jueves, 22 de enero de 2009

Veinte años sin Salvador Dalí

Persistencia de la memoria. Dalí



Por: Sara Barderas. DPA. Tomado de revista Ñ



"Yo soy el surrealismo", solía decir. Egocéntrico, excéntrico, rebelde y gran provocador, Salvador Dalí fue sin dudas uno de los máximos exponentes del arte del siglo XX. Este viernes 23 se cumplen dos décadas de la muerte de un artista que, ante todo, intentó y consiguió con gran éxito no pasar nunca inadvertido.

Tenía 84 años y formaba ya parte de la historia universal cuando la mañana del 23 de enero de 1989 falleció en el hospital de Figueres, en el noreste de España, tras varios días de agonía. Una insuficiencia cardiaca aguda se le había agravado con una pulmonía que, a su vez, le provocó una inflamación pulmonar. Atrás quedó la vida de quien unos consideraron un genio y otros un gran artista estrafalario. Pero 20 años después, su legado y su recuerdo se mantienen, gracias entre otros a la Fundación Gala Salvador-Dalí, impulsada por él mismo, y varios museos: la Casa-Museo en Port Lligat; el Teatro-Museo de Figueres, donde está enterrado, y la Casa-Museo Castillo Gala Dalí, en Púbol, donde el artista se encerró tras la muerte de su musa y compañera, en 1982, siete años antes que él.

Con motivo del aniversario de su desaparición, hasta el 18 de marzo el Museo Dalí de Figueres expone la obra más emblemática y famosa del artista catalán: La persistencia de la memoria, pintada en 1931, cuando sólo tenía 27 años. Popularmente conocido como "Los relojes blandos", el cuadro en el que esos objetos parecen derretirse ha sido cedido temporalmente por el MoMA de Nueva York.
"¿Por qué los relojes blandos?", le preguntaron una vez a Dalí sobre esa obra, ícono del surrealismo. "Lo importante no es que sean blandos o duros, sino que marquen la hora exacta", respondió.
Génesis de un genio atemporal y multidisciplinario
Nacido el 11 de mayo de 1904 en Figueres, Dalí nunca fue un niño normal. "Cuando tenía seis años quería ser cocinero y a los siete, Napoleón. Desde entonces mi ambición ha ido aumentando sin parar", escribió en el prólogo de Vida secreta. La muerte de un hermano al que nunca conoció y que llevó su mismo nombre hizo que sus padres lo educasen como un niño mimado, consintiéndole todos sus caprichos y volcando en él sus afectos de forma compulsiva. Descubrió la pintura casi por casualidad, en una finca de una familia amiga durante una convalecencia. Comenzó a pintar, sin técnica alguna, óleos y acuarelas que sorprendieron a los primeros que las vieron. Su carácter rebelde le valió ser expulsado de todos los centros de enseñanza en los que se matriculó, entre ellos la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, cuyo ingreso le había puesto su padre como condición para permitirle ser pintor. Su estancia en la capital marcó su vida. Allí experimentó con el cubismo y el dadaísmo y conoció al poeta Federico García Lorca y al director de cine Luis Buñuel, de los que se hizo íntimo amigo en la Residencia de Estudiantes. Junto a Buñuel fue autor de los films surrealistas El perro andaluz y La edad de oro. Y es que Dalí no sólo se dedicó a la pintura. Su obra abarca también el cine, la escultura, el diseño y la escritura. Su primera exposición individual de pintura fue en 1925 en Barcelona e hizo que dos grandes, Pablo Ruiz Picasso y Joan Miró, se fijasen en él. Un año después, Dalí conoció a Picasso en París. "El arte somos Picasso y yo", llegó a manifestar, egocéntrico. De pelo largo y patillas, vestido con abrigo, medias y pantalones bombachos, la imagen estrambótica de Dalí es mundialmente conocida. "Sabía venderse mejor a sí mismo que a su obra. Fue un ícono de la cultura de masas", según Javier Pérez Andújar, uno de sus biógrafos. "Era un gran pintor, pero no un genio" y acabó convirtiéndose en un "showman obsesionado", opina por su parte el hispanista irlandés Ian Gibson. Tras su paso por París, donde se integró en el círculo surrealista, y ya casado con Gala, la musa y compañera con la que estuvo hasta su muerte pese a infidelidades por ambas partes y a estrambóticas manías de ambos, Dalí se estableció en Estados Unidos, impulsado a dejar Francia en 1940 por el avance de las tropas alemanas. Regresó a España ocho años después. Anticomunista radical pese a que en su juventud se movió en el círculo de la izquierda, algunos lo acusaron de derechismo. No obstante, hay expertos que destacan que más que derechista fue un oportunista que consiguió así que el dictador Francisco Franco le dejara trabajar en paz. Otra sombra que rodea su figura es su atracción desmesurada por el dinero. De hecho, sus últimos años estuvieron más marcados por la comercialización de su obra que por la novedad de la misma. Los objetos dalinianos se convirtieron en un negocio mundial. Y también las falsificaciones. A él no sólo no le importaban éstas, sino que incluso las favoreció firmando hojas en blanco. Y es que, en la imitación de su obra veía una prueba de su grandeza.

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