viernes, 23 de septiembre de 2011

FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA EN CARTAGENA DE INDIAS, COLOMBIA

15 FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA EN CARTAGENA

Convocados el 1 al 5 de diciembre a Cartagena de Indias, Colombia.


María Malusardi - ARGENTINA
Murvin Andino Jiménez - HONDURAS
Kae Morii - JAPÓN
Sandra Petrovich – URUGUAY
Francisco Jesús Muñoz Soler – ESPAÑA
Alexis Gómez Rosa – República Dominicana
Laura Hernández- MÉXICO
Mairym Cruz-Bernal- PUERTO RICO
Nahid Kabiri – IRÁN
Deth Haak - BRASIL
PEDRO DE SOUZA – BRASIL
Mehmet Yashin - CHIPRE

Por la República Colombiana del Caribe
MIGUEL IRIARTE
IVÁN BARBOZA
JAIME ARTURO MARTÍNEZ
NENA CANTILLO
RICARDO BARRIOS
JESÚS BUELVAS
PEDRO BLAS
Kelly LEÓN
Dalgi Mosquera
Ricardo Olea,
Herbert Prozkart

jueves, 8 de septiembre de 2011

Irreversible

Gracias, Lempira. Foto Murvin Andino





A continuación un poema de Murvin Andino, de los trabajos recientes, ganador del segundo lugar en el certamen de los Juegos Florales de Santa Rosa de Copán 2011.












Irreversible







Yo siempre fui un adiós... Un brazo en alto, un yaraví quebrándose en las piedras, cuando quise quedarme vino el viento, vino la noche, y me llevó con ella.
Atahualpa Yupanqui







Oscurece,
se consuma la batalla
con el tiempo
y el gran espejismo que atrapa a la ciudad
atiborrada por una intolerable muralla.
Se llena la calle de silencio,
de bastardos atroces,
de reflejos intermitentes y de miserables
que transitan el olvido.
Carga la gente su dolor
-la espuma enardecida reconoce el agua
que derrama a grandes mares con insondable medida-,
y sonríe a pesar de su delirio.

La escasa luz se va difuminando,
el pecado y la agonía estrechan cada palabra,
desaparece la multitud
poseída de infinitas preguntas –irreversible-
y las llagas de la carne
también son emblemas inhumanos.
El hambre azota a la solemne figura
–el hambre es un monólogo transparente
que quebranta la belleza-.
La gran metáfora de la vida
expira con el caserío reflejando
su inocente fulgor
y la lluvia ejerce su castigo
en la catástrofe imaginaria del ser
que, incuestionable, ajeno y elocuente,
cambia su vergüenza por monedas
y coronas de piedra o cartón.

Estamos de pie ante el equinoccio
en ese frenético mar de estatuas
y corceles de ensueño,
estamos en el instante
que devasta todo y cegamos al mítico cíclope
con la materia destruida
y la elegancia de los pobres en su trajín cotidiano.
Estamos en el instante
que dejó la carne erguida
y la inútil luna que esparció en la noche sus criaturas
de fatales abrazos de acero y vísceras de plomo.
Viajamos en el camino de los magos
y otras subespecies imaginarias
que no escapan del diluvio,
de la mañana,
del sueño,
del castigo de la cíclica serpiente
y su fatal movimiento de reloj
o sus minúsculos incendios nocturnos
capaces de percibirlo todo.

El hedor -ingrata mirada del amor insano-,
irrumpe con el horror de las complejas relaciones,
pero la noche también es una inválida memoria
donde cada situación nos desdibuja,
la noche es un jardín de infinitas mariposas
y para morir se necesita una palabra,
una visión carnal del paraíso
-el paraíso subterráneo del corazón
y la menguante penumbra-
que nos acostumbre a desaparecer
al transeúnte flagelado
que delimite el poder absoluto
y la indiferencia,
la continua mentira que destruye
mientras la heroica falacia aguarda
en las prisiones
y otros resquicios de la noche sinfónica.

No tengo el dolor de todos,
pero siento el miedo del rotundo ser,
la concéntrica teoría
de la misericordia prometida
y las falsas aves que van cegándose.
No tengo el amor de quienes
dejaron todo como un secreto
y escribieron sueños
para el río que abraza
y devasta las horas
y la soledad
y las sonrisas hermosas de amantes impulsivos.
La noche inexplicable
viaja oculta en el rostro inverso
de los enigmas cotidianos
y es la misma desnudez encantadora
que esparce las esquirlas,
el irreversible laberinto de la muerte
que, sediento y nauseabundo,
arrastra todo con el asombro
del destierro entre las visibles heridas
y la sustancia que exalta la arena,
el metal,
la arteria,
la absoluta mentira,
la tormenta,
la sangre,
la desdicha
y cada noción de sentimiento transgredido
o advertido
o escupido
en las vertiginosas islas de la noche
que derrama su espesor
como una vieja lámpara que se oculta
con el efecto definitivo de lo que ya es eterno.

martes, 16 de agosto de 2011

"Una cuarta dimensión nos acerca"

Manuel García Verdecia en una conferencia en la AHS (Asociación Hermanos Saíz) en la ciudad de Holguín, una tarde del 19 de junio de 2010.



Gracias al amigo Otoniel Natarén que envió esta columna publicada hace unos días en el Portal de Radio Ángulo de Cuba por Manuel García Verdecia refiriéndose al libro de Oto que reúne poetas sampedranos y holguineros Cuarta dimensión de la tarde.


Manuel García Verdecia
Holguín, 7 de agosto de 2011

Siempre he insistido, aunque nunca será lo suficiente, en que se debe cuidar y exaltar toda acción que acerque a los seres humanos y que implique un estímulo a presupuestos éticos y estéticos que los enriquezcan. Cada día al levantarnos recibimos el impacto de mil noticias descorazonadoras que, indudablemente, nos hacen dudar de la racionalidad y sensibilidad de nuestro prójimo. Tal vez en los medios, en las artes, en las letras, con el afán de hacernos ver y reaccionar consecuentemente, se hace un énfasis excesivo en lo negativo del acontecer y el proceder del mundo. Por eso, no hay que ser remisos cuando estemos frente a acciones que se encaminan hacia territorios más amables y benéficos. Tal es el caso de la publicación de Cuarta dimensión de la tarde (Antología de poetas hondureños y cubanos).

Este libro es la flor gentil de la amistad, el goce de crear y el deseo de reunir. La idea surgió una tarde holguinera luego de una lectura de versos, en la continuación de la conversación y el afecto. Un grupo de poetas fervorosos pensó que no podían echarse a esperar por los mecanismos y las vías establecidas para conseguir una relación más enriquecedora y dialogante entre seres que se presuponían pero no se conocían. Es así que los poetas Otoniel Natarén, de Honduras, y el cubano Rafael Vilches, propusieron reunir autores de las dos naciones en un libro que concretara amistad y esperanza en la forma más sugerente, una selección de poemas. Ellos se encargaron de la selección de los textos, mientras se recababan otros esfuerzos. Luis Yuseff, el poeta que dirige Ediciones La Luz en Holguín, se encargaría de viabilizar la legitimidad del proyecto por la parte cubana. Se logró involucrar también al Centro de Estudios para el Desarrollo Sociocultural. Por allá, los poetas hondureños localizaron apoyos para la parte editorial, tarea ardua en medio de los contrariados aires que azotaron a esa nación tras el brutal derrocamiento del presidente legítimo Manuel Zelaya.

Ha sido un largo lapso de dudas y angustias pero, al fin, ya está el libro en cuerpo palpable y deleitable. Cuenta con un elegante diseño de Taimí Ocampo. Ella empleó un sugerente cuadro del pintor holguinero Yiovani Caisé (artista de amplio reconociendo y cuya sutil calidad realza los valores intrínsecos del libro) para la cubierta, donde naturaleza y arreboles de cielo sugieren el ámbito poético. Consigue una muy precisa presentación que incita a acercarse al objeto-libro. En lo interior logra la diseñadora un formato ágil, que evita tropiezos y guía la fluida lectura. La edición, muy cuidada y experta, la realizó Luis Yuseff y la corrección, Adalberto Santos. La impresión estuvo al cuidado de Otoniel Natarén, la cual se realizó por la Editorial Nagg y Nell de San Pedro Sula, en un trabajo muy profesional. Como se advierte, un equipo en que todos son poetas fue el que se ocupó del proceso de producción del libro, por tanto suman al criterio técnico el más inefable y valioso del conocimiento de la poesía.

El libro reúne textos de doce poetas hondureños y veintiséis cubanos. Aquí creo ver una muestra de la gentileza de los amigos hondureños que prefirieron quedar por debajo en la cifra. Es una pena que no se hubiera equilibrado mejor el número de autores del país centroamericano para brindar mayores matices al conjunto. No obstante, la calidad textual en ningún momento demerita el esfuerzo ni la representatividad. Por el fraterno país aparecen: Marco Tulio del Arca, José Antonio Funes, Jorge Martínez Mejía, Jessica Sánchez, Otoniel Natarén Álvarez, Carlos Rodríguez, Murvin Andino Jiménez, Julio César Antúnez, Gustavo Campos, David Mauricio Pacheco Flores, Naín Serrano y Darío Cálix. Estos, según se nos dice en la presentación, cubren un espacio etario que va de los 63 a los 22 años, promediando, según la prologuista, “los dorados treinta abriles”.

La parte holguinera es nutrida y está consistentemente representada. En ella aparecen obras de poetas ya bien publicados y premiados como Delfín Prats, Luis Caissés y Mayda Pérez Gallego, hasta autores que recién hornean sus primeros versos como Zulema Gutiérrez, Eliécer Almaguer y Yoan Ricardo. Completan la lista Manuel García Verdecia, José Poveda, Maribel Feliú, Rafael Vilches, Gabriel Pérez, José Luis Serrano, Ronel González, Alfonso del Rosario, Pablo Guerra, Luis Yuseff, Hugo González, Adalberto Santos, Yoenia gallardo, Irela Casañas, Yanier Palao, Fabián Suárez, Taimí Ocampo, Moisés Mayan, Lisandra Navas y Elizabeth Reinosa.

La antología cuenta con sendos prólogos que ubican al lector en el entorno y la médula de cada una de las poéticas presentadas. Para uno y otro se escogió a autoridades académicas que están debidamente relacionadas con el mundo creativo que se proyecta. Ambos textos introductorios son concisos pero atinados e ilustrativos. Al tratar del panorama poético expuesto por los autores hondureños, la catedrática Helen Umaña certeramente expone:

«Tres generaciones que no han volado los puentes entre sí, razón por la cual no pierden un cierto aire de familia cuyo rasgo más significativo podría ser la huida del verso dulzón o sentimental (…) Afectos a la sobriedad y a la mesura, privilegian el habla cotidiana, lo cual no es óbice para que se acuda, con gran conocimiento del oficio, al verso críptico en donde el signo deliberadamente se oscurece (…) no desdeñan, inclusive, el vocablo rudo si ese es el que dice justamente lo que se quiere decir.»

Por su parte, la doctora Maricela Messeguer sintetiza la producción poética de los holguineros en eficaz síntesis:
«Los poetas cubanos de la ciudad de Holguín que acuden a la cita (…) se encargan de transmitir toda una gama de emociones que van desde las más sutiles formas que adopta la tristeza, hasta el jubilo despertado por un amor compartido.
«En todos los casos, se observa la inquietud hurgadora en las certezas del tiempo actual, la angustia reflexiva sobre un acontecer no siempre cierto, el ansia de alcanzar nuevas coordenadas del ser.»

En los dos prólogos hay una justa sinopsis de lo específico que ayuda al lector a proveerse de una mínima orientación antes de penetrar los laberintos creativos expuestos.

Lo anterior resulta provechoso pues hay un elemento interesante. La antología que se compone de dos universos poéticos, al estructurarse en aparición cronológica e incluir textos que ilustran las líneas creativas de cada poeta, puede efectivamente funcionar como dos microantologías. De manera que por una parte se puede tener una visión somera, panorámica pero veraz de la poesía hondureña y, por otra senda, se logran importantes vislumbres de la poesía cubana contemporánea.

Resulta fructífero tratar de hallar los ecos de contacto entre ambas poéticas. Hay temas que se visibilizan en ambos lados. Encontramos el amor, la impronta de la ciudad en la persona, así como la indagación en la complejidad existencial del individuo y su defensa como último reducto de libertad.

De igual modo, en determinados casos se hallan actitudes poéticas que alcanzan curiosamente resonancias confluyentes. Léase los advertencias sobre el amor y sus erosiones en el ser según lo muestran José Antonio Funes y Delfín Prats. También, asomémonos al ámbito de la familia y el espacio vital del sujeto que reflejan Naín Serrano y Luis Caissés o a la densidad reflexiva en torno a los dilemas del hombre en Gustavo Campos y José Poveda o Pablo Guerra. Atiéndase a la ironía plena de irreverente sinceridad sobre lo cotidiano que enarbolan Jorge Martínez y José Luis Serrano o a la angustia existencial en Murvin Andino y Maribel Feliú. Véase los elementos de la cultura pop y musical que emplean Carlos Rodríguez y Hugo González. Acérquese a la médula de la mujer sola y amante que nos brindan Jessica Sánchez e Irela Casañas. Obsérvese el laconismo epigramático matizado de sutil humor con que asumen el mundo Julio César Antúnez y Mayda Perez Gallego. Esto nos habla de un universo y una actitud cognoscitivo-afectiva correlativos.

Hay además un interés por incorporar disímiles citas literarias y culturales que sirven para dibujar el mundo donde se imbrican y se afanan estos sujetos. Así mismo sirven como sugerencias metafóricas que activan conocimientos ya asentados en el lector. También resulta común una actitud de inconformidad con un mundo nada solidario ni piadoso con el individuo. Esto también despierta una actitud resistente cuando no agresiva contra ese mundo.

Sin embargo verificamos un aspecto donde se separan ambas poéticas. Notamos un afán experimental más apuntado, así como un mayor apego a la palabra oral, en los poetas hondureños que en los holguineros. Tal vez en su medio, la oralidad constituya un elemento no solo de preservación de la memoria sino de identificación en causas comunes. En los holguineros, es notable un gusto neoclásico, con una mayor inclinación por la palabra que habita en la escritura. Esto puede ser un modo también de rechazar cierto abuso del discurso oral desvalorizado por los medios.

En fin, Cuarta dimensión de la tarde es un libro necesario, muestra del desprendimiento amistoso y la creatividad participativa. El él hallaremos unos cuantos poemas hermosos, inquietantes, definitivamente conmovedores. Puede servir como simple lectura de solaz, como vara de instigar pensamientos ineludibles, como índice para nuevas aventuras indagadoras o simplemente como un amoroso signo de solidaridad. Su presencia deviene acicate de celebración y esperanza, en la conciencia de lo que advierte el hondureño José Antonio Funes, “… la poesía es una caricia inédita, el bálsamo que alivia todos los dolores del mundo…”, y con la razón con que distingue el holguinero Delfín Prats a los verdaderos poetas: “Ellos vieron / del otro lado del horizonte / abrirse las constelaciones.”






jueves, 28 de julio de 2011

Tu madre; Buck Charlowski

(Fabo)







Estos días llegó a mi correo electrónico este relato que me pareció aceptable para publicar en mi blog. No tengo la menor idea de quién pueda ser este "Bukowskiano", pero espero lo disfruten y a ver cuándo conocemos un poco de este autor desconocido o de su obra.




Tu madre



Yo y tu mamá nos quedamos solos en la casa porque ya tenías edad para mandarte solito a la escuela y no andarte siguiendo por todos lados como si fueras dundito.
―Ya está grande ―dijo tu mamá―, tiene diez años y no ocupa que yo lo ande cuidando todo el día.
Yo no dije nada, me picaba la pierna quebrada y me daban ganas de rascarme debajo del yeso. Tu mamá estaba friendo huevos con un montón de cebolla como a mí me gustaban y haciendo café y frijoles y tenía tortillas del día anterior, pero todavía buenas. Olía bien. Tu mamá sabe cocinar. También tenía aguacate, pero como que ese día era de huevos y frijoles. Yo no me quejo. Tu mamá no me trata como inquilino, y menos desde que me había quebrado la pata en el taller. Fijo que si alguien entraba hubiera dicho que éramos marido y mujer. Sin paja. Pero como tu viejo se murió y toda esa vaina, pues ella debe sentirse sola, ¿verdad? La gente me imagino que debe hablar hasta por los codos porque tu mamá tiene a un cabrón como yo en la casa y pasa sola conmigo desde que me quebré la pata. Suerte que nadie sabe que trabajé de coime, que cuidaba un bar en un burdel y que me tiré a todas las putas. Si no, quién sabe qué dirían. Hasta fuego le hubieran metido a tu pobre mamá, y ella tan linda. No, si la gente quiere huevos. Y si vieran las revistas que tengo en el cuarto, peor por ahí. Sólo vos las has visto, pero con vos no hay pedo, ya sé que me vas a guardar el secreto porque son cosas de machos, ¿verdad?
―Servido, Moncho ―dijo tu mamá.
Me puso un plato grande de frijoles y huevos y una tazota de café con leche y de ribete iba un chorizo frito y dos tajadas de plátano maduro. Le entré con ganas y cuando ya me había zampado la mitad me acordé de que las damas primero y toda esa vaina.
―¿Y usted no va a comer, doña Elvia?
Tu mamá me estaba mirando con una sonrisota en la cara y yo también me puse a sonreír. Estaba inclinada con los codos en la mesa y andaba puesta la bata floreada y se le miraban toditas. Ya sabés de qué estoy hablando. Grandes y redondas, loco, me imagino que vos te diste gusto sacándole un chingo de leche a tu pobrecita mamá, y las puntas duras. Tuve que acomodarme un poco en la silla para que ella no notara nada raro debajo de la calzoneta.
Ella se dio cuenta de que se las estaba mirando con los ojos pelados, pero como que no le importó porque siguió con los codos en la mesa.
―¿Usted quiere que coma?
―Se va a poner flaca si no come algo.
Me sentí medio dundo, pero no hallaba qué decir. No es lo mismo hablar con las putas o con los majes del taller que con una mujer que vive sola y no le entra más que la miseria de la pensión del marido y el dinerito que le doy yo por alquilar el cuarto.
―¿Usted cree?
―Digo yo.
―¿No le parece que más bien estoy gorda?
La mera neta es que tu mamá sí está medio gordita, man. No es que se vea mal. Para nada. Yo encontré un hoyo en la pared del baño y la había visto varias veces en pelotas. No se miraba mal. Con decirte que hasta me la había jalado pensando en ella. Qué bárbaro, ¿verdad? Cuando estés grande vas a ver qué pedo.
―El pulpero de la esquina me dijo que estoy gordita pero buena. Cómo es la gente ―tu mamá se rio. Se le hacen hoyuelos en las mejillas cuando se ríe.
Yo estaba cagado, loco. No te pajeo. Nunca había hablado de esas vainas con tu mamá. O mejor dicho ella nunca me había dicho esas ondas. Estaba preocupado, pero igual tuve que acomodarme otra vez para no dar señales de nada, y con ese yesote en la pata es bien difícil.
―Cuestión del punto de vista ―dije yo. Qué pendejadas dice uno cuando está nervioso. Cuando estés grande te vas a dar cuenta. Ahora no porque los niños sólo pasan diciendo pendejadas.
Tu mamá se puso la mano en la boca. De seguro le daba pena tener los dientes muy separados. Me daban ganas de decirle que no se la tapara, pero todavía no se me había ido lo chiveado.
―¿Usted cree que no me veo mal?
―La verdad, no. Parece quinceañera.
Yo empecé a comer otra vez, pero se me había ido el hambre. Me sentí bien porque por lo menos había dicho algo decente sin meterme en un berenjenal.
―¿Quiere que le cuente una cosa? ―me dijo tu mamá.
Yo le hice así y ella siguió. Ya estaba convencido de que no iba a comerme todo el desayuno por culpa de tu mamá.
―Me chismearon que unas vecinas dicen que usted y yo tenemos algo ―se echó una carcajada―. Qué exageradas, ¿verdad?
Tu mamá siguió carcajeándose, dio unas palmadas en la mesa y empezó a enrollarse en los dedos las cintas del cuello de la bata. No sé por qué carajo se me metió ponerme ruso de repente con tu mamá. Cosas que uno trae de la calle.
―¿Algo? ¿Cómo así?
Tu mamá dejó de reírse y dijo:
―O sea… usted ya sabe.
―No, no sé ―me toqué el bulto en medio de las piernas. La tenía bien dura, man. Tu mamá me la miró, pero sólo un momentito, y después volteó a ver a otro lado. Yo pensé ahora o nunca. Cuando seás grande vas a ver que uno a veces se imagina vainas cuando la gente hace gestos. Ya vas a ver. Hay que tener cuidado con esas vainas.
Le agarré la mano y me la puse encima de la verga. Es una cuestión grandotota, man, parece serpiente. Tu mamá dijo una vaina, pero no le entendí, de seguro porque no habló claro o porque yo estaba tan caliente que hasta sordo me volví. Ella quiso quitar la mano, pero yo necio apretándosela para que no se moviera y con la otra mano le subí la bata y le bajé el calzón. Cosas de la práctica. Le metí el dedo y no estaba mojada, pero eso no me importó. Tu mamá siguió diciendo alguna vaina, como si rezara o algo así, vieras qué raro. No sé cómo le hice, pero cuando acordé tenía la calzoneta abajo y la mano de tu mamá agarrándome el tronco de la pija. Por ésta que nunca la había tenido tan tiesa, parecía de hierro. La obligué a hincarse y a tragársela toda. Le costó. Más que todo porque no dejaba de menearse. Uno que es pendejo. Cuando ya casi le acababa dentro de la boca me puse a pensar que me la podía arrancar de una mordida. La puse de pie y tu mamá me tiró encima los platos y me insultó, pero sin ganas. Me caí de la silla y me costó un huevo pararme por el pinche yeso. Me imagino que parecía pendejo corriendo detrás de tu mamá como Frankenstein, pero al final la acorralé en la cocina y ella tirándome las ollas y las freideras hasta que la prensé contra el suelo, le rompí la bata para que no me siguiera jorobando, le chupé las tetas, le abrí las piernas y se la metí hasta el fondo.
Cuando terminamos, tu mamá estaba echada, llorando, mirando para allá. Tiene bonita espalda, no importa que esté medio gordita. Las piernas, pues no sé, con algo de ejercicio tal vez, pero sí lindas nalgas, como para mordérselas. Y eso fue lo que hice. Le di una mordida en cada nalga y tu mamá soltó un hipo o algo así y le metí la lengua en medio y después se la dejé ir toditita. Acabé adentro y ahí mismo me puse a pensar si tu mamá no habría hecho el agujero en la pared del baño. Cosas que a uno se le ocurren. Además, yo no soy el primer cabrón que le alquila el cuarto. Yo que vos averiguaría quién es mi verdadero papá.


lunes, 11 de julio de 2011

Poema de Efraín Huerta

MANIFIESTO NALGAÍSTA
ALELUYA COCODRILOS SEXUALES ALELUYA

Para ella que me mira morir



El gran río penetró la roca viva
y se adelgazó hasta el miedo y el estruendo
se hizo rayo se hizo ruina se hizo tonto esqueleto
y hoy padece a lo largo de pieles de tigre
a la orilla del cocodrilo que me sueña
y me hunde en el naufragio
de su carne tan blanca
oh carne nacarada en medio
de la arena
como tú
y estas dos medallas de oro que muerdo
dalias de vida y de martirio
y en ellas me retrato y consigo el descenso
al dulce infierno de tu vientre
y de nuevo los dientes
ah malditos
ah maldita tú también
larga bestia ululante despierta lengua
en aquel círculo de asesinos
(Pierde toda esperanza
amor mío)
de almas danzantes albas
cool cool cool cool jazz
¡Bríndamelo por fin!
Aleluya Aleluya magnífico Grijalva
muerto de frío de rocas y pañuelos rojos
Piérdete
adelgázate hasta la soledad
de los cocodrilos que agonizan
al pie de mi medio siglo
y de mi alcohol
cohol cohol cohol cohol jazz
cool cool cool cool jazz
marinera manía
de pintar escribir declamar pagar impuestos
luz renta etcétera
y luego abrazarte
bajo el diluvio de sones antillanos y misas lubas
y volver a abrazarte hasta el arte y el hartazgo
y aleluyarte hasta no sé cuando
dormida y abrumada purificada
putificada
¡Aleluya! ¡Aleluya!
poetas elotes tiernos calaveritas apaleadas
poetas inmensos reyes del eliotazgo
baratarios y pancistas
grandísimos quijotes de su tiznadísima chingamusa
perdónenme grandes y pequeños pequeñísimos poetas
(Soy acaso el Hijo de Sánchez de la poesía
¿Peralvillo Tepito Incorporated?
Alors los invito a discurrir
pespunte limpio
por el nuevo Paseo la Anti-Reforma).



viernes, 8 de julio de 2011

El extranjero de Murvin Andino, y la soledad

Foto: Murvin Andino



A veces resulta necesario ir lejos en la geografía y descubrir el mundo en que vivimos; en otros casos, desde el repertorio circunstancial experimentado por un extranjero descubrimos la escasez propia de lo concebido como básico, sobre todo, la soledad que nos rodea y la urgencia de aplastarla, y, en el peor de los casos, la insólita tolerancia.

Para muchos el concepto de un ser denominado extranjero descansa en una fase sensorial establecida por límites estrictamente topográficos, y nos sorprende el sabernos ajenos en nuestro propio suelo o de aquello juzgado como propio. Así, el autor nos da una advertencia, “La idea de pertenecer a un lugar o a una persona es algo utópico, ni siquiera uno mismo puede jactarse de pertenecerse.”

Ésta verdad lo lleva a una migración real casi rayando en la vagabundez de espíritu. La última noche del viaje es la primera con que se comienza una suerte de diálogos internos donde delata la confusión y el vacío que le confiere la lejanía; donde nace la noche es el final hacia donde el recuerdo y el viaje, como un castigo, parece llevarlo todo para tragárselo con su abismo.

El autor se entera de una verdad ancestral. Un extranjero se escapa en la oscuridad, y es la noche quien lo traslada sobre viajes, barcos, sombras y resurgen los lugares desolados: “El viento sopla,/ la noche crece como una enfermedad terminal./ Adentro, la extraña víscera/ devora multitud de voces y quejidos.” (Noche en soledad).

Es la noche envuelta en campanas y ruido la que viene a cegarnos con soles que acaso le lanza una ciudad insensible, que bien podría ser cualquier ciudad con sus prácticas y vida cotidiana.

Somos seres condenados y desiertos. Ante esa sospecha, no hay más dudas, cuando en “Ejercer la soledad” nos dicta: “Lo peor serían las despedidas,/ los viajes largos y la muerte, (…) Lo malo sería ejercer la soledad/ como principio del espíritu,/ volar lejos a ciertos lugares,/ despedirse por si acaso…”.

“Despedirse por si acaso”… ¿Acaso no es éste un reflejo de abandono? El continuo despertar físico lo manifiesta en Soratama, el hotel colombiano donde despierta también la esperanza del extranjero ante el evidente hundimiento propuesto por la soledad interna, la infinita, la del eclipse, la del ahogo y el abismo adonde todos asisten en algún momento de la vida.

La afirmación del extraño es más bien la experiencia del extraño, ya sea porque lo es o porque la realidad que lo envuelve es más abrumadora y lo confina a su soledad humana, entonces llena con todas las reminiscencias individuales, emotivas o indiferentes, la explicación de su existencia, si acaso la misma del animal no racional que no puede expresarlo con palabras.

Se diría que es el acercamiento o la resignación del espíritu, pero, cada vez que se tiene la oportunidad el ánimo tiende a ser rebelde y expresa su parecer: de allí todo el entendimiento humano. Tenemos ante nosotros una confesión de las vivencias personales del vacío, pero, también de la firmeza descarada de la esperanza y el sentir de su persona ante tal espectáculo.

En “Museo Botero” existe una descarga de la expresión mundana a través del lenguaje del arte y su entretenimiento; descansa en esta contemplación de aquel desgarramiento desmedido de los otros poemas del libro, y se “corona la esperanza”. Lo ve reflejado en las figuras y restos de imágenes y colores, y únicamente en un resquicio del ojo nos sacude esta alerta: la soledad y el extrañamiento; y reflexiona, “El día es ese país extraño que aglomera raros mundos y algunos huesos”.

“Cada lugar es una puerta diferente, otra vida…”
¿A quién pertenece un individuo cuando se sabe sustraído o en la capacidad deliberada de abandonar o abandonarse a un lugar afecto o desigual?

En “Soratama (Hotel)” (uno de los poemas de mayor referencia física mezclada a la orfandad propia) la soledad se desliza sobre luces y atraviesa la lluvia ante el paso de un misterioso extranjero que vaga por sus pasillos y recodos. Es esa realidad y su crudeza de lejanía donde encuentra una respuesta doble: el precio de la lejanía cuanto más necesaria al oficio del escritor se hace también dolorosa; entonces el abandono es más que deliberado, y, acaso una voz de Hemingway o de John Fante está murmurándole al oído para discutir algunos ingredientes sobre la tarea de referir sucesos y experiencias cuanto mejor si son vividas en carne propia.

Por otra parte, ese abandono parece encontrarnos siempre, nos espera ineludiblemente en cualquier lugar, ante cualquier puerta.

Bienvenidos todos, asistamos a un lugar acostumbrado pero inadvertido; asistamos a la soledad, a los fragmentos de vida que solo dicta el encontrarse o el extrañarse. Lleguemos como un extranjero, continuemos el viaje adonde el autor invita y promete: “Donde mueren olas/ nacen países, hombres,…”, y añade con insistencia, como la del navegante ante un oleaje oscuro que lo provoca, “estoy otra vez pensando en partir/ y renunciar a los escombros,…” y, propone con entereza en un girar de ruedas y flotar de barcos, una marcha hacia la atmósfera donde se distingue el objeto de la vida y al hombre cuanto es ante ese sitio que podría ser “Cualquier ciudad, cualquier país,/ camino, aeropuerto, cementerio,” (…) el “lugar desconocido/ y abismal,/ que es el viaje.”


Otoniel Natarén

viernes, 1 de julio de 2011

Lectura para los amigos de San Juan de Pasto, Colombia






VII RECITAL INTERNACIONAL DE POESÍA DESDE EL SUR.

"Poesía, canción para un tiempo nuevo"

Países invitados

ANGOLA, EL SALVADOR, ECUADOR, MÉXICO Y COLOMBIA


1RA LECTURA VIRTUAL

INTERNACIONAL DE POESÍA DESDE EL SUR


PAÍSES VIRTUALES INVITADOS



ESPAÑA, BRASIL, URUGUAY, HONDURAS,PERÚ, VENEZUELA, CHILE y COLOMBIA.




Convocado y organizado por el Colectivo Cultural y Poético SOMBRILLA;

a abrir los sentidos y colmarnos de la energía dislocante de la vida, a continuar erigiendo con el arte, la cultura y la poesía la memoria histórica y así hacer un homenaje a todas las víctimas de la violencia en Colombia.