miércoles, 10 de octubre de 2012

La inútil manía de trabajar para un inoperante


Si me preguntaran qué es lo peor que le puede suceder a uno como empleado, es tener a un jefe(a) gritón, abusivo, mentiroso, impertinente y autoritario, un(a) hijueputa que se crea tener siempre toda la razón -y la verdad absoluta- y aunque su neurona y media que tenga medio chamuscada le indique algo, su idiotez le haga pensar y decir lo contrario.
Mi experiencia laboral ha sido la de un individuo normal que se levanta cada mañana con la intención de pasar un día tranquilo en el cumplimiento de su labor y con la mayor eficiencia posible, desafortunadamente al muy hdp -léase hijo de puta- de tu patrón le vale un cojón eso y muchas otras cosas y siempre exije más, como si él fuera de nuestro agrado.
De mí pueden renegar lo que quieran, pero nadie puede decir que soy ineficiente, y cuando alguien que lo único que sabe hacer es gritar me acusa de serlo, solo me dan ganas de reír, deseos de largarme de ese lugar y, por supuesto, de romperle -Chespirito dixit- todo lo que se llama cara.
Las mayores satisfacciones que he tenido en la vida me las ha dado la literatura, por eso en ningún momento podría renunciar, ni quejarme, ni asesinarla, ni defecarla, ni escupirla y aunque alguien que se crea más que yo, solo por el hecho de tener cierta autoridad o por tener algo dinero –y no poseer un ápice de moral- me acuse, discrimine, culpe o reniegue de descuidar mi trabajo por pensar, vivir, soñar, escribir, transpirar, etc., literatura, no hago nada más que pensar en cuantas veces he bebido, viajado, fornicado, comido, mentido, etc., etc., gracias a la literatura. Entonces pienso que esa persona que ni siquiera entiende un puto poema -ni lo entenderá nunca- no tiene ningún argumento válido para decir que eres un inútil bueno para nada y que solo se merece ser ignorado y quizá una diatriba como esta dedicada a los hdp que son algunos jefes.

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