El jurado del XVI Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos le concedió el galardón a la obra El país de la canela del escritor colombiano William Ospina. Entre las finalistas figuraban las obras de tres colombianos, dos españoles, un ecuatoriano y un uruguayo, preseleccionadas entre 273 novelas provenientes de 21 países.
Las novelas finalistas eran La Ceiba de la memoria de Roberto Burgos Cantor (Colombia), El profeta imperfecto, de Fernando Butazzoni (Uruguay), Bolívar. Delirio y epopeya de Víctor Paz Otero (Colombia); Tratado del amor clandestino de Francisco Proaño (Ecuador); Los ojos del huracán de Berta Serra Manzanares (España) y La historia que me escribe de Fernando Trías de Bes (España).
Al leer el veredicto del jurado, alcanzado por unanimidad, la escritora argentina Graciela Maturo destacó la alta calidad de las obras presentadas y dijo del libro laureado que "se trata de una lectura interpretativa de los primeros viajes de los europeos por el continente con una fuerte proyección hacia el presente".
"Su excelencia literaria reside en una sólida estructuración de los capítulos y un sólido lenguaje", señaló, antes de destacar respecto a la obra "la ajustada eficacia narrativa así como su capacidad de atraer al lector".
Es una obra "inspirada en discursos coloniales, los de Fernando González de Oviedo, admirado maestro del personaje narrador que no escatima crudezas en los aspectos mas criticables y brutales de la gesta hispánica sin caer en burdas simplificaciones", subrayó.
"Su mensaje supera dicotomías tales como hispanismo e indigenismo y abarca las contradicciones con espíritu humanista, y asienta una ética de respeto a la cultura del otro", agregó en la lectura del fallo.
En El país de la canela, el narrador es un español que cuenta cuando decidió ir a Perú a reclamar una herencia que había sido usurpada a su padre por los Pizarro. En Perú se encuentra con Gonzalo Pizarro, que le promete pagar la deuda si lo acompaña a una expedición que intenta llegar a un supuesto país rico en árboles de canela, lo que los convertirá en hombres infinitamente ricos. Pero los expedicionarios no encuentran lo que buscaban, pues la canela de dicho país no sirve para lo que esperaban.
En medio de la desilusión, Gonzalo Pizarro enloquece y ordena el asesinato de todos los indios que había arrastrado a la expedición. Después de eso, deciden seguir avanzando por la selva, dominados por el hambre y las dificultades, hasta que descubren que una de las pocas esperanzas que tiene de salir de allí es atravesar el inmenso río con el que se topan en su avance. Construyen un barco e inician una travesía de más de diez meses llena de sorpresas.
Tomado de Clarín
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