sábado, 25 de julio de 2009

Esta tarde... vaya tarde

Esta tarde me enteré de la noticia sobre el accidente del piloto de Fórmula Uno, el brasileño Felipe Massa. Aunque la nota ya ha dado la vuelta al mundo y la conozcan muchos de ustedes, quizá no se hayan percatado como yo lo he hecho, de lo increíbles y sorprendentes que pueden ser los efectos de la velocidad.
La describo así por la forma como Massa, al parecer aterrorizado -quién no lo estaría después de un accidente a 250 km por hora-, era cargado en brazos tras ser sacado de su destrozado bólido.
Me siento quizá de igual forma impactado por la desgarradora revelación de ver el ojo abierto y con una mirada perdida (dar clic a la foto), del piloto actual subcampeón mundial de la F1, quizá en shock aún y es que al parecer la suerte no va con los pilotos brasileños en este deporte, si recuerdo al desafortunado Sena.
Escribo esto mientras escucho Tears dry on their own de Amy Winehouse -creo que la he escuchado toda la tarde-, y mientras por alguna razón algo de índole personal, muy personal, me aqueja el pensamiento y no dejo de pensar en que cada actividad que se desarrolla con pasión tiende a terminar con desafortunadas consecuencias.
Y quizá lo peor de todo sea que aunque he tenido buenas noticias el día de hoy, no me siento tan bien como debería estarlo.

jueves, 23 de julio de 2009

Un perro rabioso (no romántico)

Darío Cálix
Estudiante de la carrera de Letras con especialidad en Literatura de la Unah-VS.

Fragmento de Pesadillas

IV
2

Un perro rabioso (no romántico)

Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto
y olvidarás.

Los perros románticos, Roberto Bolaño.


Ahí está Santiago, dando vueltas en la cama. Se acostó rabioso y ahora no se puede dormir. Se acostó rabioso y rabioso sigue. Santiago está rabioso porque las cosas andan mal, las cosas de Santiago andan mal porque su relación con Laura anda mal. Y es que la vida de un hombre es regida por el sexo, por la falta de sexo, por el exceso de sexo, por la calidad del sexo, por el sexo opuesto, o sea, etcétera y etcétera.
Santiago busca el interruptor a ciegas en la mesita de noche: lo primero que toca es un libro: Todo Ubú de Alfred Jarry. La tapa dura emite un sonido hueco al ser golpeada por sus uñas. Poff. Reconoce lo que ha tocado y le grita ¡Mierdra! Santiago está furioso, rabioso, hecho un perro. Mierdra, repite, pero esta vez sonríe. Mierdra, mierdra, mierdra…

Lo segundo que llega a tocar es una caja de cigarros Royal casi vacía. A la tercera estocada en la oscuridad encuentra el interruptor. Click: enciende la lámpara. Toma su celular para ver la hora: son las 3 y 45 de la mañana.

It’s four in the morning, the end of december,
I’m writing you now just to see if you’re better…

"Ahh, qué maldita canción fea hermosa y triste alegre de mierda… Si la escucho ahorita me rompo a llorar. Si la escucho cuando sea me rompo... Y es que están tan cerca las lágrimas de la rabia, es que están tan cerca... A la mierda y a la mierdra, mejor me fumo un cigarro y ya basta."
Quedaban 2 cigarros en la caja. Santiago coloca uno entre sus labios y lo enciende. Aspira profundo, exhala profundo y en el humo concentra la mirada, en las figuras que el humo va formando al pasar por la luz de la lámpara.

"Toda esta magia por tan poco precio, señores, por tan poco precio..."

Santiago, con el cigarro todavía entre sus labios, se sienta frente a la mesita, abre la gaveta y extrae de ahí una cajita de habanos. "Joya de Nicaragua", dice la cajita. Sentado en la cama, Santiago abre la cajita y se le queda viendo. La cajita contiene: la mitad de un habano made in Nicaragua (ush, si los made in Honduras son horribles), 2 condones Vive (los más baratos, los mejores), una caja de cigarros sin cigarros, un cartoncito de mota, una pipa y una fotografía.

"Cargo la pipa, me fumo mi pipa, me echo una paja y a dormir."

Cargó la pipa. Fumó su pipa y

Jane came by with a lock of your hair,
she said that you gave it to her…
"Ay, Jane, qué loquera… No no, alto ahí, Sweet Jane, esperá… Tan solo dejame explicarte esto aunque sea: cierto es que estoy triste pero si alguna vez me ves llorar yo te aseguro que es de la risa, yo eso te lo puedo jurar y perjurar… ¡Ay, Jane, jodida! Aquí estoy mi Sweet Jane, ve y dile a Laura donde puede encontrarme, si es que me está buscando, y si no, pues regresate. Yo, esta noche, como el bolero ese: estoy en mi canción y no hay droga que me calme… No, bueno bueno, Jane, aquí la droga sos vos.
Claro.
Y yo estoy tan triste, es cierto. Y yo aquí estoy en mi canción bien moteado. Y ya no estoy triste. Y aunque tampoco estoy alegre, si me siento así como que si no sintiera nada y ¿no es eso la alegría pues, queridos fantasmas?
Jane, mi Jane, sucedánea de la miel. Y toda ella por tan poco precio, señores, por tan poco precio…"
Santiago regresa a la cajita, guarda la pipa y la mota y saca la fotografía. Se trata de una imagen de Sophia Loren, la famosa actriz italiana. Sophia Loren, ya algo mayorcita, aparece en cuatro patas, fregando el suelo con un trapo, sus pechos como fugándose de un escote distraído, sus pechos como moviéndose, como seres vivos, un vestido de flores anaranjadas y la pose, señores, la pose… y está viendo directamente a la cámara. Los ojos de Sophia Loren ven directo a la cámara, directo a quien la ve. Y no han habido ojos más sexys en la vida que los de Sophia Loren; son los únicos capaces de provocar erecciones. Eso es seguro, certificado, garantizado e irrefutable. Santiago se acuesta en la cama con Sophia Loren, con su imagen.
"Gata. Eres una gata, eso es lo que eres. Uy, Sophia, uy… Gataarrr… Uy, Loren. Uy, Sophia, uy… Gata, mirate gata, es que eres toda una gata, toda una gata sexy sexy sexy. Uff, es que eres una verdadera leona. Arrr… Ufff… Sí, Loren, sí, Loren, Loren, Lauren, Lauren, Lauran, Laura, Laura Laura Laura y
I see you there with a rose on your teeth,
One more thin gipsy thief…

Aaay, qué canción más hija de la gran puta... Y esta tristeza de estarme cogiendo a nadie. Y esta alegría cabrona de no sentir nada. Y esta rabia, esta maldita rabia. Pero lo que más me jode ahorita es esta tristeza post-coital que siempre me pega. Y es que hasta los perros se ponen tristes después de eyacular, como le dijo Dodó a Nacho Vegas en aquella otra canción. Echarme esa paja ha sido un grave error sin lugar a dudas.
Es un fenómeno extraño ese, siempre me ha cautivado y yo tengo una teoría al respecto. Tiene que ver con los instintos más primarios, con el animal. Cuando éramos poco más que monos –y poco menos de lo que somos ahora-, teníamos que plantar la semilla en cuantas monas fuera posible para garantizar el futuro de la especie (o de uno mismo, qué más da). Pero claro, la "parte humana", ese pedacito extra de cerebro que nos hacía poco más que los monos, contenía una pequeña pero mortífera cosita llamada "sentimientos". Pues bien, esa cosita tenía y ha tenido siempre un único objetivo: joder la especie humana. Cuando apenas íbamos por la primera semilla plantada (que vamos, no garantiza nada) los "sentimientos" interferían y nos obligaban a quedarnos con esa mona pulgosa y raquítica que nunca iba a parir nada, impidiéndonos llegar hasta las monas más gordas, fértiles y deliciosas. Sí, los sentimientos nos querían (m)atar. Pero todavía éramos lo suficientemente animales como para luchar: ahí entraba en juego esa terrible sensación post-coital, que en aquellas épocas probablemente era mucho más fuerte de lo que es ahora. Era como un grito, como una orden de la naturaleza: HEY, MONO, QUÉ CARAJOS TE PASA, LEVANTATE Y VE A SEMBRAR TU ESPERMA EN OTRAS MONAS. PERO ¡YA! Naturalmente que el mono se levantaba, todo desencantado de aquella mona y con ganas de no volver a coger jamás. Hasta que momentos después encontraba a otra, y entonces todo volvía a comenzar.
Según mi teoría, esa sensación ha ido decreciendo en intensidad con el pasar de los años y terminará algún día por desaparecer. El solo pensar que en un par de siglos más la naturaleza ya no va a gritar nada en contra de los sentimientos me hace temblar…"
Santiago coloca la fotografía en la mesa, se acuesta de lado en una orilla de la cama y se las arregla para meter desde ahí la cajita en la gaveta. Se queda viendo con Sophia Loren a los ojos un buen rato. Luego mira el libro de Alfred Jarry y lo toca. Poff (le encanta ese sonido). Santiago piensa en los monos, en la canción de amor del traficante de marihuana de Panero, en Panero, en los locos, en Dodó, en Nacho Vegas, en el Padre Ubú, en Polonia, en la mierdra, en un futuro horrible y sí, también piensa en Laura. Todas estas cosas vienen por añadidura, se dice, inseguro de lo que él mismo se está diciendo. Termina al fin de cantar esa canción de Leonard Cohen que ha estado cantando toda la madrugada y se rompe a llorar:

"Estoy aquí. Estoy aquí con todos estos perros románticos pero aquí no me quiero quedar, aquí no me quiero quedar...

Y Jane, querida, esto es de la risa. Yo te lo puedo jurar y perjurar."

miércoles, 22 de julio de 2009

Enrique Vila-Matas a grupo Planeta

Enrique Vila Matas.
Fotografía de: lafemmedellurequin.com
Después de 16 libros y 25 años en Anagrama, Enrique Vila-Matas, publicará su próxima novela en Seix Barral. La ruptura se había mantenido larvada durante los últimos años y al final uno de los escritores insignia de la editorial de Jorge Herralde ha optado por cambiar de aires, como antes hicieron, entre otros, Javier Marías (Alfaguara) o Ignacio Martínez de Pisón (Seix Barral). A la inversa, Álvaro Pombo, que había sido captado por Planeta mediante el premio, regresa a la editorial que le dio fama.
El mercado de pases en el mundo es tan movido como el futbolístico. Recientemente, Random House Mondadori fichó a Javier Cercas para su libro sobre el 23 de febrero, cuando el escritor estaba publicando en Tusquets (Soldados de Salamina, La velocidad de la luz).
El nuevo sello barcelonés de Vila-Matas, dependiente de Planeta, ha fichado en los últimos tiempos a autores como Antonio Muñoz Molina, José María Merino o Clara Usón (todos ellos de Alfaguara). Alfaguara, a su vez, captó a Agustín Fernández Mallo, autor de la pequeña editorial Candaya o Manuel Vilas, de DVD. RBA fichó a Jordi Soler de Alfaguara y ahora este autor ha pasado al catálogo de Random House.
La explicación a tanta movilidad se encuentra en la acción de las agencias literarias que ponen en valor a los escritores representados y el deseo de estos en ser justamente valorados por sus editores, sin paternalismos.
El nuevo libro de Enrique Vila-Matas se titula Dublinesca, nombre tomado de un poema de Philip Larkin. Se refiere al entierro de una prostituta irlandesa: "Por callejuelas de estuco/ donde la luz es de peltre/ y en la tiendas la bruma obliga/ a encender las luces sobre/ rosarios y guías hípicas/ está pasando un funeral". El funeral es el de "Kitty, o Katy, como/ si el nombre hubiese albergado/ todo amor, todo hermosura", pero también podría ser el funeral de la literatura, una literatura que vivió momentos de esplendor a mediados del siglo XX gracias a varios escritores nacidos en Dublín.
Seix Barral publicará Dublinesca en marzo y tiene previsto ir asumiendo todos los libros de Vila-Matas a medida que vayan caducando sus derechos en Anagrama, a fin de que la obra del autor barcelonés no quede dispersa. Uno de los compromisos de la editorial es poner todo su empeño y sus medios para difundir al máximo la obra del autor de Bartleby y compañía y conseguir encontrarle nuevos lectores.


Tomado de: Clarín

viernes, 17 de julio de 2009

"La violencia surge por donde sea"

Daniel Sada, autor mexicano y ganador del Premio Herralde 2008, reflexionó en un congreso de jóvenes escritores, en su país, acerca del escenario cada vez más violento que se vive en la región y dijo que los latinoamericanos tienen que acostumbrarse a vivir en ese marco.
Sada participó en la norteña ciudad de Monterrey en el Primer Encuentro Nacional de Escritores Jóvenes, donde se discute el tema "Entre la Palabra y la Violencia". Al evento, que arrancó hoy -viernes- y concluye el próximo sábado con una intervención del argentino Juan Gelman, Premio Cervantes de Literatura 2007, asisten unos 80 escritores mexicanos.
"La gente ahora quiere vivir más tranquila y en paz. Para todo el mundo la violencia es un estigma demasiado pesado para vivir con él", afirmó el autor del libro Casi Nunca y añadió que: "En los próximos años necesitamos acostumbrarnos a vivir con la violencia, ya que no puede ser erradicada de la noche a la mañana".
La violencia surge por donde sea, hay muchas vetas y formas de que surja. Aunque se legalizaran las drogas y se combatiera a fondo el crimen organizado, aún así habría mucha violencia porque hay mucha insatisfacción social", subrayó Sada.
El discípulo de Juan Rulfo explicó la relación entre la violencia y la inequidad social, ya que gran parte de la sociedad latinoamericana vive en la pobreza y la indigencia. "México registra casi 50 millones de pobres", recordó.
Sada comentó que no se vislumbran esperanzas de que las cosas puedan mejorar en América Latina, por eso mucha gente escoge la violencia para sobrevivir. El escritor sostuvo que la literatura muestra lo que rodea a la sociedad, pero no contribuye a mejorar o presentar soluciones a la violencia.
Durante los tres días del encuentro los participantes analizarán temas como "La estética de la violencia", "La violencia como tradición literaria" y "El mercado de la violencia", además de lectura de obras y un taller de creación poética y presentaciones de libros.

Fuente: EFE

miércoles, 15 de julio de 2009

Proximidad

Fotografía de Juan Robleda



Proximidad



Llego.
Caen mis llaves.
Vuelvo.
Estoy lejano ahora, tan lejano.

Digo
en voz baja el nombre de un ser querido
lleno de la debilidad de una paloma en reposo,
y tiemblo.
Sufro porque no puedo
multiplicar los panes;
por lo vivido y por lo que no escribo,
profundamente sufro.
Se
divide mi altura.
Mido
el tamaño de los empellones,
el tiempo del agua acobardada y mi propia caída.
Llego. Y regreso siempre en dos pedazos.


La batalla oscura

He vuelto.
El caserío se desploma y flota su nombre
solamente.
Beso la tarde como quien besa una mujer dormida.
Los amigos
se acercan con rumor de infancia en cada frase.
Las muchachas
pronuncian mi nombre y yo admiro sus bocas con
animal ternura.
Levanto una piedra como quien alza un ramo
sin otro afán que la amistad segura.
La realidad sonríe
tal vez
porque
algo
he inventado en esta historia. He vuelto, es cierto,
pero nadie me mira ni me habla, y si lo hacen,
escucho una batalla de palabras oscuras entre dientes.
(Las brasas del hogar amplían los rincones
y doran las tijeras del día que se cierra).
Un esfuerzo violáceo
contiene mi garganta.


Roberto Sosa
Un mundo para todos dividido
Premio casa de las Américas de Poesía 1971

sábado, 11 de julio de 2009

Biografía de un libro maldito



WILLIAM BURROUGHS, Una poderosa fuente de inspiración durante la escritura de “El almuerzo desnudo” fue el auto odio del escritor.


Por: James Campbell

En julio de 1959, Olympia Press publicaba El almuerzo desnudo, de William Burroughs. Cincuenta años después, el biógrafo de la Generación Beat, James Campbell, cuenta la historia detrás de la escritura de esta novela, una "sátira salvaje" a diferentes formas de control: desde la censura sexual hasta la difusión global de las drogas.
La biografía de un libro es un género literario que aún no se desarrolló, y pocos libros tuvieron una génesis tan poco común como El almuerzo desnudo de William Burroughs. Hasta su nombre está en cuestión: ¿es El almuerzo desnudo de William Burroughs o Almuerzo desnudo de William S. Burroughs? (La primera opción es la de la versión parisina original y la que le siguió, de la edición británica. Cuando el libro salió en los Estados Unidos, en 1962, el artículo se eliminó y se agregó la inicial en medio del nombre del autor en alusión al nombre familiar ancestral, Seward.)
El almuerzo desnudo se publicó por primera vez en la editorial Olympia Press en julio de 1959. Los lectores que lo abordaron en los últimos cincuenta años lo encontraron gracioso, profético, repugnante –una famosa reseña de 1963 del Suplemento Literario del Times se titulaba "Puaj..."–, difícil de entender y de una creatividad asombrosa. Cada nueva lectura va reforzando esas reacciones. Hace poco volví a leerlo y las partes sexuales me escandalizaron menos que antes porque ya sabía lo que venía ("La deja atada en la plataforma sobre pilas de condones usados mientras acomoda la cuerda"), pese a lo cual seguí inclinándome por una lectura muy rápida. La elasticidad del lenguaje de Burroughs y el alcance de su imaginación me parecieron más impresionantes que nunca. Hasta en el comienzo y el final, cuando relata las excentricidades del adicto criminal William Lee (el alter ego de Burroughs), las figuras retóricas son virtuosas, desde la mecánica de una inyección ("Encontré una vena de inmediato. Una columna de sangre subió por la jeringa en un instante, tangible como una cuerda roja"), hasta el escape fantasmagórico de la adicción: "En el taxi me di cuenta de lo que había pasado (...) Me habían obstruido del espacio y el tiempo como el culo de una anguila se obstruye cuando ésta deja de comer camino a los sargazos".
En casi todas las páginas, cuando la escena se desintegra como una pintura cubista, hay líneas que ayudan al lector: "Como decía antes de que una de mis múltiples personalidades me interrumpiera de forma tan grosera..." Aparece todo tipo de números de vaudeville, entre ellos babuinos homosexuales con "vestiditos azules infantiles" que cantan "Soy el más débil de los babuinos". Conocemos a Doc Scranton, que tiene "un ano prolapsado y cuando quiere que se lo cojan te pasa el culo en un metro de intestino".
Buena parte del Almuerzo desnudo es tan bizarra que no se puede más que reír –como se busca que lo hagamos–, pero si el efecto de la lectura es tan fuerte como para exigir atención médica, hay que asegurarse de evitar al Dr. Benway, que opera con un recipiente de ventosas que lava "en la taza del inodoro". Cuando muere un paciente –"cosa de todos los días"–, Benway hace una pausa, lo que sólo le sirve para descubrir que "algún drogadicto de mierda cortó mi cocaína con polvo para limpiar inodoros. ¡Enfermera!"
El almuerzo desnudo es una sátira salvaje al "control" en diversas formas, desde la censura sexual hasta el anticomunismo maccarthista y la difusión mundial de las drogas. Hace cincuenta años Burroughs creó Islam Inc., que se origina en la Cámara de Comercio de la Meca, un grupo fundamentalista que envía "mártires nacionalistas con granadas en el culo" a mezclarse con los musulmanes comunes para "de pronto explotar y causar muchas muertes". Parte de la acción transcurre en Freeland, una estéril utopía escandinava donde se eliminan las urgencias del instinto y el hambre. Los científicos trabajan para aislar el "virus humano". Cuando por fin lo logran, puede perfeccionarse el homo sapiens y ponerse fin a la caótica vida anterior. Freeland es un estado policial ideal donde "no hace falta policía" porque todos los ciudadanos se vigilan constantemente entre sí.
La composición del Almuerzo desnudo tiene sus orígenes en lo que Burroughs llamaba "rutinas", esbozos surrealistas que estaban incluidos en cartas a Allen Ginsberg. A medida que las páginas –algunas pisoteadas– se apilaban en el suelo alrededor de su escritorio, Burroughs iba viendo el surgimiento de un libro. "Un horrendo caos de notas manuscritas para ordenar", le dijo a Ginsberg, "además de todas esas cartas para revisar".
Hasta el autor de Aullido, al que entonces se juzgaba por obscenidad en California, quedó asombrado por el extremismo de algunas rutinas. "No veo por qué tendrían que incomodarte", le contestó Burroughs. "Estoy impresionado por mi actitud razonable."
El biógrafo del Almuerzo desnudo debe comenzar por la premisa de que es una novela epistolar de un escritor perteneciente a una distinguida familia estadounidense (el abuelo del autor inventó la Máquina de Sumar Burroughs) que llevó una vida de ocio, viajes al exterior y romance.
El ocio adoptó la forma de una paralizadora adicción a las drogas –Burroughs dijo una vez que podía mirarse la punta de los zapatos durante ocho horas seguidas–, mientras que el motivo de los viajes fue la evasión de la ley y el romance fue en su mayor parte sexo pagado con "chicos" en lugares exóticos. Otra poderosa fuente de inspiración era el auto-odio.
Había dos Burroughs, y ambos sentían un fuerte odio por el otro. En una carta a Ginsberg sobre el tema de una "resolución de mi rareza" –una cuestión que también atormentaba al destinatario–, describía un sueño en el que le presentaban a "mi yo no raro". El Burroughs N° 1 entraba a una habitación y veía que el Burroughs N° 2 "me miraba con odio. Entonces dije: 'Por lo que parece, no soy precisamente bienvenido.'" Su réplica gritó: "¡Te odio!" Tenía buenos motivos para ello, agregó Burroughs. Más adelante bautizaría a ese intruso con el nombre de "el Espíritu Feo".
En los últimos años se describió a la generación beatnik como una banda itinerante de juglares literarios, pero sus logros son inseparables de la muerte y de la locura que acosó a sus principales miembros ("Vi las mentes más brillantes de mi generación destruidas por la locura...") Kerouac, Ginsberg y Burroughs habían estado presos e internados en instituciones psiquiátricas antes de cumplir los treinta años. En 1951, cuando vivía en Ciudad de México, adonde se había trasladado para evitar que lo acusaran por consumo de drogas, Burroughs mató a su mujer, Joan, de un tiro en la cabeza mientras jugaban a Guillermo Tell. Luego de dos semanas de detención, y con la ayuda de sobornos pagados con las ganancias de la Máquina de Sumar, recuperó la libertad, tras lo cual reanudó su vida de adicto fugitivo, primero volvió a Nueva York y luego viajó a América Central en busca de drogas alucinógenas vegetales, para después instalarse en Tánger, Marruecos.
El Espíritu Feo se mudó con él. Durante un tiempo su compañero regular fue un adolescente llamado Kiki. Cuando Burroughs se fue de Tánger por un tiempo en 1957, Kiki se enredó con un cantante cubano que lo mató cuando lo encontró en la cama con una mujer. Burroughs dio a la noticia tres frases sobre el final de una carta a Ginsberg en la que hablaba sobre todo de la organización del Almuerzo Desnudo.
La experiencia de las drogas es central en el libro y en su conformación. Burroughs escribía bajo la influencia de drogas y mientras celebraba su última y efímera "cura". Era difícil conseguir heroína en Tánger, de modo que usaba Eukodol, un medicamento legal a base de morfina. En El almuerzo desnudo no hay una glorificación del consumo de drogas, excepto en la gloria de la escritura de Burroughs. La parte de "carne negra" de la novela empieza con un diálogo entre dos adictos:
El Marinero se inclinó hacia delante y puso un dedo en el brazo del chico del lado interno del codo. Habló con su murmullo de adicto."¡Con esas venas, querido, yo la pasaría muy bien!" Se rio con una negra risa de insecto que parecía servir a alguna oscura función u orientación como el chillido de los murciélagos. El Marinero se rio tres veces. Dejó de reír y se quedó inmóvil escuchando su interior. Había encontrado la frecuencia silenciosa de la droga.
A fines de la década de 1950, ningún editor de Nueva York o Londres se habría dignado mirar dos veces El almuerzo desnudo. En París, en cambio, estaba Maurice Girodias, propietario de Olympia Press. Se caracterizó a Girodias como un tramposo y un pornógrafo sin gusto literario, pero sus antecedentes son más que elocuentes: la primera publicación de Lolita de Vladimir Nabokov; Watt, de Samuel Beckett, seguida de la Trilogía (Molloy, Malone muere, El innombrable); luego The Ginger Man; las primeras traducciones al inglés de Jean Genet y Guillaime Apollinaire, y mucho más. También publicó There's a Whip in My Valise, de Greta X, y With Open Mouth, de Marcus Van Heller (en la vida real un empleado público inglés que sigue viviendo en Chiswick), así como textos eróticos firmados con seudónimo de Alexander Trocchi (como "Carmencita de las Lunas"), el poeta Christopher Logue ("Conde Palmiro Vicarion") y John Coleman, que sería luego crítico de cine del New Statesman.
En 1957, Girodias rechazó una versión del Almuerzo desnudo que le llevó Ginsberg. Dos años después, sin embargo, luego de enterarse de que una revista de Chicago había generado un escándalo al publicar partes de la novela, al dandy parisino se le despertaron los instintos. Nada le gustaba tanto a Girodias como un libro prohibido.
Contactó al autor, aceptó un nuevo manuscrito (la leyenda de que los capítulos del Almuerzo desnudo se ordenaron al azar no es algo que corrobore la excelente edición de Oliver Harris de las cartas de Burroughs) y para fines de julio el libro estaba a la venta, por lo menos en las pocas librerías dispuestas a aceptar la producción de Olympia Press. En lo que constituyó algo poco común en un libro de Olympia, tenía una atractiva portada que había diseñado el propio Burroughs. Su ubicación oficial en el catálogo de Olympia es el Nº 76 de la Serie Traveller's Companion y se encuentra entre Zazie dans le metro, de Raymond Queneau, y El libro negro de Lawrence Durrell. Olympia publicó otras dos novelas de Burroughs, The Ticket That Exploded y The Soft Machine, así como también The American Express, la única novela del poeta beatnik Gregory Corso.
Los extraños tiempos del Almuerzo desnudo no habían terminado. En 1962, el libro se convirtió en el tema central de un caso de obscenidad en Boston que allanó el camino para su aceptación masiva en los Estados Unidos. Burroughs no asistió al juicio, en el que Norman Mailer lo describió como "el único novelista estadounidense vivo del que puede pensarse que está poseído por el genio", descripción que no parece tan descabellada como en ese entonces si se tienen en cuenta las connotaciones demoníacas de la posesión. A esa altura Burroghs había renunciado a todo el trabajo que había hecho y buscaba "un punto en que mi escritura tenga el peligro, la urgencia y la inmediatez de la lidia de toros". Le dijo a Ginsberg que no podría entender el nuevo método "hasta que tengas el entrenamiento necesario".
Como siempre, había que prestar atención a una adicción a la droga. A pesar de los reiterados intentos de "expulsar al chino", Burroughs siguió siendo un adicto. No mucho después de la publicación del Almuerzo desnudo lo detuvieron en el Hotel Rachou –conocido luego como el Beat Hotel– y lo llevaron a una dependencia policial de París donde le tomaron las huellas digitales y lo fotografiaron. "Cuando fueron a revelar la foto", le contó a Ginsberg, "no había nada". Fue un logro: la desintegración del Burroughs Nº 2, el yo rebosante de odio, el Espíritu Feo.
En cuanto a Girodias, a pesar de su audaz instinto literario, era en realidad un estafador y más adelante admitió que había engañado a Burroughs y se había quedado con ingresos producto de la venta de derechos en el exterior. El nieto del inventor de la Máquina de Sumar Burroughs hizo cuentas: Girodias lo había rescatado de una vida de abandono y había lanzado su carrera literaria. ¿Qué son unos miles de dólares en comparación con eso? "¿Quién más habría publicado El almuerzo desnudo? le preguntó a Ginsberg. El editor dio muestras de arrepentimiento y Burroughs –el espíritu bueno– lo perdonó.
(c) The Guardian y Clarín Traduccion de Joaquin Ibarburu

jueves, 9 de julio de 2009

Up y Gran Torino: expresiones de un tiempo de orfandad




Tomado de Letras Libres.
Naief Yehya.
El cine es un poderoso y acertado barómetro cultural, una herramienta que refleja no únicamente sueños y fantasías colectivas sino también las pesadillas, ansiedades y malestares de la sociedad. Esto se hace evidente cuando dos o más filmes coinciden en la cartelera abordando temas comunes o planteando problemas semejantes. Un ejemplo reciente es la resonancia que se establece entre dos películas que se hacen eco de forma paradójica: Up (Pete Docter y Bob Peterson, 08) y Gran Torino. Dos filmes protagonizados por ancianos que se han quedado solos y deben confrontar un mundo hostil que no parece haberles guardado un lugar. En la cinta de animación de Pixar, Carl Fredericksen, un septuagenario que pasó la vida vendiendo globos, se ha quedado viudo en el hogar que formó con su esposa, Ellie, el cual voraces promotores inmobiliarios amenazan demoler para erigir nuevos edificios. Mientras que el más reciente film del legendario Clint Eastwood comienza con una misa de cuerpo presente para Dorothy, la esposa de Walt Kowalsky (interpretado por el propio Eastwood), un veterano de la guerra de Corea que trabajó toda su vida para la fábrica de autos Ford y guardó como trofeo un impecable Gran Torino Fastback 72.
El viejo barrio de Detroit donde vivían los Kowalsky se encuentra en transición, los vecinos (de origen polaco) se han mudado y en su lugar han llegado masas de hmongs, procedentes del sudeste asiático, víctimas secundarias de la guerra de Vietnam, que fueron aliados de las tropas estadounidenses, y quedaron abandonados cuando éstas se retiraron derrotadas, por lo que los EUA no tuvieron más alternativa que aceptar como inmigrantes a algunos para salvarlos del destino de quienes son considerados traidores por un régimen totalitario.
Pero Walt no ve a estos inmigrantes como viejos aliados, sino como invasores despreciables que le recuerdan al enemigo coreano y chino contra quien combatió y que ahora puebla sus pesadillas, además de que los considera indirectamente responsables por el colapso de la industria automovilística estadounidense, la cual no pudo competir contra los autos japoneses y coreanos (un tema de gran actualidad). La cinta de Eastwood es un extraño manifiesto en contra del multiculturalismo beato y la corrección política y a favor de la simple decencia y el heroísmo trágico que caracteriza al ícono que Eastwood ha construido de sí mismo.
Up por su parte no está poblado por estereotipos étnicos, sin embargo el héroe de la infancia de Carl y de Ellie, es el aventurero Charles Muntz, un explorador y viajero ficticio de la década de los 30 que cae en desgracia cuando es acusado de haber falsificado la osamenta de un ave desconocida. Furioso y decepcionado, Muntz se aleja del mundo en busca de un ejemplar de ese pájaro para demostrar que no ha mentido. Muntz recuerda al aviador Lindbergh, quien también cayó en desgracia, pero éste debido a su afiliación pronazi.
Mientras que la historia personal de Walt es contada en un par de frases, la de Carl y su esposa Ellie es descrita en una de las secuencias de animación más formidables de la historia del cine. Sin necesidad de palabras vemos a la pareja crecer juntos, soñar con un viaje de aventuras a las Cascadas del Paraíso, que nunca llevarán a cabo, envejecer y pasar por todas las felicidades y amarguras que conforman una vida de pareja. Incluyendo la terrible noticia de que Ellie no puede tener hijos.
Desde las primeras escenas de Gran Torino queda claro que Walt ha quedado solo, sus hijos y nietos son una banda de groseros, egoístas y oportunistas, a los que prefiere no ver. Walt no intenta disimular sus prejuicios ni su racismo. Pero este es un tipo duro en la línea de Harry el Sucio, capaz de asustar, a pesar de sus setenta y tantos años, a una banda de criminales con una simple mueca y un decrépito fusil M1. Los esfuerzos de Walt por no tener contacto alguno con sus vecinos se ven frustrados cuando un joven hmong, Thao (Bee Vang), intenta torpemente robar su auto, como parte del ritual iniciático de una pandilla (a la que en realidad no quiere pertenecer), y más tarde se convierte en héroe involuntario al proteger a ese mismo muchacho de la pandilla que quiere reclutarlo a la fuerza. A regañadientes Walt se transforma en la imagen paterna que Thao no ha tenido.
En otro universo, Carl está a punto de ser enviado a un asilo de ancianos pero ingenia un escape al atar su casa a millones de globos llenos de helio y salir volando de la ciudad en dirección de las cascadas sudamericanas que soñó visitar durante toda su vida con Ellie. Sin embargo, una vez en el aire descubre que lleva a un desafortunado polizón, Russell, un niño scout de origen oriental, a quien lleva consigo en su aventura y de paso, también se convierte en la imagen paterna que necesita. A su vez Carl tiene una revelación al tener que confrontar al héroe de su infancia, quien resulta ser un misántropo cruel y un peligroso sicópata.
Ambos filmes podrían imaginarse como engendros formulaicos acaramelados, en los que un viejo cascarrabias, en vez de resignarse a esperar la muerte, decide reclamar su vitalidad mediante un desafío delirante. Ambas son obras predecibles y sin embargo las dos son extremadamente disfrutables de principio a fin, las dos están cargadas de poesía y genialidad, y las dos nos hablan de nuestro momento histórico y de ese sueño colectivo que es el cine. No hay duda de que Eastwood sabe complacer a su público con sus bien probadas expresiones y su siempre predecible mezcla de agresividad y autosacrificio, pero definitivamente la ecuación sigue funcionando, casi con la misma elocuencia y energía que en el tiempo de aquella joya intemporal: Los imperdonables (Eastwood, 92) con la que mantiene numerosos paralelos. Así mismo, Docter y Peterson echan mano de un arsenal de elementos divertidos y conmovedores (así como de la fascinación del 3-D) pero el gran valor del filme reside en la manera en que conforman a sus personajes y la narrativa.
Las dos cintas tratan acerca de la redención en un tiempo en que la ausencia de guías paternos se traduce en caos. Ambas son producto de la resaca de la era Bush, desde la catástrofe de la industria automovilística, y como consecuencia la decadencia de Michigan (acentuada en los últimos años), hasta la fiebre de las bienes raíces proyectada a niveles apoteóticos, la cual desató en gran medida la más reciente crisis económica y depresión planetaria en que estamos hundidos, y de la cual ni un billón de globos llenos de helio podrán rescatarnos.

miércoles, 1 de julio de 2009

50 años de "El tambor de hojalata"


Tomado de Clarín

El tambor de hojalata fue la primera novela de Grass y a la vez el libro que lo lanzó a la fama y con el que se le sigue identificando hasta hoy, pese a los esfuerzos del autor por que su obra sea considerada en su totalidad.
Grass dice que, entre sus novelas, su libro preferido es Años de Perro y que el Premio Nobel lo recibió por todos sus libros y no por uno solo. Pero esa es una opinión que parece importarle poco a la crítica y al público, que le sigue viendo ante todo como el autor de El tambor de hojalata.
Mañana jueves Grass discutirá sobre el libro considerado como la declaración de independencia de la literatura alemana de la postguerra con sus traductores al inglés, Breon Mitschel y al holandés, Oili Suomininen, y será sólo el comienzo de una serie de conmemoraciones que se alargarán hasta el otoño.

En septiembre de 2009 la editorial Steidl sacará a las librerías una edición conmemorativa, acompañada de una amplia documentación sobre el libro y de comentarios que reflejan la repercusión internacional que tuvo. A finales del mismo mes, la casa museo G ünter Grass de Löbeck inaugurará una exposición titulada "Ein Buch schreibt Geschichte" (Un libro escribe historia), dedicada naturalmente a El tambor de Hojalata, que se prolongará hasta el 31 de enero de 2010.
El hecho de que las celebraciones comiencen prematuramente tiene sentido porque hasta cierto punto puede decirse que el éxito de "El tambor de hojalata" empezó ya un año antes de que saliese al mercado.
En 1958, Grass leyó un capítulo del libro durante una sesión del Grupo del 47 e impresionó favorablemente a todos los asistentes. Grass obtuvo con esa lectura el premio del grupo, dotado con 5.000 marcos –que hoy equivaldrían a 2.500 euros, aunque entonces se trataba de una pequeña fortuna- y luego regresó a Par[is, donde estaba viviendo, para seguir trabajando en el manuscrito. Un año después, cuando El tambor de hojalata salió al mercado, el entonces joven poeta y ensayista Hans Magnus Enzensberger sería uno de los primeros en recomendarlo con unas palabras que resultarían proféticas.
"Hay que leer la primera novela de un autor llamado Günter Grass que producirá gritos de alegría y de indignación", escribió Enzensberger. Hasta ese momento, Grass era un autor más bien desconocido, que había escrito teatro y poesía y que creía, según admitió muchos años más tarde, que "El tambor de hojalata" iba a ser su primera y última novela.
El mundo de El tambor de hojalata le dio a Grass el tema para los dos libros que siguieron, El gato y el ratón y Años de Perro, y los tres terminarán conformando la llamada Trilogía de Danzig. El éxito no lo ha abandonado nunca desde entonces -de El tambor de hojalata se han vendido más de cuatro millones de ejemplares- como tampoco lo ha abandonado nunca la polémica sobre su obra y sobre su propia biografía. Ya El tambor de hojalata le valió el primer ataque visceral de su enemigo íntimo, el crítico Marcel Reich-Rannicki, que más tarde reconocería que se había equivocado a la hora de valorar esa novela. Y los sectores más conservadores de Alemania le acusaron de pornógrafo, por algunas escenas del libro.
El que, paralelamente a la creación literaria, Grass haya estado comentando permanentemente la actualidad política alemana -muchas veces ácidamente- le ha valido no pocos enemigos. Y muchos de ellos intentaron cobrarle las viejas deudas cuando admitió en sus memorias que había formado parte de un batallón de las SS al final de la guerra.
Seis años después de la publicación de El tambor de hojalata, Grass obtuvo el Premio B üchner, el más importante de las letras alemanas. Cuarenta años después de que saliese el libro recibiría, el mismo año, el Premio Nobel y el Príncipe de Asturias de las Letras.