viernes, 25 de marzo de 2011

Alessandro Baricco : "La literatura es como una imbecilidad, no tiene definición"

Alessandro Baricco.

Alessando Baricco (Turín, 1958) es un orador nato: "La literatura es como una imbecilidad, porque no existe una definición concreta, sino muchos ejemplos", aclaró en la rueda de prensa el estratega de la palabra y creador de entornos irreales.
El autor de bestsellers como Océano mar (1993) o Seda (1996), acaba de publicar en España Emaús (Anagrama), que presentó en Barcelona en el festival literario Kosmopolis, organizado por el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB). Baricco apuesta en su nueva novela por abandonar lo misterioso y desconocido, y acercarse al mundo real a través de las vivencias de cuatro adolescentes de clase media baja, en una ciudad del norte de Italia, en los años setenta.
El título del libro hace referencia a un pasaje bíblico del encuentro de dos peregrinos con Jesucristo resucitado. "Se trata de un libro extraño también para mí, con trazos autobiográficos, y basado en una realidad reciente", reconoció ayer Baricco. Recurriendo a una narrativa elocuente y poética, lejos de la novela costumbrista, Emaús muestra el contraste entre dos mundos que conviven en una ciudad. Por un lado, el de la alta burguesía, personificada en el tópico de joven sensual y libertina, llamada Andre. Por otro lado, el enclave cerrado y regido por los preceptos de la fe católica al que pertenecen los cuatro protagonistas, Bobby, Luca, el Santo y el propio narrador.
"Andre simboliza para ellos el mundo abierto, al que sólo podrán tener acceso por unos instantes", explicó Baricco. Sexo, masturbación, menage a trois, abortos, muerte, travestis. De la mano de Andre, un mundo inalcanzable se abre a los cuatro muchachos, aislados en un entorno asfixiante, condicionado por la estricta formación católica, la represión sexual y los problemas familiares.
Según Baricco, a la voz del narrador se le superponen muchas voces: "La de un joven de joven de 17 años, la de un hombre que recuenta su vida 30 años después, etc". "Es como escuchar música con dos instrumentos distintos, de una manera simultánea", especificó el autor italiano.

Tomado de: Publico.es

sábado, 12 de marzo de 2011

Dan Fante: "Bebía para apagar mi mente, hasta perder el control"

Dan Fante (Foto El País)

El alcohol y la muerte del escritor John Fante, principal representante del 'realismo sucio' en la línea de Bukowski, protagonizan 'Chump Change', la primera novela autobiográfica de su hijo

Algunos se hacen escritores por pasión. Otros, para desvelar algún misterio. Dan Fante empezó a escribir para no dispararse una bala en la cabeza. Alcohólico depresivo con tendencias al suicido, un día en los ochenta Fante dejó de repente de beber, antes de que este cóctel le matara (confiesa), y dedicó los siguientes 18 meses a llevar a cabo su primera novela, Chump Change, que salió a la venta en 1998. Ahora Sajalín Editores ha decidido publicarla en España y Fante, estadounidense de 67 años con un sombrero de vaquero y un pendiente dorado colgando de la nariz, se ha venido a Madrid para promocionar su obra. En la librería Tipos Infames, la demostración de que los tiempos han cambiado está en su bebida: Coca-cola con limón.

Aquellos que conozcan el estilo de su padre, el fallecido escritor italo-americano John Fante, multipliquen tranquilamente su dureza por dos o tres. El protagonista de Chump Change, Bruno Dante, bebe cantidades masivas de alcohol, vomita cada dos por tres, odia a su mujer, a la que roba la tarjeta de crédito, busca orgías homosexuales en los cines porno y alquila los servicios a una prostituta de 15 años. Demasiado para las 40 editoriales estadounidenses a las que Fante propuso su libro, que lo tildaron de "pornográfico". Acabó publicándolo en Francia antes que en su país. Para Fante su obra es sin embargo "real, mucho más que la América que muestran las sitcom".

Real, decíamos. O más bien autobiográfica. Es fácil ver detrás del alma perdida de Dante el pasado complejo de Fante: "Bebía hasta perder el control, para apagar mi mente. Una noche me bebí cuatro litros de vino. De hecho, tenía gripe dos veces a la semana por el veneno que me metía en el cuerpo". También la dificultad de enfrentarse a la muerte del padre une a Dan y Bruno. Y el ser "un peligro, un riesgo", como le suelta su jefe al personaje. "Me compré una pistola porque la gente me molestaba. Varias veces pensé en matar a alguien. ¿Por qué no pasó? Suerte, supongo...", cuenta, en tono divertido, la nueva versión de Dan Fante. Pero hay una diferencia, además de una letra del apellido, entre Bruno Dante y él: "Lo que le pasa al personaje en tres semanas representa 10 años de mi vida".

La sombra paterna

El punto central de la novela es la hospitalización de Jonathan Dante, el padre de Bruno. Para darle un último adiós a su progenitor, al que los médicos ya no conceden esperanzas, el hijo se va a Los Ángeles. Una relación compleja une el alcohólico protagonista de Chump Change a su padre, escritor y guionista. Son justo los mismos oficios de John Fante. Y la relación de Dan con su progenitor tampoco es que fuera muy simple: "Para él, los niños eran como sillas, mobiliario que se interponía en su camino. Y era muy impulsivo, muy voluble". Tanto que el pequeño Dan había creado un ritual al volver a casa. Se asomaba a la puerta y solo si nadie estaba gritando o no había ruidos de objetos que se rompían entraba y se iba a su cuarto.
John Fante falleció en 1983, pero le dio tiempo a ver el arranque de la carrera de narrador de su hijo. Cuenta Dan que le gustaba cómo escribía. Y eso que solía decirle: "No eres muy listo. Tal vez podrías ser un buen carpintero". Probablemente el estilo le recordara a John el suyo: "Ambos somos directos. Frases cortas, ideas claras, para que la gente entienda todo fácilmente. Al introducir un personaje, no nos paramos a explicarte qué le pasó cuando tenía 12 años: seguimos adelante".
Otros autores que dejaron mella en Dan Fante fueron Hubert Selby y Charles Bukowski. Pero el americano se dejó llevar sobre todo por su obra: "Cada día leía las dos páginas anteriores y proseguía. No tenía ni idea del final". Fueron los personajes, la historia misma, a guiarle. Cuenta Fante que eran como espectros que le visitaban continuamente: "Me iba a tomar un café con unos amigos y me aparecía un personaje del libro y lo que le ocurriría". Le ha pasado con cada una de las cinco novelas que ha escrito sobre Bruno Dante. Por esto entre una y otra se dedica a poemas o comedias, "para descansar".

Antes de llegar a ser escritor, Dan Fante hizo de todo. Taxista, vendedor puerta a puerta, limpiador de ventanas, y "muchos más trabajos horribles". Pero la peor experiencia fue en una compañía publicitaria: "Tenían que pasar sus informes al formato de microfilmes. Era el encargado de ponerle grapas a todos los informes. Tenía un dedal para no pincharme". Años luz de distancia con el Fante de hoy en día, felizmente casado y con un hijo de seis años, Giovanni Michelangelo. "Le di un nombre así de largo para joderle el día que tenga que hacerse el pasaporte", estalla en carcajadas el escritor.

Parece que, a los 67 años, hay pocas experiencias que Fante todavía no haya probado. Está "encantado" con su vida, pero en su lista de las cosas que hacer antes de los 70 sí queda espacio: "Aprender a tocar la armónica y a hablar italiano, lanzarme con un paracaídas de un avión, ir a más de 300 kilómetros por hora con un coche deportivo". Es impresionante lo que puedes hacer, si renuncias a dispararte en la cabeza.
Tomado de Diario El País