sábado, 11 de julio de 2009

Biografía de un libro maldito



WILLIAM BURROUGHS, Una poderosa fuente de inspiración durante la escritura de “El almuerzo desnudo” fue el auto odio del escritor.


Por: James Campbell

En julio de 1959, Olympia Press publicaba El almuerzo desnudo, de William Burroughs. Cincuenta años después, el biógrafo de la Generación Beat, James Campbell, cuenta la historia detrás de la escritura de esta novela, una "sátira salvaje" a diferentes formas de control: desde la censura sexual hasta la difusión global de las drogas.
La biografía de un libro es un género literario que aún no se desarrolló, y pocos libros tuvieron una génesis tan poco común como El almuerzo desnudo de William Burroughs. Hasta su nombre está en cuestión: ¿es El almuerzo desnudo de William Burroughs o Almuerzo desnudo de William S. Burroughs? (La primera opción es la de la versión parisina original y la que le siguió, de la edición británica. Cuando el libro salió en los Estados Unidos, en 1962, el artículo se eliminó y se agregó la inicial en medio del nombre del autor en alusión al nombre familiar ancestral, Seward.)
El almuerzo desnudo se publicó por primera vez en la editorial Olympia Press en julio de 1959. Los lectores que lo abordaron en los últimos cincuenta años lo encontraron gracioso, profético, repugnante –una famosa reseña de 1963 del Suplemento Literario del Times se titulaba "Puaj..."–, difícil de entender y de una creatividad asombrosa. Cada nueva lectura va reforzando esas reacciones. Hace poco volví a leerlo y las partes sexuales me escandalizaron menos que antes porque ya sabía lo que venía ("La deja atada en la plataforma sobre pilas de condones usados mientras acomoda la cuerda"), pese a lo cual seguí inclinándome por una lectura muy rápida. La elasticidad del lenguaje de Burroughs y el alcance de su imaginación me parecieron más impresionantes que nunca. Hasta en el comienzo y el final, cuando relata las excentricidades del adicto criminal William Lee (el alter ego de Burroughs), las figuras retóricas son virtuosas, desde la mecánica de una inyección ("Encontré una vena de inmediato. Una columna de sangre subió por la jeringa en un instante, tangible como una cuerda roja"), hasta el escape fantasmagórico de la adicción: "En el taxi me di cuenta de lo que había pasado (...) Me habían obstruido del espacio y el tiempo como el culo de una anguila se obstruye cuando ésta deja de comer camino a los sargazos".
En casi todas las páginas, cuando la escena se desintegra como una pintura cubista, hay líneas que ayudan al lector: "Como decía antes de que una de mis múltiples personalidades me interrumpiera de forma tan grosera..." Aparece todo tipo de números de vaudeville, entre ellos babuinos homosexuales con "vestiditos azules infantiles" que cantan "Soy el más débil de los babuinos". Conocemos a Doc Scranton, que tiene "un ano prolapsado y cuando quiere que se lo cojan te pasa el culo en un metro de intestino".
Buena parte del Almuerzo desnudo es tan bizarra que no se puede más que reír –como se busca que lo hagamos–, pero si el efecto de la lectura es tan fuerte como para exigir atención médica, hay que asegurarse de evitar al Dr. Benway, que opera con un recipiente de ventosas que lava "en la taza del inodoro". Cuando muere un paciente –"cosa de todos los días"–, Benway hace una pausa, lo que sólo le sirve para descubrir que "algún drogadicto de mierda cortó mi cocaína con polvo para limpiar inodoros. ¡Enfermera!"
El almuerzo desnudo es una sátira salvaje al "control" en diversas formas, desde la censura sexual hasta el anticomunismo maccarthista y la difusión mundial de las drogas. Hace cincuenta años Burroughs creó Islam Inc., que se origina en la Cámara de Comercio de la Meca, un grupo fundamentalista que envía "mártires nacionalistas con granadas en el culo" a mezclarse con los musulmanes comunes para "de pronto explotar y causar muchas muertes". Parte de la acción transcurre en Freeland, una estéril utopía escandinava donde se eliminan las urgencias del instinto y el hambre. Los científicos trabajan para aislar el "virus humano". Cuando por fin lo logran, puede perfeccionarse el homo sapiens y ponerse fin a la caótica vida anterior. Freeland es un estado policial ideal donde "no hace falta policía" porque todos los ciudadanos se vigilan constantemente entre sí.
La composición del Almuerzo desnudo tiene sus orígenes en lo que Burroughs llamaba "rutinas", esbozos surrealistas que estaban incluidos en cartas a Allen Ginsberg. A medida que las páginas –algunas pisoteadas– se apilaban en el suelo alrededor de su escritorio, Burroughs iba viendo el surgimiento de un libro. "Un horrendo caos de notas manuscritas para ordenar", le dijo a Ginsberg, "además de todas esas cartas para revisar".
Hasta el autor de Aullido, al que entonces se juzgaba por obscenidad en California, quedó asombrado por el extremismo de algunas rutinas. "No veo por qué tendrían que incomodarte", le contestó Burroughs. "Estoy impresionado por mi actitud razonable."
El biógrafo del Almuerzo desnudo debe comenzar por la premisa de que es una novela epistolar de un escritor perteneciente a una distinguida familia estadounidense (el abuelo del autor inventó la Máquina de Sumar Burroughs) que llevó una vida de ocio, viajes al exterior y romance.
El ocio adoptó la forma de una paralizadora adicción a las drogas –Burroughs dijo una vez que podía mirarse la punta de los zapatos durante ocho horas seguidas–, mientras que el motivo de los viajes fue la evasión de la ley y el romance fue en su mayor parte sexo pagado con "chicos" en lugares exóticos. Otra poderosa fuente de inspiración era el auto-odio.
Había dos Burroughs, y ambos sentían un fuerte odio por el otro. En una carta a Ginsberg sobre el tema de una "resolución de mi rareza" –una cuestión que también atormentaba al destinatario–, describía un sueño en el que le presentaban a "mi yo no raro". El Burroughs N° 1 entraba a una habitación y veía que el Burroughs N° 2 "me miraba con odio. Entonces dije: 'Por lo que parece, no soy precisamente bienvenido.'" Su réplica gritó: "¡Te odio!" Tenía buenos motivos para ello, agregó Burroughs. Más adelante bautizaría a ese intruso con el nombre de "el Espíritu Feo".
En los últimos años se describió a la generación beatnik como una banda itinerante de juglares literarios, pero sus logros son inseparables de la muerte y de la locura que acosó a sus principales miembros ("Vi las mentes más brillantes de mi generación destruidas por la locura...") Kerouac, Ginsberg y Burroughs habían estado presos e internados en instituciones psiquiátricas antes de cumplir los treinta años. En 1951, cuando vivía en Ciudad de México, adonde se había trasladado para evitar que lo acusaran por consumo de drogas, Burroughs mató a su mujer, Joan, de un tiro en la cabeza mientras jugaban a Guillermo Tell. Luego de dos semanas de detención, y con la ayuda de sobornos pagados con las ganancias de la Máquina de Sumar, recuperó la libertad, tras lo cual reanudó su vida de adicto fugitivo, primero volvió a Nueva York y luego viajó a América Central en busca de drogas alucinógenas vegetales, para después instalarse en Tánger, Marruecos.
El Espíritu Feo se mudó con él. Durante un tiempo su compañero regular fue un adolescente llamado Kiki. Cuando Burroughs se fue de Tánger por un tiempo en 1957, Kiki se enredó con un cantante cubano que lo mató cuando lo encontró en la cama con una mujer. Burroughs dio a la noticia tres frases sobre el final de una carta a Ginsberg en la que hablaba sobre todo de la organización del Almuerzo Desnudo.
La experiencia de las drogas es central en el libro y en su conformación. Burroughs escribía bajo la influencia de drogas y mientras celebraba su última y efímera "cura". Era difícil conseguir heroína en Tánger, de modo que usaba Eukodol, un medicamento legal a base de morfina. En El almuerzo desnudo no hay una glorificación del consumo de drogas, excepto en la gloria de la escritura de Burroughs. La parte de "carne negra" de la novela empieza con un diálogo entre dos adictos:
El Marinero se inclinó hacia delante y puso un dedo en el brazo del chico del lado interno del codo. Habló con su murmullo de adicto."¡Con esas venas, querido, yo la pasaría muy bien!" Se rio con una negra risa de insecto que parecía servir a alguna oscura función u orientación como el chillido de los murciélagos. El Marinero se rio tres veces. Dejó de reír y se quedó inmóvil escuchando su interior. Había encontrado la frecuencia silenciosa de la droga.
A fines de la década de 1950, ningún editor de Nueva York o Londres se habría dignado mirar dos veces El almuerzo desnudo. En París, en cambio, estaba Maurice Girodias, propietario de Olympia Press. Se caracterizó a Girodias como un tramposo y un pornógrafo sin gusto literario, pero sus antecedentes son más que elocuentes: la primera publicación de Lolita de Vladimir Nabokov; Watt, de Samuel Beckett, seguida de la Trilogía (Molloy, Malone muere, El innombrable); luego The Ginger Man; las primeras traducciones al inglés de Jean Genet y Guillaime Apollinaire, y mucho más. También publicó There's a Whip in My Valise, de Greta X, y With Open Mouth, de Marcus Van Heller (en la vida real un empleado público inglés que sigue viviendo en Chiswick), así como textos eróticos firmados con seudónimo de Alexander Trocchi (como "Carmencita de las Lunas"), el poeta Christopher Logue ("Conde Palmiro Vicarion") y John Coleman, que sería luego crítico de cine del New Statesman.
En 1957, Girodias rechazó una versión del Almuerzo desnudo que le llevó Ginsberg. Dos años después, sin embargo, luego de enterarse de que una revista de Chicago había generado un escándalo al publicar partes de la novela, al dandy parisino se le despertaron los instintos. Nada le gustaba tanto a Girodias como un libro prohibido.
Contactó al autor, aceptó un nuevo manuscrito (la leyenda de que los capítulos del Almuerzo desnudo se ordenaron al azar no es algo que corrobore la excelente edición de Oliver Harris de las cartas de Burroughs) y para fines de julio el libro estaba a la venta, por lo menos en las pocas librerías dispuestas a aceptar la producción de Olympia Press. En lo que constituyó algo poco común en un libro de Olympia, tenía una atractiva portada que había diseñado el propio Burroughs. Su ubicación oficial en el catálogo de Olympia es el Nº 76 de la Serie Traveller's Companion y se encuentra entre Zazie dans le metro, de Raymond Queneau, y El libro negro de Lawrence Durrell. Olympia publicó otras dos novelas de Burroughs, The Ticket That Exploded y The Soft Machine, así como también The American Express, la única novela del poeta beatnik Gregory Corso.
Los extraños tiempos del Almuerzo desnudo no habían terminado. En 1962, el libro se convirtió en el tema central de un caso de obscenidad en Boston que allanó el camino para su aceptación masiva en los Estados Unidos. Burroughs no asistió al juicio, en el que Norman Mailer lo describió como "el único novelista estadounidense vivo del que puede pensarse que está poseído por el genio", descripción que no parece tan descabellada como en ese entonces si se tienen en cuenta las connotaciones demoníacas de la posesión. A esa altura Burroghs había renunciado a todo el trabajo que había hecho y buscaba "un punto en que mi escritura tenga el peligro, la urgencia y la inmediatez de la lidia de toros". Le dijo a Ginsberg que no podría entender el nuevo método "hasta que tengas el entrenamiento necesario".
Como siempre, había que prestar atención a una adicción a la droga. A pesar de los reiterados intentos de "expulsar al chino", Burroughs siguió siendo un adicto. No mucho después de la publicación del Almuerzo desnudo lo detuvieron en el Hotel Rachou –conocido luego como el Beat Hotel– y lo llevaron a una dependencia policial de París donde le tomaron las huellas digitales y lo fotografiaron. "Cuando fueron a revelar la foto", le contó a Ginsberg, "no había nada". Fue un logro: la desintegración del Burroughs Nº 2, el yo rebosante de odio, el Espíritu Feo.
En cuanto a Girodias, a pesar de su audaz instinto literario, era en realidad un estafador y más adelante admitió que había engañado a Burroughs y se había quedado con ingresos producto de la venta de derechos en el exterior. El nieto del inventor de la Máquina de Sumar Burroughs hizo cuentas: Girodias lo había rescatado de una vida de abandono y había lanzado su carrera literaria. ¿Qué son unos miles de dólares en comparación con eso? "¿Quién más habría publicado El almuerzo desnudo? le preguntó a Ginsberg. El editor dio muestras de arrepentimiento y Burroughs –el espíritu bueno– lo perdonó.
(c) The Guardian y Clarín Traduccion de Joaquin Ibarburu

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