era una postura de desafío, sacar la lengua, desafiar y burlarme del mercado. La consecuencia fue que cuando llevaba mi obra a las galerías, no la entendían. Para mí eran pinturas, para los galeristas eran, simplemente, arqueología. Todos esos símbolos del Antiguo Egipto o los juegos de palabras inspirados en jeroglíficos... Había creado un nuevo lenguaje de signos. Pintaba mujeres atletas desnudas, diosas, incluso modernas, como Marlene Dietrich, que saltaban encima de frases misóginas escritas por Nietzsche o Derrida, como aquella que decía que la esencia de la mujer era nula, y que las mujeres feministas eran hombres. Todo esto lo rechazaba el mercado.

P. Usted, que ha pintado tantas lenguas y mujeres fálicas, ¿cómo ve la de Hillary Clinton?
R. Clinton es una mujer muy inteligente y preparada, sin embargo fue una de las pocas demócratas que votaron a favor de la guerra. El poder es terrible. Con George Bush todo ha sido más evidente y pornográfico. Como americana, todo esto me decepciona. Y está ocurriendo en un país que tiene una idea maravillosa de lo que es la democracia. El nuestro no es un mundo feliz. Todo esto me da miedo y a la vez me enoja. No hay mucha diferencia entre el mundo que inspiró mis dibujos de las War Series y el de ahora. Es un contínuum terrible. La culpa la tienen nuestros políticos. ¿Cómo hemos podido permitir este horror? ¿Qué está ocurriendo con la raza humana? Y me hace pensar que las mujeres no somos perfectas. Muchas están orgullosas de mandar a sus hijos a la guerra. Es mejor creer en el individuo.


ÁNGELA MOLINA 12/07/2008. Babelia

viernes, 11 de julio de 2008

"El ángel literario"




Murvin Andino


Luego de una que otra indagación profunda en el subconciente, una persona no es capaz de decir con certeza, por qué se decide a escribir, creo simplemente que es algo interior que lo obliga casi imperceptiblemente a ser un creador, un artista, lo más probable algo innato que aguarda el instante de vida más propicio para desarrollarse.
¿Por qué alguien empieza a escribir? En la vida de personas con muchas o tan pocas circunstancias propicias, ¿existe el momento de la primera inspiración literaria, de un despertar narrativo? En "El ángel literario", Halfon, en una serie de cinco relatos biográficos, pretende plantaernos sobre la especie de los escritores con ejemplos significativos de laliteratura: Hermann Hesse, Raymond Carver, Ernest Hemingway, Ricardo Piglia y Vladimir Nabokov, el narrador, que pudiera o no ser Eduardo Halfon, intenta ubicar el instante preciso en que un ángel vuela por encima de alguna persona y la obliga a caer, como en un oscuro e interminable pozo, en la literatura. "El ángel literario" es una indagación apasionante, un híbrido entre novela, diario fragmentado y colección de cuentos, ensayos y entrevistas, y que se gesta a sí mismo, que detalla y registra el minucioso proceso de su propia escritura intentando descifrar el enigma de la llamada de las artes, y que figuró entre las obras finalistas del XXI Premio Herralde de Novela 2003.

Fragmento de El Ángel literario


Hace algunos días, fumando con insomnio a las tres de la madrugada, le escribí a Enrique preguntándole por sus influencias como escritor. Hay dos, por lo menos, según me estoy enterando.
La primera ocurrió cuando él tenía dieciséis años, en un cine barcelonés, la noche que estrenaron la película "La noche" de Antonioni, con los actores Marcelo Mastroianni y Jean Moreau. En la pantalla, el galán Mastroianni era y tenía las dos cosas que el entonces joven Vila-Matas quería ser y tener: era escritor y tenía una mujer estupenda. Empezó a adorar la imagen pública de esos extraños a los que llamaban escritores, en especial a Boris Vian, Albert Camus, Scott Fitzgerald y André Malraux; todos, entiendes, me escribió él por su fotogenia, no por lo que hubiesen escrito. Cuando mi padre me preguntó, entonces, qué quería estudiar (él tenía la callada idea de yo quisiera ser abogado), le respondí de inmediato que pensaba ser como Malraux. Quería ser como Malraux. Mi padre guardó silencio. Recuerdo muy bien su cara de estupor. Ser Malraux, me dijo enfadado, confundido, no es una carrera, eso no se estudia en la universidad. Hoy, años después, sé muy bien por qué deseba ser como Malraux, por que ese escritor, además de tener una expresión del hombre curtido, se había construido una leyenda de aventurero y de hombre no reñido con la vida. Lo que ignoraba era que para ser escritor había que escribir, y escribir bien, algo que requiere valor y, sobre todo, una paciencia infinita, una paciencia que Oscar Wilde definió muy bien. Dijo él que se había pasado toda la mañana corrigiendo las pruebas de sus poemas, y que al final sólo paró quitando una coma. Por la tarde la volvió a colocar.
Otra de las influencias literarias de Vila-Matas, según me acabo de enterar con cierta simpatía, es Ernest Hemingway. Con Enrique compartimos el amor por suicidios ejemplares, lo borgesiano -como él lo llama-, la escritura sobre la escritura y Hemingway, especialmente el Hemingway de París. Acabo de escribir, me escribió hoy, "París no se acaba nunca", novela autobiográfica con título hemingwayano, donde cuento mi experiencia de París a mediados de los años setenta cuando fui a esa ciudad a triunfar, me escribió, porque había leído "París era una fiesta", libro decisivo para mí. Y para mí también, pienso. Es, en 250 folios, continúa explicándome, la historia del imitador de Hemingway en París. Para tu novela, me escribió, si ya me permites llamarle novela al embrión que me describes, se me ocurre el caso de García Márquez, en Aracataca leyendo Kafka, en México leyendo a Rulfo, en París sin un centavo escribiendo su obra maestra. También Juan Marsé. Siempre me pareció interesante por qué un tipo tan joven y bruto del barrio de Guinardó cae en algo tan sofisticado como leer novelas y, sobre todo , escribirlas. Ya pensaré en otros. ¿Un ángel literario, entonces? Walter Benjamin dijo que un ángel nos recuerda todo lo que hemos olvidado. Puede ser. Recibe un abrazo de tu incipiente lector.
Hay un zancudo hijueputa que voy a matar, se quejó batiendo el aire con la mano. Estábamos sentados fuera, en la terraza de la Librería Sophos, con un gran rótulo enfrente de nosotros anunciando que el nuevo libro de Harry Potter ya estaba agotado. Era un lunes lluvioso. Horacio Castellanos Moya, puntual como siempre, llegó con el pelo revuelto y luciendo un traje color oliva. Pedimos dos cafés. Yo nací para ser escritor, me contestó de inmediato. No, hombre, qué va, de niño ni siquiera me gustaba leer, mucho menos escribir. Pensaba que eso de los libros eran puras mariconadas que nos enseñaban los hermanos maristas. Pero eso si, vos, yo nací para ser escritor, repitió dándole pequeños tragos a su café caliente. Hay en mi familia un chorro de tíos y abuelos que fueron poetas frustrados. Un chorrro, de ambos lados. Del paterno tenía un tío periodista que jamás publicó sus poemitas. Se llamaba Jacinto Castellanos Rivas, era hermano mayor de mi padre, fue amigo de Salarrué y el secretario privado del dictador Martínez. Se paró suicidando. Ahora, del lado de mi mamá, hay dos. Los poemas de mi abuela, Emma Moya-Posas, aparecen en varias antologías, aunque no son muy buenos. Poemas de señora, medio cursis. ¿Perdón? Así es, vos, mi segundo apellido originalmente es compuesto. Pero el Posas sólo me estorbaba, y entonces lo quité. Pues de ese lado también hay un tío poeta que se suicidó, David Moya-Posas. Todos poetas frustrados. Soy la tercera generación de frustrados que hace el intento. ¿Qué cómo empecé a leer? Se quedó callado, recordando mientras un grupo de gringas mochileras y obesas desfilaba ante nosotros. Mirá, vos, suspiró, a mí lo que me interesaba era la música. Tenía dieciséis años. Medio que le entraba a la guitarra y con un amigo hacíamos cancioncitas . Me gustaba andar componiendo canciones. De allí conocí la música de gente como Bob Dylan, y su lírica me fascinó. O sea que empecé a entrarle a la poesía a través de canciones. Un vaso con agua, por favor Baudilio, le dijo al mesero. ¿En qué estaba? Sí, la música. Pero el descubrimiento literario fue el señor Withman. Seguro. "Hojas de hierba" fue el primer libro que rompió mi esquema escolástico de literatura, por completo. Eso sí me interesaba. Ya no eran aquellas pendejadas que leíamos en la escuela. De allí pasé a Hernry Miller. Qué hijueputa, "Primavera Negra". Otro gran libro que me marcó. También el diario de Pavese. El tremendo Dostoievski. Y hay más, por supuesto. ¿Qué? ¿Un momento específico querés?¿Uno solo? Castellanos Moya abrió bien los ojos, como si eso lo ayudaría a ver en el pasado, y con ambas manos se alborotó aún más la melena. Endiablado, me sonrió. te diría, vos, que yo me convertí en escritor el día que vendí mi guitarra para poder comprarme una máquina de escribir. Ese día entré yo en la literatura. Ése fue mi momento, seguro. Todavía recuerdo aquel mamotreto negro, Royal creo que era la marca. Y empecé a escribir poemas y más poemas, pasé tres años escribiendo sólo poemas antes de entrarle a la narrativa. Ah, gracias Baudilio. Descansando, Horacio tomó un largo trago de agua. me preguntó si ya me había dado la dirección en Blanes que le pedí y subió las cejas cuando le mostré el papelito arrugado. Bueno, vos, ¿me das un aventón al periódico?



miércoles, 2 de julio de 2008

El aliento de Hank




ANDREA AGUILAR. Babelia.




"Bukowski es peligroso para un escritor. Su melodía es contagiosa", dice Ray Loriga



Porque dice las cosas como son. Porque habla de perdedores. Porque eleva la sucia resaca a la categoría de arte. Por las portadas de Robert Crumb que acompañaban sus ediciones en castellano. Por títulos tan explícitos y provocadores como La máquina de follar. Catártico y revelador, Bukowski embrujó a muchos de sus primeros lectores en España. También a un buen número de jóvenes escritores y poetas. "Ha sido un escritor de culto", sostiene el crítico y catedrático Germán Gullón.
Detrás de todo aquello estaba el chico malo, el autor borracho, bronco y promiscuo. Y por delante una legión de devotos noqueados, que todavía evocan el impacto de aquellas lecturas.
"Empecé a leerle cuando tenía 18 años. Me atrajo su voz, su irreverencia, el personaje que había creado, también la leyenda. Era una lectura que te exigía poco y te daba muchísimo. Era un referente generacional", cuenta la poeta Miriam Reyes. "Recuerdo el subidón que me dio leer aquellos libros finalizando los setenta. Eran como una puerta abierta a no sé qué mundos, ni siquiera sospechados entonces. Bukowski era una bocanada tras otra de aire impuro. Daba gusto mancharse con su literatura", afirma el también poeta Karmelo Iribarren, que se mantiene fiel a este autor 30 años después de su primer encuentro.
Los excesos tarde o temprano pasan factura. En esto, parece que la literatura no es excepción. "Conozco los trucos del jefe. Tiene una expresión con una potencia salvaje y una mirada ácida sobre el mundo contemporáneo, pero creo que es más importante como lectura de aprendizaje que de continuidad", sostiene Pablo García Casado. Rodrigo Fresán va más allá. "Su obra vale en sí misma como la de Carver, pero es una lectura algo adolescente. Si sigues leyéndolo a los 50 es un poco triste". Este novelista rechaza de plano la figura del escritor-personaje: "Lo que no me interesa en absoluto es el mito, ni los seguidores del mito Bukowski, ni Sean Penn, ni Matt Dillon". Y en esto parece que hay consenso. El aura maldita ha perdido encanto. "Ha triunfado por las razones equivocadas, por su leyenda de outsider. Me interesa su literatura; me dan igual sus borracheras. Toda su obra se puede poner junta. Da el testimonio literario de su vida en una misma nota. Es un magnífico escritor, original y personal, que convierte en fácil lo difícil", sentencia Ray Loriga. Él pasó de lector a coleccionista y al hablar de lo suyo con Bukowski piensa en Obélix -"yo también me caí en la olla"-. Y lanza un aviso: "Es peligroso acercarte si eres escritor. Su melodía no produce buen contagio. Es difícil acercarse a autores tan fértiles, que han dado con una fórmula perfecta, sin caer en la parodia".
"La herencia de Bukowski es en muchos casos lamentable. Es uno de esos autores que abren la puerta a escritores clones que involuntariamente hacen copias patéticas", señala Fresán. Pero para Benjamín Prado la responsabilidad tiene un límite: "Uno no es culpable de sus discípulos".


El maldito Hank destilado por el correr de las ediciones y de los años tiene aún mucho que ofrecer según Prado: "Tiene frescura e inmediatez, un pie en el pasado beat y otro en el realismo sucio. Conviene más leerlo que opinar sobre su personaje. Hoy queda lo mejor de él, aquello que no le hizo famoso. La imagen de borracho, underground, violento entregado al sexo es menos importante que novelas como Cartero o Factótum, en las que reflexiona sobre las personas desfavorecidas, sobre una América real. No todo es Nueva York y Paul Auster". Y en esto, reconoce Pablo García Casado, se encuentra parte de su imperecedero encanto. Bukowski es un buen revulsivo para lectores cansados de historias de "un profesor de instituto que se enamora de su vecina".
La denuncia social fue el factor diferencial en el flechazo de David González con el autor de La senda del perdedor. Y lo sigue siendo. "Descubrí su obra cuando me encontraba en la cárcel cumpliendo una condena por atraco a mano armada a una sociedad cultural. Me interesó la temática marginal, en la que tenían cabida los desheredados, y me sigue interesando. La sociedad en que vivimos es un fiel retrato de lo que describe. Es un poeta social, comprometido con la gente humilde y trabajadora, con quienes subsisten gracias al cheque de desempleo. Además, ha conseguido recuperar el estatus de la lengua nuestra de todos los días".
Belleza, ternura y una acuciante falta de cariño. Suena a Bambi pero es Bukowski. "Con el tiempo, dejó de interesarme su leyenda. Empezó a maravillarme la ternura que podía haber en esa mirada. El nihilismo más como muestra de desamparo que de rebelión", explica Miriam Reyes. Pablo García Casado añade: "Bajo la dureza hay una esperanza". Y para Karmelo Iribarren sus infravalorados humor y ternura "sólo están al alcance de los grandes".
Incluso quienes no han caído rendidos a su descarnado encanto reconocen valores en Bukowski. "Nunca me han interesado ni su temática, ni su estilo, pero tiene una voz inconfundible y eso es un gran logro. Su poesía parece simple pero esconde mucho más. No es un poeta gratuito", afirma Elena Medel.
José Ángel Mañas se apunta a la no estilización de la realidad, al "feísmo" que admira en el autor de Factótum y aventura una genealogía: Miller, Kerouac y Bukowski son "los hijos bastardos de Proust", con Céline de por medio. La conexión parte de la novelización de la propia vida -"no tiene nada que ver con el estilo", aclara-.
¿Abrió Bukowski una ventana inexistente en la literatura española? "Aquí existe también cierta tradición realista al estilo de la tradición bukowskiana, empezando por Cervantes y la novela picaresca, por Quevedo, Pío Baroja o Arturo Barea", apunta David González. García Casado habla de un cambio de perspectiva: "Frente a la narrativa española, algo acartonada, él plantea una manera de decir lo que hay que decir. Aquí ha sido muy maltratado por cierta crítica, porque pone el dedo sobre lo políticamente correcto, sobre el buenismo de izquierdas. Les costó meterlo en la caja".