martes, 2 de abril de 2013

El poema malcriado




Además de ser el hombre de confianza del general Torrijos, José de Jesús Martínez, "Chuchú", era poeta. Así lo demuestra en estos versos dedicados "A Lisi", el gran amor de Quevedo.

José de Jesús Martinez, el más panameño de los panameños, el mejor amigo del general Torrijos, era nica. Pero desde muy pequeño había escogido vivir en Panamá. Y cuando sus 150 kilos se subían a su Harley-Davidson, vestido descuidadamente, con una barba canosa que apenas disimulaba sus rasgos negroides (él se decía indio), nada de ese aspecto exterior denunciaba que este sargento de la Guardia Civil era doctor en matemáticas de la Sorbona, filósofo de la Universidad Complutense de Madrid, ganador del Premio Nacional de Teatro en España por su obra La perrera, autor de más de cuarenta libros, profesor de filosofía marxista en la Universidad de Panamá, y karateca que presumía, entre copa y copa de vino (era un experto catador), de haber olvidado cuántas veces se había casado, aunque creía tener solo una docena de hijos. Pero si en Panamá uno hubiera preguntado por José de Jesús Martínez, pocos habrían sabido de quién se trataba. Todos lo llamaban Chuchú.
Un día de 1976, Graham Greene llegó a Panamá con la idea de escribir un libro sobre Torrijos, Getting to Know the General, y acabó escribiendo, sin cambiar el título, más que todo sobre el sargento Chuchú. Según Gabriel García Márquez, que los conoció bien a ambos y gozó de la conversación y los poemas de Chuchú, el general le sacaba el cuerpo a su amigo Greene porque su inglés era muy deficiente, y entonces se lo endosaba a su sargento, amigo y guardaespaldas, que hablaba seis idiomas, incluyendo el inglés y el latín. Y agrega el mismo Gabo (y no se sabe si esto es historia o invención de novelista), que Torrijos vistió a Graham de general, le dio pasaporte diplomático panameño y lo llevó a Washington como parte de su comitiva, a la ceremonia del tratado de septiembre de 1977, que con la firma de los presidentes Torrijos y Carter reemplazó el oprobioso Tratado Hay-Bunau Varilla y le devolvió a Panamá la soberanía sobre el canal. (A Chuchú también lo había ascendido a ministro de la Defensa durante unas horas, porque así se lo presentó al papa Paulo vi en una visita al Vaticano.)

El más conocido de los libros de Chuchú es la biografía Mi general Torrijos, que mereció el Premio Casa de las Américas en 1987. Este relato que le hizo Chuchú a Gabo, y que luego Martínez publicó en su biografía de Torrijos, pinta bien la calidez e inteligencia de la relación sargento-general. Habían volado a un poblado indígena, ellos dossolos, en una destartalada avioneta que piloteaba Chuchú (la pista no daba para más) y salió a recibirlos el chamán de la tribu. Los llevó a una maloca donde solo había una mesa y cuatro asientos, les ofreció a manera de bienvenida una totuma de chicha y le preguntó a Torrijos:

–¿Tú quieres que te haga aparecer una culebra aquí, en esta mesa? Si yo la llamo, la serpiente aparece. ¿La llamo?

Y Torrijos dijo, con delicadeza, para que el chamán no se sintiera mal:

–No, no la llames.

De regreso, ya en vuelo, con una sonrisa socarrona, Chuchú le dijo a su jefe:

–Se te arrugó, ¿verdad? Te dio miedo ver aparecer la culebra.

Y Torrijos le contestó:

–Sí, tuve miedo. Mucho miedo de que el indio invocara la serpiente y esta no apareciera.

La historia del poema “A Lisi” la cuenta el propio Chuchú, en su libroMi general Torrijos:

Yo recuerdo que una vez, en los Estados Unidos, le mostré a Lupita [la secretaria de Torrijos] un soneto que hice muy mal hablado, con mucha mala palabra. Algo le habrá dicho Lupita al General porque este me llamó y me dijo: “A ver, léame ese poema malcriado que dice Lupita que usted ha escrito”. Y yo se lo leí.

–¡Jo! –me dijo el General–. Usted tiene que haber amado mucho a esa mujer...

–No –le dije yo–. Se lo he dedicado a Lisi, el gran amor de Quevedo.
Chuchú era tan importante que al morir mereció obituario en The New York Times. Oficialmente murió de insuficiencia cardíaca, pero sus amigos dicen que en realidad se lo llevó una tristeza profunda que le empezó el día en que mataron a Torrijos, y se le acentuó con la invasión de Estados Unidos a Panamá.

Tomado de Revista El Malpensante

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