lunes, 1 de marzo de 2010

Javier Marías: "El celular es una forma de esclavismo"

Fotografía tomada de Clarín.com

Los soldaditos de plomo invaden todos los rincones de la casa madrileña de Javier Marías, incluso la cocina. En la mesa, reposa su máquina de escribir electrónica. El escritor, tras la publicación en un solo volumen de Tu rostro mañana - su novela de 1.328 páginas-,recibe a este diario para hablar de Los villanos de la nación (Los Libros del Lince), una selección de los textos que, sobre temas políticos, éticos y sociales, ha publicado en diferentes medios de comunicación desde 1985.

Ya en 1985 decía que no hay que depositar grandes esperanzas en los gobiernos.
Tener entusiasmo por un gobierno viene a ser una ingenuidad o producto de la desesperación. En otro artículo propongo que haya la posibilidad en las elecciones de también votar en contra de un partido, y que, en el recuento, se le resten los votos negativos a cada formación. Sería lo más adecuado y lo más justo.

Se ocupa de describir la atmósfera de los años 80. ¿Qué hemos heredado de esa época?
Yo la llamo la edad del recreo. El valor básico era hacerse guapo, para lo cual a veces hay que ser rico. Se dio un proceso de infantilización de la sociedad que se ha coronado ahora. Ha ido a más la ausencia de responsabilidad por parte de todo el mundo ante cualquier cosa. La gente reclama su libertad de moverse, hacer, decir, iniciar negocios, irse a sitios peligrosos y cuando les sucede algo, dicen: que el Estado me lo arregle. Pero el Estado somos los demás. Nadie asume sus actos, nadie se responsabiliza de nada.

¿Por qué critica ciertos aspectos de la solidaridad?
Critico sus trampas. Aquí debajo de mi casa hay varios señores tumbados en el suelo a los que ningún transeúnte echa una mano. Nuestros pobres son concretos, sucios y desagradables, no los tocamos porque podrían transmitirnos su desesperación, pero, eso sí, efectuamos donaciones a Haití. No es muy simpático decirlo, pero me produce un efecto contraproducente ver cómo todos los famosos del mundo se vuelcan en Haití, y empiezan a donar dinero de manera ostentosa. Tengo la sensación de que estas solidaridades son mecánicas. Me suena a falsedad, a medalla que se pone la gente.

El trabajo y sus efectos negativos es otro de sus temas...
Hablo con mis amistades de toda España, y todos están igual, tengan el trabajo que tengan o cobren mucho o poco: no paran, no tienen tiempo de nada, trabajan sin cesar y cada vez les cunde menos. Amplían sus jornadas no para ganar más sino para dar abasto al trabajo diario. Apenas tienen ocio y están permanentemente agotadas, medio enfermas o desquiciadas. Es el gran mal de nuestros días. Las personas que están hoy a sueldo se desloman como no se había visto en los últimos 40 años. Es la opresión más grande que vive la gente corriente.

¿Sigue sin e-mail ni celular?
Sí. Me niego a utilizar celular, tengo uno sólo para los viajes, pero el número lo tienen mis hermanos y tres personas más. Me parece una forma de esclavismo: estar localizable permanentemente, que no haya ratos de silencio, en los que nadie sepa dónde estás. La prueba de que el móvil es una herramienta de esclavización es que las empresas se los ponen a sus empleados.

¿A usted qué lo irrita?
No sé. Hay una serie de cosas que siempre habían sido de derechas, reaccionarias, puritanas y, de pronto, han resucitado presentadas como propuestas avanzadas.

¿Por ejemplo?
Por ejemplo, si se ve un culito en un anuncio, dicen que es una denigración de la mujer. ¿Pero por qué va a ser una denigración? Que salgan siempre mujeres en los anuncios de hemorroides, dentaduras postizas y dietas de adelgazamiento me parece más denigrante. Que salga un cuerpo de mujer agradable, en cambio, es una especie de aprobación y enaltecimiento de la mujer.

© La Vanguardia y Clarín

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