Proximidad
Llego.
Caen mis llaves.
Vuelvo.
Estoy lejano ahora, tan lejano.
Digo
en voz baja el nombre de un ser querido
lleno de la debilidad de una paloma en reposo,
y tiemblo.
Sufro porque no puedo
multiplicar los panes;
por lo vivido y por lo que no escribo,
profundamente sufro.
Se
divide mi altura.
Mido
el tamaño de los empellones,
el tiempo del agua acobardada y mi propia caída.
Llego. Y regreso siempre en dos pedazos.
La batalla oscura
He vuelto.
El caserío se desploma y flota su nombre
solamente.
Beso la tarde como quien besa una mujer dormida.
Los amigos
se acercan con rumor de infancia en cada frase.
Las muchachas
pronuncian mi nombre y yo admiro sus bocas con
animal ternura.
Levanto una piedra como quien alza un ramo
sin otro afán que la amistad segura.
La realidad sonríe
tal vez
porque
algo
he inventado en esta historia. He vuelto, es cierto,
pero nadie me mira ni me habla, y si lo hacen,
escucho una batalla de palabras oscuras entre dientes.
(Las brasas del hogar amplían los rincones
y doran las tijeras del día que se cierra).
Un esfuerzo violáceo
contiene mi garganta.
Roberto Sosa
Un mundo para todos dividido
Premio casa de las Américas de Poesía 1971
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