lunes, 22 de marzo de 2010

El Poeta

Ilustración de FABO

No sabemos cómo se llama, nunca nos ha querido decir su nombre, pero lo conocimos como "El Poeta" y se pasa cada día de cafetería en cafetería hablando de sus proyectos y aspiraciones.
Aproveché una pausa en el trabajo para venirme a tomar un café y todo iba bien, hasta que se apareció.
-Me contaron que publicó un libro, colega -me dice, y sonríe.
-Sí, así es -le respondo mientras pienso que no tengo ánimos para hablar con nadie en este momento.
Continúo callado mientras tomo mi café de las tres de la tarde.
-Yo voy a ser el mejor escritor de Honduras -me continúa diciendo-, voy a publicar diez poemarios el año que viene.
Vaya tipo, pienso, y me sigue contando El Poeta que tiene un poemario para cada estación del año, invierno, verano, etcétera. Un poemario para cada signo zodiacal, uno para cada departamento del país y uno para cada país de Centroamérica. Además, uno para cada región importante de Francisco Morazán, departamento del cual dice que es originario...
Este tipo es completo, me digo, y me empieza a contar de otros libros que tiene planeados... Según relatan (es una leyenda que él nunca se ha preocupado por desmentir, ya que seguramente lo hace feliz saber que hablan de él, no importa si bien o mal), lo que hace es que agarra un tema, lo subdivide y a cada subtema le dedica un poemario... Por ejemplo, me cuenta que hará un poemario para cada aspecto de la medicina, uno dedicado al bisturí, otro a las píldoras, el tercero a las enfermeras, uno más a las ambulancias, etcétera, etcétera.
Luego me dice que tiene un libro de poemas para cada planeta del sistema solar, y no para de hablarme... Realmente empieza a volverse fastidioso.
-¡Vieras qué máquina! -me dice con la maldita manía de acercarse demasiado a las personas para conversar. Me doy cuenta de que su boca apesta a alcantarilla, por lo que retrocedo y continúo escuchando. Observo a unas extranjeras que han llegado al lugar, pero es inevitable no distraerme con una plática tan peculiar.
Añade que tiene un gran plan cósmico-poético... una saga de libros sobre profecías y adivinaciones. Es una manera de aprovechar que está de moda eso del apocalipsis, me confiesa.
Además me habla de una serie de poemarios sobre cada parte del cuerpo... desde la cabeza hasta los pies, pasando por cada órgano interno. Agrega, con un susurro que busca mi complicidad, que la idea se le ocurrió al leer el cuento El Aleph, de J.L. Borges... en el que se habla de un poema infinito dedicado a TODO el universo. Me cuenta que él es más modesto y sólo escribiría unos cinco mil poemarios.
-¿Qué tal?
Ante el asombro que me deja -o que parece dejarme- semejante proyecto de publicaciones, le pregunto si planea escribir un poemario dedicado a la mierda, y responde que esa idea no se le había ocurrido, pero que parece buena y que lo va a considerar.
Le hago una observación: si es posible escribir un poemario sobre cualquier cosa, ¿no es posible también escribir otro que contradiga, niegue o anule esa cosa? Asiente, opina que es una idea digna de ser tomada en cuenta y escribe mi observación en su libreta de apuntes, un cuaderno maltratado y sucio en cuya portada se distingue todavía una imagen de Bob Esponja.
Comento como de pasada, mientras veo con nostalgia las pantorrillas de las extranjeras que toman café cerca de mi mesa, que seguramente ya craneó la posibilidad de hacer un poemario para cada escritor famoso y cada prócer... Por ejemplo, Neruda, agrego.
El Poeta no es tan distraído. Me dice con una sonrisa desdeñosa que esa idea ya estaba en su cuaderno de apuntes.
Claro que, luego de tomar el apunte sobre los contrapoemarios, El Poeta hace una pausa como si de pronto se acordara de algo, se pone medio maleado y me dice que no se trata de escribir un poema sobre cualquier cosa, que eso es rebajar la poesía... pero no se toma el trabajo de aclarar en qué consiste mi insulto al oficio de escribir poemas.
Le digo que así como va su proyecto editorial seguramente superará a Neruda: será el mejor poeta de la historia.
Toma de un trago casi medio vaso de agua que le sirvieron hace un rato, luego me dice que hará un contrapoemario sobre Neruda, el cual tiene que dividirse... no sólo sería un libro, sino, al menos, tres:
1. Un poemario que niegue las ideas políticas de Neruda.
2. Otro que niegue los poemas de Neruda.
3. Uno más que niegue que Neruda existió...
Luego se le ocurre otra onda... me habla de un poemario en el que se invente a un poeta parecido a Neruda, pero que no sea Neruda, ya que la existencia de Neruda sería abolida en el tercer poemario. Luego vendría la tarea de escribir todos los poemarios de ese nuevo poeta... "¡¡¡Una labor bárbara, maje!!!”, me dice con una alarmante sonrisa en el rostro.
Ya son casi las seis de la tarde cuando El Poeta termina de contarme su descomunal proyecto literario y de pronto me dice que ocupa ayuda, que es gran trabajal... Añade que yo podría ayudarle a escribir -al menos- los poemarios que le atribuiría al nuevo Neruda, cada uno de los cuales sería el contrario exacto de un libro nerudiano. “¡Como la materia y la antimateria, man!”
Paso ocupado y no tengo tiempo, le respondo, y le pregunto si pagaría por eso, pero dice que no, que sería por amor al arte.
Su respuesta me hace reír y hago como que me voy a marchar, entonces él se molesta e intenta detenerme. Me horroriza su mueca de desesperación al ver que me largo. Intenta detenerme… No tengo más remedio que darle un puñetazo en la nariz.
El Poeta cae como un monigote y salgo rápidamente. Lo último que veo es a las personas que están en el café rodeándolo, ayudándole y llamando a una ambulancia, las extranjeras quedan inmóviles y me observan mientras me dirijo a la salida.
No volveré allí por lo menos en un año, pienso, hasta que nadie recuerde este asunto vergonzoso. Camino rápidamente sin saber adónde ir y recuerdo que no pagué el café. No importa, sólo quiero caminar, lo más rápido que pueda…

2 comentarios:

G.Rodríguez dijo...

Vergón, compa, me cagué de la risa.

Otoniel Natarén dijo...

Me gusta tu cuento, Murvin. Ahora mismo estoy leyendo una novela de Jorge Edwards, La Casa de Dostoievski, donde el personaje es insistentemente para su historia, "El Poeta" (cargado de caracterizaciones).

Con este cuento, la irreverencia es magnífica.