martes, 16 de agosto de 2011

"Una cuarta dimensión nos acerca"

Manuel García Verdecia en una conferencia en la AHS (Asociación Hermanos Saíz) en la ciudad de Holguín, una tarde del 19 de junio de 2010.



Gracias al amigo Otoniel Natarén que envió esta columna publicada hace unos días en el Portal de Radio Ángulo de Cuba por Manuel García Verdecia refiriéndose al libro de Oto que reúne poetas sampedranos y holguineros Cuarta dimensión de la tarde.


Manuel García Verdecia
Holguín, 7 de agosto de 2011

Siempre he insistido, aunque nunca será lo suficiente, en que se debe cuidar y exaltar toda acción que acerque a los seres humanos y que implique un estímulo a presupuestos éticos y estéticos que los enriquezcan. Cada día al levantarnos recibimos el impacto de mil noticias descorazonadoras que, indudablemente, nos hacen dudar de la racionalidad y sensibilidad de nuestro prójimo. Tal vez en los medios, en las artes, en las letras, con el afán de hacernos ver y reaccionar consecuentemente, se hace un énfasis excesivo en lo negativo del acontecer y el proceder del mundo. Por eso, no hay que ser remisos cuando estemos frente a acciones que se encaminan hacia territorios más amables y benéficos. Tal es el caso de la publicación de Cuarta dimensión de la tarde (Antología de poetas hondureños y cubanos).

Este libro es la flor gentil de la amistad, el goce de crear y el deseo de reunir. La idea surgió una tarde holguinera luego de una lectura de versos, en la continuación de la conversación y el afecto. Un grupo de poetas fervorosos pensó que no podían echarse a esperar por los mecanismos y las vías establecidas para conseguir una relación más enriquecedora y dialogante entre seres que se presuponían pero no se conocían. Es así que los poetas Otoniel Natarén, de Honduras, y el cubano Rafael Vilches, propusieron reunir autores de las dos naciones en un libro que concretara amistad y esperanza en la forma más sugerente, una selección de poemas. Ellos se encargaron de la selección de los textos, mientras se recababan otros esfuerzos. Luis Yuseff, el poeta que dirige Ediciones La Luz en Holguín, se encargaría de viabilizar la legitimidad del proyecto por la parte cubana. Se logró involucrar también al Centro de Estudios para el Desarrollo Sociocultural. Por allá, los poetas hondureños localizaron apoyos para la parte editorial, tarea ardua en medio de los contrariados aires que azotaron a esa nación tras el brutal derrocamiento del presidente legítimo Manuel Zelaya.

Ha sido un largo lapso de dudas y angustias pero, al fin, ya está el libro en cuerpo palpable y deleitable. Cuenta con un elegante diseño de Taimí Ocampo. Ella empleó un sugerente cuadro del pintor holguinero Yiovani Caisé (artista de amplio reconociendo y cuya sutil calidad realza los valores intrínsecos del libro) para la cubierta, donde naturaleza y arreboles de cielo sugieren el ámbito poético. Consigue una muy precisa presentación que incita a acercarse al objeto-libro. En lo interior logra la diseñadora un formato ágil, que evita tropiezos y guía la fluida lectura. La edición, muy cuidada y experta, la realizó Luis Yuseff y la corrección, Adalberto Santos. La impresión estuvo al cuidado de Otoniel Natarén, la cual se realizó por la Editorial Nagg y Nell de San Pedro Sula, en un trabajo muy profesional. Como se advierte, un equipo en que todos son poetas fue el que se ocupó del proceso de producción del libro, por tanto suman al criterio técnico el más inefable y valioso del conocimiento de la poesía.

El libro reúne textos de doce poetas hondureños y veintiséis cubanos. Aquí creo ver una muestra de la gentileza de los amigos hondureños que prefirieron quedar por debajo en la cifra. Es una pena que no se hubiera equilibrado mejor el número de autores del país centroamericano para brindar mayores matices al conjunto. No obstante, la calidad textual en ningún momento demerita el esfuerzo ni la representatividad. Por el fraterno país aparecen: Marco Tulio del Arca, José Antonio Funes, Jorge Martínez Mejía, Jessica Sánchez, Otoniel Natarén Álvarez, Carlos Rodríguez, Murvin Andino Jiménez, Julio César Antúnez, Gustavo Campos, David Mauricio Pacheco Flores, Naín Serrano y Darío Cálix. Estos, según se nos dice en la presentación, cubren un espacio etario que va de los 63 a los 22 años, promediando, según la prologuista, “los dorados treinta abriles”.

La parte holguinera es nutrida y está consistentemente representada. En ella aparecen obras de poetas ya bien publicados y premiados como Delfín Prats, Luis Caissés y Mayda Pérez Gallego, hasta autores que recién hornean sus primeros versos como Zulema Gutiérrez, Eliécer Almaguer y Yoan Ricardo. Completan la lista Manuel García Verdecia, José Poveda, Maribel Feliú, Rafael Vilches, Gabriel Pérez, José Luis Serrano, Ronel González, Alfonso del Rosario, Pablo Guerra, Luis Yuseff, Hugo González, Adalberto Santos, Yoenia gallardo, Irela Casañas, Yanier Palao, Fabián Suárez, Taimí Ocampo, Moisés Mayan, Lisandra Navas y Elizabeth Reinosa.

La antología cuenta con sendos prólogos que ubican al lector en el entorno y la médula de cada una de las poéticas presentadas. Para uno y otro se escogió a autoridades académicas que están debidamente relacionadas con el mundo creativo que se proyecta. Ambos textos introductorios son concisos pero atinados e ilustrativos. Al tratar del panorama poético expuesto por los autores hondureños, la catedrática Helen Umaña certeramente expone:

«Tres generaciones que no han volado los puentes entre sí, razón por la cual no pierden un cierto aire de familia cuyo rasgo más significativo podría ser la huida del verso dulzón o sentimental (…) Afectos a la sobriedad y a la mesura, privilegian el habla cotidiana, lo cual no es óbice para que se acuda, con gran conocimiento del oficio, al verso críptico en donde el signo deliberadamente se oscurece (…) no desdeñan, inclusive, el vocablo rudo si ese es el que dice justamente lo que se quiere decir.»

Por su parte, la doctora Maricela Messeguer sintetiza la producción poética de los holguineros en eficaz síntesis:
«Los poetas cubanos de la ciudad de Holguín que acuden a la cita (…) se encargan de transmitir toda una gama de emociones que van desde las más sutiles formas que adopta la tristeza, hasta el jubilo despertado por un amor compartido.
«En todos los casos, se observa la inquietud hurgadora en las certezas del tiempo actual, la angustia reflexiva sobre un acontecer no siempre cierto, el ansia de alcanzar nuevas coordenadas del ser.»

En los dos prólogos hay una justa sinopsis de lo específico que ayuda al lector a proveerse de una mínima orientación antes de penetrar los laberintos creativos expuestos.

Lo anterior resulta provechoso pues hay un elemento interesante. La antología que se compone de dos universos poéticos, al estructurarse en aparición cronológica e incluir textos que ilustran las líneas creativas de cada poeta, puede efectivamente funcionar como dos microantologías. De manera que por una parte se puede tener una visión somera, panorámica pero veraz de la poesía hondureña y, por otra senda, se logran importantes vislumbres de la poesía cubana contemporánea.

Resulta fructífero tratar de hallar los ecos de contacto entre ambas poéticas. Hay temas que se visibilizan en ambos lados. Encontramos el amor, la impronta de la ciudad en la persona, así como la indagación en la complejidad existencial del individuo y su defensa como último reducto de libertad.

De igual modo, en determinados casos se hallan actitudes poéticas que alcanzan curiosamente resonancias confluyentes. Léase los advertencias sobre el amor y sus erosiones en el ser según lo muestran José Antonio Funes y Delfín Prats. También, asomémonos al ámbito de la familia y el espacio vital del sujeto que reflejan Naín Serrano y Luis Caissés o a la densidad reflexiva en torno a los dilemas del hombre en Gustavo Campos y José Poveda o Pablo Guerra. Atiéndase a la ironía plena de irreverente sinceridad sobre lo cotidiano que enarbolan Jorge Martínez y José Luis Serrano o a la angustia existencial en Murvin Andino y Maribel Feliú. Véase los elementos de la cultura pop y musical que emplean Carlos Rodríguez y Hugo González. Acérquese a la médula de la mujer sola y amante que nos brindan Jessica Sánchez e Irela Casañas. Obsérvese el laconismo epigramático matizado de sutil humor con que asumen el mundo Julio César Antúnez y Mayda Perez Gallego. Esto nos habla de un universo y una actitud cognoscitivo-afectiva correlativos.

Hay además un interés por incorporar disímiles citas literarias y culturales que sirven para dibujar el mundo donde se imbrican y se afanan estos sujetos. Así mismo sirven como sugerencias metafóricas que activan conocimientos ya asentados en el lector. También resulta común una actitud de inconformidad con un mundo nada solidario ni piadoso con el individuo. Esto también despierta una actitud resistente cuando no agresiva contra ese mundo.

Sin embargo verificamos un aspecto donde se separan ambas poéticas. Notamos un afán experimental más apuntado, así como un mayor apego a la palabra oral, en los poetas hondureños que en los holguineros. Tal vez en su medio, la oralidad constituya un elemento no solo de preservación de la memoria sino de identificación en causas comunes. En los holguineros, es notable un gusto neoclásico, con una mayor inclinación por la palabra que habita en la escritura. Esto puede ser un modo también de rechazar cierto abuso del discurso oral desvalorizado por los medios.

En fin, Cuarta dimensión de la tarde es un libro necesario, muestra del desprendimiento amistoso y la creatividad participativa. El él hallaremos unos cuantos poemas hermosos, inquietantes, definitivamente conmovedores. Puede servir como simple lectura de solaz, como vara de instigar pensamientos ineludibles, como índice para nuevas aventuras indagadoras o simplemente como un amoroso signo de solidaridad. Su presencia deviene acicate de celebración y esperanza, en la conciencia de lo que advierte el hondureño José Antonio Funes, “… la poesía es una caricia inédita, el bálsamo que alivia todos los dolores del mundo…”, y con la razón con que distingue el holguinero Delfín Prats a los verdaderos poetas: “Ellos vieron / del otro lado del horizonte / abrirse las constelaciones.”