Por: Fabián Casas
Cada escritor poderoso tiene una retórica que lo acompaña. Casi, como si fuera el esquema simbólico de Lacan, podría decirse que esa retórica conduce nuestras lecturas, las encapsula y las convierte en un cliché. De modo que surge una crítica parasitaria que nos dice que, en el caso de Beckett, estamos frente a un escritor que hace del error y del silencio un paradigma, un escritor parecido casi a un santo si no fuera por la ropa extraordinaria con la que aparece en las fotos. La mejor forma de acercarse a estos escritores es con desconfianza: leer sus libros olvidándonos de lo que se dice de ellos, procurar tener una relación vital con sus textos, sin prejuicios, y animándonos a pensar en la dirección opuesta.
Creo que las cartas y las biografías son un género valioso para introducirnos en una obra. De hecho, a mí me ha pasado de entrar a leer a un autor que me resultaba reactivo –como Nabokov– por la riqueza de su biografía. Es como si alguien te susurrara al oído los motivos para ir a ver una película. Lo mismo me pasó con las cartas de Joyce y con la biografía de Strafacce sobre Lamborghini. Cada palabra de un gran escritor está amasada en hechos biográficos. Es una pena que la biografía de James Knowlson sobre Beckett, Damned to fame, no esté traducida al español. Ojalá estas cartas aparezcan pronto.
Por otra parte, Coetzee es uno de los más grandes escritores actuales y un inteligente continuador de la obra de Beckett. Vida y obra de Michael K le debe muchísimo a esas páginas en las que Molloy idea un sistema para chupar piedras pasándolas de un bolsillo a otro. En el traspaso que se produce del "hombre de Beckett" al "hombre de Coetzee", vemos la condición humana –absurda e insensata– bajo el prisma de la violencia política y la compasión. La palabra compasión –sentir con el otro en un momento extraordinario de unión– dejó de ser un buen sentimiento para convertirse en una mala palabra, casi como sentir lástima por el otro. Esta degradación etimológica explica bien el momento en que vivimos.
Beckett y Coetzee ponen en primer plano la compasión por todo lo que sufre en esta tierra y también podrían suscribir a dúo las palabras de Schopenhauer: "La vida es un asunto horrible, yo decidí dedicar la mía a reflexionar sobre esto".
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