sábado, 14 de febrero de 2009

La Máquina de follar

CHARLES BUKOWSKI
(Fragmento de La máquina de follar)

Hacía mucho calor aquella noche en el Bar de Tony. Ni siquiera pensaba en follar.

Sólo en beber cerveza fresca. Tony nos puso un par para mí y para Mike el Indio, y Mike sacó el dinero.

Le dejé pagar la primera ronda. Tony lo echó en la caja registradora, aburrido, y miró alrededor... había otros cinco o seis mirando sus cervezas.

Imbéciles. Así que Tony se sentó con nosotros.

-¿Qué hay de nuevo, Tony? -pregunté.

-Es una mierda -dijo Tony.

-No hay nada nuevo.

-Mierda -dijo Tony.

-Ay, mierda-dijo Mike el Indio.

Bebimos las cervezas.

-¿Qué piensas tú de la Luna? -pregunté a Tony.

-Mierda -dijo Tony.

-Sí -dijo Mike el Indio-, el que es un carapijo en la Tierra, es un carapijo en la Luna, qué mas da.

-Dicen que probablemente no haya vida en Marte -comenté.

-¿Y qué coño importa? -preguntó Tony.

-Ay, mierda -dije-. Dos cervezas más.

Tony las trajo, luego volvió a la caja con su dinero. Lo guardó. Volvió.

-Mierda, vaya calor. Me gustaría estar más muerto que los antiguos.

-¿Adónde crees tú que van los hombres cuando mueren, Tony?

-¿Y qué coño importa?

-¿Tú no crees en el Espíritu Humano?

-¡Eso son cuentos!

-¿Y qué piensas del Che, de Juana de Arco, de Billy el Niño, y de todos esos?

-Cuentos, cuentos.

Bebimos las cervezas pensando en esto.

-Bueno -dije-, voy a echar una meada.

Fui al retrete y allí, como siempre, estaba Petey el Búho. La saqué y empecé a mear.

-Vaya polla más pequeña que tienes -me dijo.

-Cuando meo y cuando medito sí. Pero soy lo que tú llamas un tipo elástico. Cuando llega el momento, cada milímetro de ahora se convierte en seis.

-Hombre, eso está muy bien, si es que no me engañas. Porque ahí veo por lo menos cinco centímetros.

-Es sólo el capullo.

-Te doy un dólar si me dejas chupártela.

-No es mucho.

-Eso es más que el capullo. Seguro que no tienes más que eso.

-Vete a la mierda, Petey.

-Ya volverás cuando no te quede dinero para cerveza.

Volví a mi asiento.

-Dos cervezas más -pedí.

Tony hizo la operación habitual. Luego volvió.

-Vaya calor, voy a volverme loco -dijo.

-El calor te hace comprender precisamente cuál es tu verdadero yo -le expliqué a Tony.

-¡Corta ya! ¿me estás llamando loco?

-La mayoría lo estamos. Pero permanece en secreto.

-Sí, claro, suponiendo que tengas razón en esa chorrada, dime, ¿cuántos hombres cuerdos hay en la tierra? ¿hay alguno?

-Unos cuantos.

-¿Cuántos?

-¿De todos los millones que existen?

-Sí, sí.

-Bueno, yo diría que cinco o seis.

-¿Cinco o seis? -dijo Mike el Indio-.

¡Hombre no jodas!

-¿Cómo sabes que estoy loco? -dijo Tony-.

¿Cómo podemos funcionar si estamos locos?

-Bueno, dado que estamos todos locos, hay sólo unos cuantos para controlarnos, demasiado pocos, así que nos dejan andar por ahí con nuestras locuras. De momento, es todo lo que pueden hacer.

Yo en tiempos creía que los cuerdos podrían encontrar algún sitio donde vivir en el espacio exterior mientras nos destruían. Pero ahora sé que también los locos controlan el espacio.

-¿Cómo lo sabes?

-Porque ya plantaron la bandera norteamericana en la luna.

-¿Y si los rusos hubieran plantado una bandera rusa en la luna?

-Sería lo mismo -dije.

-¿Entonces tú eres imparcial? -preguntó Tony.

-Soy imparcial con todos los tipos de locura.

Silencio.

Seguimos bebiendo.

Tony también; empezó a servirse whisky con agua.

Podía; era el dueño.

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