viernes, 7 de octubre de 2016

Otoniel Natarén; Las aguas subterráneas

Otoniel Natarén

Otoniel Natarén Álvarez (El Progreso, Yoro, 1975). Estudiante de Letras en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Debutó en el libro Muestra poética Los Novísimos, de Fausto Leonardo Henríquez (San Pedro Sula, 2002). Ha sido incluido en “Cuarta dimensión de la tarde” (antología de poesía, 2011, escritores de Holguín - Cuba, y San Pedro Sula – Honduras, de Ediciones La Luz y Editorial Nagg y Nell). Libros publicados: La piel de la ternera (Mimalapalabra Editores, 2009; Public Pervert, 2014). Libros por publicar: Tragazos del hoyo negro, Versos de fe, Eternidad del avión, Una trova lejana.


(Del libro TRAGAZOS DEL HOYO NEGRO – por publicar)

JAJAJA… JAJA (EL COLOR DEL BOCHORNO)

“No existe ningún cielo más brillante
que el día en el que mueren los traidores”.
PAUL ELUARD


Yo soy un soldadito
sin fe y sin discernimiento,
ejecutor de animales;
yo soy un soldadito desde el aire,
solo cumplo órdenes.

Yo soy un soldadito del 30 de julio de 2009,
detrás de una pistola,
para abrirte el cráneo.

Soy el valiente de la metralla
para infundirte el miedo en los párpados;
soy quien decapita con el hierro de la pala
el pañuelo que levantas.

Mi sangre no es tu sangre
y el color de mi odio no es del color de tu grito;
mis dioses no son tus dioses
y mi país no es este sol hundido;
yo sigo la voz intrigante y segura de quien me envía
para pulverizar toda piedad intolerable;
soy el asesino de cualquier Morazán que se levante
de esta América que aborrezco;
y esta carne en la charca no es mi hermana,
y este polvo tampoco es mi madre desarticulada.
Yo soy el soldadito armado con el hacha
con que derribo al leñador sobre los árboles.

En esta multitud inmóvil perdí mi “uzi” recortada,
en el estómago de animales sanguinolentos;
y pisoteo las fieras con miles de ojos
que me miran desde la tierra.

Me atacan ferozmente con sus palabras las hormigas.

¡Quiero otro fusil y otro abrelatas!,
y máscaras para fumigar insectos;
quiero granadas en un estuche de la Cruz Roja,
y ultrasonidos israelitas para matar el silencio.

Me incomoda el bramido de mi enemigo desarmado,
yo soy el sabueso,
el inquisidor de chapas brillantes:
tu contrario.

Y, desde la tierra,
soy mi propio persecutor
junto a gusanos revueltos por mis llamaradas;
ojos que son brasas,
ojos que miran desde la tierra mi respiro;
y la lápida inquietante lleva escrito mi esqueleto,
la lanza y el escudo de quien
me nutre con su odio.

Bajo mi disparo
todos los muertos no son más que muertos,
como bestias;
yo solo soy el carnero,
el soldadito estúpido que apunta a tu cabeza.


(Del libro VERSOS DE FE – por publicar)

LAS AGUAS SUBTERRÁNEAS

¿Quién fue enviado al desierto
para reventar a dios
y beber de su sangre oscura?
¿Quién va corriendo a recibir al enviado
con una granada en la mano,
para llenarla de sangre clara?

Son excusas para agotar la miel;
son excusas para mover la rueda
en el polvo,
su dilatación de gas que se rompe
donde la mujer besa flores de tumba,
donde se agotan de muerte y brotan
las aguas expansivas y oscuras,
creadoras de la luz
donde la luz es muerte.


(Del libro UNA TROVA LEJANA – por publicar)

BAJAMAR…

Bajamar,
las fuerzas celestes.

Viene tu brazo desde el litoral
junto al mío,
¡cuánta verdad escondida,
depositada de los viajes!;
la de un reloj amado y su feliz regreso.

Ella, fruto de la pesca,
atada a los pedrales,
serenada sobre el Cabo,
inquietada sobre el Cabo,
quien te habla.

—Te llamé desde las torres,
sostuve del lazo los vientos,
preguntaba con cada archipiélago.

Y ha correspondido a estas rocas besar el mar,
al ejército de quelonios, resguardarlas;
y de tanta humedad todo se hunde en la arena.

A cada regreso correspondió la espera,
y en cada espera estaban los ojos,
la eternidad de cada llamado.

—Yo te he hablado mar amado, mar terrible;
yo te he esperado;
yo te he traído en las poleas a mi cautiverio.

¿Hacia cuánto anhelo conversan los ojos
donde se desgarra la libertad?,
y ¿dónde se entrega la libertad?

¡Cuán feliz serías lejos de aquí
donde no veas, mar, tu derrota!
Pero nunca te vas,
aunque te asalte tanto abandono.

—Yo te he comprendido, mar frío,
escuchado tus quejas,
de tu soledad y la mía,
de la soledad compartida,
de tanta sal compartida donde se
despiden las ventiscas;
donde yo gane mi libertad
y tú la pierdas.

Nos asemejamos cuando hablamos,
con las pupilas nos entendemos,
¿dónde la creación?,
¿hacia dónde con nuestro abatimiento?



(Del libro ETERNIDAD DEL AVIÓN – por publicar)

EXPANSIÓN DEL DÍA

El día se construye con racimos de luces;
el día no existe sin lámparas,
miles de paneles alargando la nevada;
la prisa diluye los pesares,
y diluye la felicidad
que se desliza fugaz por las escaleras;
intensas faldas e intensos pantalones,
medias oscuras que llaman desde los ascensores
para llevarnos a su escondrijo.

Hacia los corredores va corriendo también
el día,
reavivando todo a su paso;
nacen flores y resplandores,
descubre lo oculto porque
nada puede estar oculto cuando crece el día.