domingo, 27 de septiembre de 2009

"Un humanista que sentía un desprecio total por los políticos"

Guillermo Cabrera Infante. Foto: F. Ontañón. Fuente: el país

«Las revoluciones son el final de un proceso de las ideas, no el principio, y es siempre un proceso cultural nunca político. Cuando interviene la política -o mejor los políticos- no se produce una revolución sino un golpe de Estado y el proceso cultural se detiene para dar lugar a un programa político». Se trata de una cita literal del libro inédito «Cuerpos Divinos» de Guillermo Cabrera Infante (Gibara, 1929-Londres, 2005). «El libro saldrá a primeros del año que viene», comentó Toni Munné, el responsable de la edición de las obras completas del escritor en Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores.
El mundo literario de Cabrera Infante renacía en el pequeño y acogedor auditorio de Caja Segovia, durante uno de los encuentros vespertinos del The Guardian Hay Festival. «Había previstos 8 volúmenes, pero van a ser diez, y vete a saber», comentaba Munné en plena conversación con Miriam Gómez, esposa del fallecido escritor, y Valentí Puig, escritor y columnista de ABC -amigo del matrimonio cubano-. «Toni cuida más a Guillermo que yo, no cambia ni una palabra», aseguraba Miriam, vitalista, elocuente, emocionada, a quien se le escapaba alguna lágrima. «Guillermo ha dejado más material del que publicó en vida», confesaba la esposa, que trabaja junto a Toni y ya clasificó gran parte de ese material de su casa de Londres «en un disco duro».
Desprecio por los políticos
La charla discurría entre anécdotas personales y citas literarias. Miriam Gómez, actriz, llevaba el hilo de la conversación -y lo enredaba graciosamente-, parafreseaba e interpretaba algún que otro poema. Protagonismo merecido que hacía honor, además, al gusto de Cabrera Infante por el cine.
«Admiraba a Welles, Fellini, Buñuel... saldrán más cosas de Guillermo sobre Buñuel, lo entrevistó cuando llegó a México», recordando la faceta periodística del autor. «Usaba también pseudónimos, entre ellos Pastora Niño, es decir, Cabrera Infante», apuntó Toni.
Gómez explicaba que su marido fue «un humanista que sentía un desprecio total por los políticos».
Confesó que la publicación del libro «Mea Cuba» fue parada por un político español cuando Guillermo estaba enfermo y aquel libro era un best-seller. «A ese político lo tengo que coger, le ha crecido la nariz». No llegó a decir su nombre, pero sentenciaba en un tono desafiante lleno de bondad, «los políticos pasan, los escritores quedan».
El acento cubano nunca pierde su dulzura. Podemos leer en el breve prefacio de «La ninfa inconstante», el último inédito del novelista publicado por Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. «Si encuentras anglicismos, corrector de pruebas que no apruebas, no los toques: así es mi prosa». Miriam recordaba una de las muchas frases ingeniosas del escritor: «Me gustaría que me recordaran por un jodedor cubano». Ya se vislumbra el nuevo volumen de Cabrera Infante, lento y hermoso renacer.

Por LESLIE J. LÓPEZ. Tomado de Diario ABC

viernes, 25 de septiembre de 2009

Una ciudad triste e infernal

Fotografía de Murvin Andino

Treinta años, suficiente aburrimiento y sobre todo suficiente nostalgia para esta mierda de existencia. Vivir en una ciudad en donde aparte de padecer una horrible inseguridad, hay que soportar el terrible calor casi infernal durante la mayor parte de año y debemos enfrentarnos cada día a una enorme, pero enorme en realidad, bola de pendejos de todo tipo y calibre.
Tengo la costumbre de ir por lo menos un día a la semana a hablar con mi amigo Dennis sobre lo que hemos estado escribiendo o leyendo últimamente mientras tomamos un café en un centro comercial de la ciudad o en alguna cafetería lejos del bullicio de la gente, alguna donde al pasar de los automóviles o las personas, del humo de los cigarrillos y de los tragos de café, sea congelado o caliente, conversamos sobre cuestiones relevantes para nuestra escritura.
Cero política, cero fútbol y cero chismorreos acordamos para salud de la reunión a veces semanal, otras diaria.
Un día, hace un par de meses quizá, mientras esperábamos no sé qué demonios, pasó un tipo a saludarnos, un viejo compañero de la universidad -según algunos amigos, un pésimo escritor de novelas-, que pasaba casi todo el día intentando escribir otro de sus bodrios.
-¿Ya conocés a Dennis?, le dije.
Sí, me respondió y dijo algo que ahora no alcanzo a recordar, quizá por la simple razón por la que olvido muchas cosas diarias... porque no me interesan.
Bueno, dijo, me marcho, los dejo para que se sigan comiendo a la gente, agregó.
Dio media vuelta y se largó con su estúpida cara de homosexual reprimido.
En primer lugar no se puede comer a la gente y se necesita ser demasiado estúpido para no percatarse de ese grupo de palabras mal usadas, además es de lo que menos interesa hablar.
-Lástima que no lo oí, dijo Dennis rato después que le pregunté si había escuchado lo que dijo ese tipo, ante la tranquilidad con que había seguido revisando un diario o no recuerdo qué cosa.
Ese es quizá uno de los peores tipos que he conocido en mi vida, en una ciudad y en un país tan propicio para tanta estupidez.
Murvin Andino

jueves, 17 de septiembre de 2009

"La poesía está en el exilio"


El escritor José Emilio Pacheco durante un conversatorio en Xalapa, Veracruz, en el marco de la Feria Internacional del Libro Universitario (Filu), habló del "exilio" que vive la poesía.
En una charla que se extendió más de lo estipulado en el programa de la Filu, el escritor se mostró paciente y preocupado por responder los cuestionamientos del público.
"No me veo como un escritor que esté renovando la poesía, eso es muy arrogante, yo sólo escribo", expresó el autor de "Tarde de agosto" (1992), "la poesía va a donde la llevan las nuevas generaciones".
"Tampoco puedes imponerle normas, la poesía siempre repite temas: la muerte, el amor, etcétera, aunque siempre los aborda de formas diferentes", añadió.
Además opinó que los poetas deben leer novelas y que los novelistas deben acercarse a la poesía, a fin de enriquecerse mutuamente.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Representación hondureña en revista Círculo de Poesía

Carlos Mérida

Una recopilación de poesía hondureña ocupó un lugar de privilegio este día en la revista mexicana http://circulodepoesia.com/nueva/. Dicho portal presentó la muestra electrónica donde resaltan algunas de las más importantes voces poéticas del quehacer literario en Honduras.
Gustavo Campos, Giovanni Rodríguez, Jorge Martínez, Marco Antonio Madrid, José Antonio Funes y Fabricio Estrada, poetas que en definitiva marcan la nueva literatura hondureña.
"Sorprendente poesía, vital y contundente. Excelente selección", dice un comentario a continuación de los poemas y de parte de una lectora, Flor Cecilia Reyes, según el dato que aparece en el sitio.
Así que los invito a echar un vistazo a esta interesante página web.
Murvin Andino

viernes, 4 de septiembre de 2009

CANÇÃO TRISTE

Antonio Miranda y Murvin Andino

Dos poemas míos traducidos al portugués por el poeta Antonio Miranda aparecen este día en su página de internet.
"Vos de dónde sos", me dijo Miranda esa tarde justamente al saludarlo en el lobby del hotel Soratama de la ciudad de Pereira (el lobby feroz como diría Juan Manuel Roca días después durante la hora del desayuno en el restaurante de hotel), cuando recién llegaba procedente del aeropuerto.

Soy de Honduras, le respondí y tomé un par de fotografías mientras posaba junto a poetas como Juan Manuel Roca, William Ospina, Giovanni Quessep y Alejandro Oliveros.


CANÇÃO TRISTE

Deste lado a vida é breve e transtornada,
é delírio, é andar com a esperança à costa,
sussurrando beijos.
Deste lado a loucura morde,
tem cara de mulher, de criança,
de homem morto.
Daqui pra frente estás velho, lento,
preparado para não regressar.
Já escreveste e amaste tua loucura.
Aguarda o frio cruel, o destino,
as coisas que não poderás olvidar;
os reflexos que fizeste com o pranto.
Esqueça teu proceder no amor,
teu lugar de silêncios perdidos,
tua leve meia-noite violenta.
Depois, ainda deste lado, ainda breve,
cresce, esqueça, ninguém é ninguém para não querer-te,
para não escutar tua canção triste.



ALGUÉM ACENDERÁ AS LUZES

Alguém acenderá as luzes,
cortará minhas veias, fechará a porta.
Minha melhor mentira, meu doce ódio.
Alguém acenderá as luzes,
depois de mim e até o dia do juízo final
para apagar a solidão ou para não voltar,
sem nada mais que ódio na mente,
apenas a mão afinal, distante e esquecida.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Pájaro azul

En su poema Pájaro azul, Charles Bukowski nos muestra cómo su yo impedía que aflorara su lado tierno, sensible y delicado. Pertenece al libro Poemas de la última noche en la tierra (1992), grandioso sin duda, tomando en cuenta lo poco acostumbrados a este tipo de textos en este escritor maldito.

Pájaro azul

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí dentro,
no voy a permitir que nadie te vea.
hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir
pero yo le echo whisky encima y me trago
el humo de los cigarrillos,
y las putas y los camareros
y los dependientes de ultramarinos
nunca se dan cuenta
de que esté ahí dentro.
hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí abajo,
¿es que quieres hacerme un lío?
¿es que quieres joder mis obras?
¿es que quieres que se hundan
las ventas de mis libros en Europa?
hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir
pero soy demasiado listo,
sólo le dejo salir
a veces por la noche
cuando todo el mundo duerme.
le digo ya sé que estás ahí,
no te pongas triste.
luego lo vuelvo a introducir,
y él canta un poquito ahí dentro,
no le he dejado
morir del todo y dormimos juntos
así con nuestro pacto secreto
y es tan tierno
como para hacer llorar a un hombre,
pero yo no lloro,
¿lloras tú?

BASTARDOS SIN GLORIA, DE QUENTIN TARANTINO


Por Luciano Monteagudo
Audaz, desmesurada, estructuralmente barroca, con grandes momentos que nunca alcanzan a conformar una gran película, Inglourious Basterds se divide entre la celebración del poder reparador de la ficción y la fantasía pueril sobre la venganza.
Aunque no la mejor de sus películas, Bastardos sin gloria seguramente sea la más compleja de Quentin Tarantino, la más difícil de asir, aquella en la que es más arduo adivinar sus verdaderas intenciones y situar su punto de vista ético. ¿Se trata de una celebración del poder reparador de la ficción o una mera fantasía pueril sobre la venganza? ¿Es una farsa sobre las películas bélicas o el intento de reescribir la historia tal como la conocemos? ¿Propone al cine como un arma todavía hoy capaz de ser explosiva e incendiaria o se burla de su supuesto poder subversivo? ¿Va en broma o va en serio? Quizás en esa inquietante indefinición, en su ambigüedad esencial, esté el mayor valor de una película que, si a algo se resiste, es a una lectura literal y unívoca de su discurso.

En primer lugar, Bastardos sin gloria es una de las pocas revisiones del cine de género (o de subgénero) que todavía le quedaban por abordar al director de Pulp Fiction: la de un comando suicida durante la Segunda Guerra Mundial. Si en su ópera prima, Perros de la calle. fue el film noir, en Jackie Brown el denominado “blaxploitation”, en Kill Bill las películas hongkonesas de artes marciales y en Death Proof el film de horror y las road movies, aquí en Inglourious Basterdssu excusa son los típicos men on a mission, un grupo de descastados a la manera de los de Doce del patíbulo, dispuestos a morir con tal de matar a todos los nazis que se les crucen en el camino, incluido el mismísimo Führer.

“Erase una vez en... la Francia ocupada por los nazis”, se lee en el prólogo del film, casi como si fuera un título. Y la explícita referencia a los spaghetti westerns de Sergio Leone no es gratuita: la película comienza efectivamente como un western, con una pacífica granja en el medio de una pradera (francesa) a la que no tarda en llegar por un camino polvoriento una partida de villanos vestidos de negro, que no montan a caballo, sino a bordo de unos ominosos Mercedes-Benz de la época. La banda de sonido también se suma a esa mixtura de géneros, con unos ecos de “Para Elise” a los que se superponen unas guitarras que parecen salidas de la pródiga pluma de Ennio Morricone (los créditos finales citan casi una decena de sus composiciones). Esa mélange de géneros y estilos, que va del film de acción a la comedia farsesca, de Robert Aldrich a Ernst Lubitsch (hay más de un eco de Ser o no ser), será de allí en más la nota dominante de una película, como todas las de Tarantino, audaz, desmesurada, estructuralmente barroca, pero en este caso más irregular que nunca, con grandes momentos que, sin embargo, nunca alcanzan a conformar una gran película.

Dividida en cinco capítulos, Bastardos sin gloria –un título que Tarantino tomó prestado a una película bélica que el realizador italiano Enzo Castellari filmó hace tres décadas y que aquí se llamó Aquel maldito tren blindado– narra varias historias simultáneas, que van confluyendo entre sí hasta un final que, literalmente, se cristaliza a sangre y fuego. Del lado de los héroes están los temidos “Basterds” (escrito por ellos con “e” y no con “a”, quizá para darles un carácter aún más amenazador), un grupo comando liderado por el teniente Aldo Raine (Brad Pitt, como un improbable sureño de sangre aborigen) e integrado por combatientes estadounidenses de origen judío, dispuestos a vengarse de cada nazi que atrapen arrancándoles el cuero cabelludo, a la vieja manera de los indios. No por nada al teniente Raine le dicen “Apache”, así como al siniestro coronel Landa (impresionante Christoph Waltz, que se roba la película) lo llaman “Jew Hunter”, porque ningún judío es capaz de escapar de su desarrollado olfato de cazador. Salvo Shoshanna Dreyfus (Mélanie Laurent), única sobreviviente de una familia exterminada personalmente por Landa y que llega a administrar la sala de cine donde tendrá lugar el grand finale, una ucronía que no conviene revelar en su totalidad, a pesar de que ha sido más difundida de lo que debería, considerando que se trata del clímax del film. Baste con decir que esos 40 minutos finales están entre lo mejor de la película y que incluyen una perturbadora puesta en abismo: una sala repleta de nazis riendo felices de una película que celebra una violencia equivalente a la que (con distinto signo, claro) se supone también disfrutarán los espectadores de... Bastardos sin gloria.

Rodada en su mayor parte en los estudios Babelsberg de Berlín, con actores estadounidenses, alemanes y franceses y hablada simultáneamente en tres idiomas (además de una graciosa escena en italiano), Inglourious Basterds es quizá la película más explícitamente cinéfila de Tarantino, lo que no es decir poco. Hay constantes referencias a Leni Riefenstahl y a Georg Wilhelm Pabst, se lo ve al legendario actor Emil Jannings conversando jocosamente con el mariscal Hermann Göring, y hasta hay un “basterd” que en su vida civil era crítico de cine y habla excelente alemán gracias a su profundo conocimiento de la cinematografía de ese país, al punto de que le explica al mismísimo Churchill –en uno de esos diálogos que sólo Tarantino parece capaz de escribir– por qué el ministro de propaganda Joseph Goebbels tiene más similitudes con el productor David O. Selznick que con el zar de la Metro, Louis B. Mayer.

El problema de Bastardos sin gloria quizá sea precisamente ése, que sus diálogos, su guión se imponen por primera vez a la puesta en escena. La escritura siempre fue fundamental en Tarantino, el pilar de todos y cada uno de sus films, al extremo de que empieza los ensayos leyendo en voz alta los textos de todos y cada uno de sus personajes. Pero este guión, con el que venía trabajando hacía casi diez años, luce como una serie de escenas sueltas, algunas incluso reiterativas (los duelos de miradas de saloon, que preanuncian la violencia), a las que esta vez Tarantino no les supo dar el brillo acrobático de Kill Bill o el vértigo mecánico de Death Proof.


8-BASTARDOS SIN GLORIA
(Inglourious Basterds, Estados Unidos-Alemania-Francia/2009).
Guión y dirección: Quentin Tarantino.
Fotografía: Robert Richardson.
Edición: Sally Menke.
Diseño de producción: David Wasco.
Intérpretes: Brad Pitt, Mélanie Laurent, Eli Roth, Christoph Waltz, Michael Fassbender, Diane Kruger, Daniel Brühl, Til Schweiger, Gedeon Burkhard, Jacky Ido.