jueves, 23 de julio de 2009

Un perro rabioso (no romántico)

Darío Cálix
Estudiante de la carrera de Letras con especialidad en Literatura de la Unah-VS.

Fragmento de Pesadillas

IV
2

Un perro rabioso (no romántico)

Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto
y olvidarás.

Los perros románticos, Roberto Bolaño.


Ahí está Santiago, dando vueltas en la cama. Se acostó rabioso y ahora no se puede dormir. Se acostó rabioso y rabioso sigue. Santiago está rabioso porque las cosas andan mal, las cosas de Santiago andan mal porque su relación con Laura anda mal. Y es que la vida de un hombre es regida por el sexo, por la falta de sexo, por el exceso de sexo, por la calidad del sexo, por el sexo opuesto, o sea, etcétera y etcétera.
Santiago busca el interruptor a ciegas en la mesita de noche: lo primero que toca es un libro: Todo Ubú de Alfred Jarry. La tapa dura emite un sonido hueco al ser golpeada por sus uñas. Poff. Reconoce lo que ha tocado y le grita ¡Mierdra! Santiago está furioso, rabioso, hecho un perro. Mierdra, repite, pero esta vez sonríe. Mierdra, mierdra, mierdra…

Lo segundo que llega a tocar es una caja de cigarros Royal casi vacía. A la tercera estocada en la oscuridad encuentra el interruptor. Click: enciende la lámpara. Toma su celular para ver la hora: son las 3 y 45 de la mañana.

It’s four in the morning, the end of december,
I’m writing you now just to see if you’re better…

"Ahh, qué maldita canción fea hermosa y triste alegre de mierda… Si la escucho ahorita me rompo a llorar. Si la escucho cuando sea me rompo... Y es que están tan cerca las lágrimas de la rabia, es que están tan cerca... A la mierda y a la mierdra, mejor me fumo un cigarro y ya basta."
Quedaban 2 cigarros en la caja. Santiago coloca uno entre sus labios y lo enciende. Aspira profundo, exhala profundo y en el humo concentra la mirada, en las figuras que el humo va formando al pasar por la luz de la lámpara.

"Toda esta magia por tan poco precio, señores, por tan poco precio..."

Santiago, con el cigarro todavía entre sus labios, se sienta frente a la mesita, abre la gaveta y extrae de ahí una cajita de habanos. "Joya de Nicaragua", dice la cajita. Sentado en la cama, Santiago abre la cajita y se le queda viendo. La cajita contiene: la mitad de un habano made in Nicaragua (ush, si los made in Honduras son horribles), 2 condones Vive (los más baratos, los mejores), una caja de cigarros sin cigarros, un cartoncito de mota, una pipa y una fotografía.

"Cargo la pipa, me fumo mi pipa, me echo una paja y a dormir."

Cargó la pipa. Fumó su pipa y

Jane came by with a lock of your hair,
she said that you gave it to her…
"Ay, Jane, qué loquera… No no, alto ahí, Sweet Jane, esperá… Tan solo dejame explicarte esto aunque sea: cierto es que estoy triste pero si alguna vez me ves llorar yo te aseguro que es de la risa, yo eso te lo puedo jurar y perjurar… ¡Ay, Jane, jodida! Aquí estoy mi Sweet Jane, ve y dile a Laura donde puede encontrarme, si es que me está buscando, y si no, pues regresate. Yo, esta noche, como el bolero ese: estoy en mi canción y no hay droga que me calme… No, bueno bueno, Jane, aquí la droga sos vos.
Claro.
Y yo estoy tan triste, es cierto. Y yo aquí estoy en mi canción bien moteado. Y ya no estoy triste. Y aunque tampoco estoy alegre, si me siento así como que si no sintiera nada y ¿no es eso la alegría pues, queridos fantasmas?
Jane, mi Jane, sucedánea de la miel. Y toda ella por tan poco precio, señores, por tan poco precio…"
Santiago regresa a la cajita, guarda la pipa y la mota y saca la fotografía. Se trata de una imagen de Sophia Loren, la famosa actriz italiana. Sophia Loren, ya algo mayorcita, aparece en cuatro patas, fregando el suelo con un trapo, sus pechos como fugándose de un escote distraído, sus pechos como moviéndose, como seres vivos, un vestido de flores anaranjadas y la pose, señores, la pose… y está viendo directamente a la cámara. Los ojos de Sophia Loren ven directo a la cámara, directo a quien la ve. Y no han habido ojos más sexys en la vida que los de Sophia Loren; son los únicos capaces de provocar erecciones. Eso es seguro, certificado, garantizado e irrefutable. Santiago se acuesta en la cama con Sophia Loren, con su imagen.
"Gata. Eres una gata, eso es lo que eres. Uy, Sophia, uy… Gataarrr… Uy, Loren. Uy, Sophia, uy… Gata, mirate gata, es que eres toda una gata, toda una gata sexy sexy sexy. Uff, es que eres una verdadera leona. Arrr… Ufff… Sí, Loren, sí, Loren, Loren, Lauren, Lauren, Lauran, Laura, Laura Laura Laura y
I see you there with a rose on your teeth,
One more thin gipsy thief…

Aaay, qué canción más hija de la gran puta... Y esta tristeza de estarme cogiendo a nadie. Y esta alegría cabrona de no sentir nada. Y esta rabia, esta maldita rabia. Pero lo que más me jode ahorita es esta tristeza post-coital que siempre me pega. Y es que hasta los perros se ponen tristes después de eyacular, como le dijo Dodó a Nacho Vegas en aquella otra canción. Echarme esa paja ha sido un grave error sin lugar a dudas.
Es un fenómeno extraño ese, siempre me ha cautivado y yo tengo una teoría al respecto. Tiene que ver con los instintos más primarios, con el animal. Cuando éramos poco más que monos –y poco menos de lo que somos ahora-, teníamos que plantar la semilla en cuantas monas fuera posible para garantizar el futuro de la especie (o de uno mismo, qué más da). Pero claro, la "parte humana", ese pedacito extra de cerebro que nos hacía poco más que los monos, contenía una pequeña pero mortífera cosita llamada "sentimientos". Pues bien, esa cosita tenía y ha tenido siempre un único objetivo: joder la especie humana. Cuando apenas íbamos por la primera semilla plantada (que vamos, no garantiza nada) los "sentimientos" interferían y nos obligaban a quedarnos con esa mona pulgosa y raquítica que nunca iba a parir nada, impidiéndonos llegar hasta las monas más gordas, fértiles y deliciosas. Sí, los sentimientos nos querían (m)atar. Pero todavía éramos lo suficientemente animales como para luchar: ahí entraba en juego esa terrible sensación post-coital, que en aquellas épocas probablemente era mucho más fuerte de lo que es ahora. Era como un grito, como una orden de la naturaleza: HEY, MONO, QUÉ CARAJOS TE PASA, LEVANTATE Y VE A SEMBRAR TU ESPERMA EN OTRAS MONAS. PERO ¡YA! Naturalmente que el mono se levantaba, todo desencantado de aquella mona y con ganas de no volver a coger jamás. Hasta que momentos después encontraba a otra, y entonces todo volvía a comenzar.
Según mi teoría, esa sensación ha ido decreciendo en intensidad con el pasar de los años y terminará algún día por desaparecer. El solo pensar que en un par de siglos más la naturaleza ya no va a gritar nada en contra de los sentimientos me hace temblar…"
Santiago coloca la fotografía en la mesa, se acuesta de lado en una orilla de la cama y se las arregla para meter desde ahí la cajita en la gaveta. Se queda viendo con Sophia Loren a los ojos un buen rato. Luego mira el libro de Alfred Jarry y lo toca. Poff (le encanta ese sonido). Santiago piensa en los monos, en la canción de amor del traficante de marihuana de Panero, en Panero, en los locos, en Dodó, en Nacho Vegas, en el Padre Ubú, en Polonia, en la mierdra, en un futuro horrible y sí, también piensa en Laura. Todas estas cosas vienen por añadidura, se dice, inseguro de lo que él mismo se está diciendo. Termina al fin de cantar esa canción de Leonard Cohen que ha estado cantando toda la madrugada y se rompe a llorar:

"Estoy aquí. Estoy aquí con todos estos perros románticos pero aquí no me quiero quedar, aquí no me quiero quedar...

Y Jane, querida, esto es de la risa. Yo te lo puedo jurar y perjurar."

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