lunes, 15 de abril de 2013

Un poema de Marío Meléndez





 Meléndez (Linares, Chile, 1971).


CICATRICES DE GUERRA


A veces
cuando me emborracho
las palabras me traen a casa
en un viejo triciclo de madera

Y lejos de quitarme los zapatos
y acostarme
como ocurre en estos casos
me dejan tirado en el jardín
lleno de hormigas
y con la cara pegada
al foco del alumbrado

“Eso te pasa por escribir malos poemas”
me dicen
y se marchan cantando y riendo
abrazadas
a mi última cerveza


martes, 9 de abril de 2013

Poema de Gabriela Mistral


PAÍS DE LA AUSENCIA

País de la ausencia
extraño país,
más ligero que ángel
y seña sutil,
color de alga muerta,
color de neblí,
con edad de siempre,
sin edad feliz.

No echa granada,
no cría jazmín,
y no tiene cielos
ni mares de añil.
Nombre suyo, nombre,
nunca se lo oí,
y en país sin nombre
me voy a morir.

Ni puente ni barca
me trajo hasta aquí,
no me lo contaron
por isla o país.
Yo no lo buscaba
ni lo descubrí.

Parece una fábula
que yo me aprendí,
sueño de tomar
y de desasir.
Y es mi patria donde
vivir y morir.

Me nació de cosas
que no son país;
de patrias y patrias
que tuve y perdí;
de las criaturas
que yo vi morir;
de lo que era mío
y se fue de mí.

Perdí cordilleras
en donde dormí;
perdí huertos de oro
dulces de vivir;
perdí yo las islas
de caña y añil,
y las sombras de ellos
me las vi ceñir
y juntas y amantes
hacerse país.

Guedejas de nieblas
sin dorso y cerviz,
alientos dormidos
me los vi seguir,
y en años errantes
volverse país,
y en país sin nombre
me voy a morir.

miércoles, 3 de abril de 2013

Poemas de Óscar Hahn




Óscar Arturo Hahn Garcés (Iquique, 5 de julio de 1938), poeta, ensayista y crítico chileno, integrante de la generación literaria de los años 1960.


Especies
Ellos fueron seres humanos alguna vez
pero después de muchas reencarnaciones
se transformaron en una nueva especie animal
Se comunican conmigo mediante telepatía
en un lenguaje que no tiene signos
y sin embargo de un modo inexplicable
consiguen decirme que ya están aquí
alimentándose de la leche de las terribles nodrizas

No aparecen en los tratados de zoología
ni tampoco en los manuales de zoología fantástica
porque son humanos oye

Y es así como un día cualquiera
empecé a trabajar para ellos
Mi labor consistía simplemente
en ordeñar a las nodrizas a las 12 de la noche
Acarreaba la leche en numerosos baldes
y los depositaba en las puertas de sus madrigueras
Después al atardecer cuando estaban vacíos
regresaba a buscarlos en mi carreta
tirada por humanoides

Los ejemplares de esta nueva especie
son bastante agresivos y tal vez antropófagos
pero a mí me tratan con mucha cordialidad
lo que me hace pensar que en mi próxima reencarnación
voy a ser uno de ellos

Hay signos en los tatuajes que se hacen los
adolescentes
en el paladar y en la lengua
Hay signos en la leche que alguien deposita
en la puerta de mi casa
Halloween
Deambulo solo
a altas horas de la noche
Las calles desiertas
mojadas por la lluvia
son espejos negros
que reflejan los esqueletos
de los árboles

Que la ciudad esté vacía
no deja de sorprenderme
porque mi mente está poblada
de personajes
Veo
calabazas iluminadas
con ojos triangulares
y sonrisas sin dientes
Adentro Afuera
¿Quién puede saber
la diferencia?

Miro las vitrinas
de mi pasado
en busca de disfraces
que ponerme
de disfraces que sacarme
¿Quién me viste?
¿Quién me desviste?
Mis pesadillas no están
en mi interior
pernoctan afuera de mi cuerpo
a veces en el aire
a veces en las paredes
En el mundo exterior
andan brujas y zombies
diablos y vampiros
que pasan por mi lado

Fingen que no existo

Dicen que mi fantasma
se aparece en las calles
de Iowa City
cuando estoy
en Santiago de Chile

Dicen los que espían
por las ventanas
con las luces apagadas
que me ven
deambulando solo
en las noches de Halloween

Toco el timbre de una casa

Una luz se enciende
Alguien abre la puerta

Entonces
el capuchón negro
la máscara blanca
el cuchillo en la mano

Trick or treat?
Moscas y angeles
Vi unos angelitos del tamaño de moscas
que volaban en el comedor de mi casa
Haciendo fuerza entre todos
levantaron la tapa del azucarero
Se comían el azúcar a manos llenas
Hartos de dulzura
siguieron volando en círculos
hasta posarse en los vidrios de las ventanas
Las verdaderas moscas los miraban con estupor
y ellos miraban a las moscas
como si fueran otra raza de ángeles
Moscas y querubines despegaban y aterrizaban
en la más perfecta armonía
Pero un día apareció el hombre del matamoscas
y se puso a dar golpes a diestra y siniestra
Yacían sus diminutos cadáveres
tirados por todas partes
Después se presentó un íncubo
con una aspiradora eléctrica
y los fue succionando uno a uno
Así fue como la tierra quedó limpia
de moscas y de ángeles
El hombre y el íncubo regresaron
a las entrañas del submundo
Allí rinden pleitesía a su amo
que es llamado el Señor de las Moscas.

Tomado de revista Iowa Literaria (Editor Horacio Castellanos Moya)


)

martes, 2 de abril de 2013

El poema malcriado




Además de ser el hombre de confianza del general Torrijos, José de Jesús Martínez, "Chuchú", era poeta. Así lo demuestra en estos versos dedicados "A Lisi", el gran amor de Quevedo.

José de Jesús Martinez, el más panameño de los panameños, el mejor amigo del general Torrijos, era nica. Pero desde muy pequeño había escogido vivir en Panamá. Y cuando sus 150 kilos se subían a su Harley-Davidson, vestido descuidadamente, con una barba canosa que apenas disimulaba sus rasgos negroides (él se decía indio), nada de ese aspecto exterior denunciaba que este sargento de la Guardia Civil era doctor en matemáticas de la Sorbona, filósofo de la Universidad Complutense de Madrid, ganador del Premio Nacional de Teatro en España por su obra La perrera, autor de más de cuarenta libros, profesor de filosofía marxista en la Universidad de Panamá, y karateca que presumía, entre copa y copa de vino (era un experto catador), de haber olvidado cuántas veces se había casado, aunque creía tener solo una docena de hijos. Pero si en Panamá uno hubiera preguntado por José de Jesús Martínez, pocos habrían sabido de quién se trataba. Todos lo llamaban Chuchú.
Un día de 1976, Graham Greene llegó a Panamá con la idea de escribir un libro sobre Torrijos, Getting to Know the General, y acabó escribiendo, sin cambiar el título, más que todo sobre el sargento Chuchú. Según Gabriel García Márquez, que los conoció bien a ambos y gozó de la conversación y los poemas de Chuchú, el general le sacaba el cuerpo a su amigo Greene porque su inglés era muy deficiente, y entonces se lo endosaba a su sargento, amigo y guardaespaldas, que hablaba seis idiomas, incluyendo el inglés y el latín. Y agrega el mismo Gabo (y no se sabe si esto es historia o invención de novelista), que Torrijos vistió a Graham de general, le dio pasaporte diplomático panameño y lo llevó a Washington como parte de su comitiva, a la ceremonia del tratado de septiembre de 1977, que con la firma de los presidentes Torrijos y Carter reemplazó el oprobioso Tratado Hay-Bunau Varilla y le devolvió a Panamá la soberanía sobre el canal. (A Chuchú también lo había ascendido a ministro de la Defensa durante unas horas, porque así se lo presentó al papa Paulo vi en una visita al Vaticano.)

El más conocido de los libros de Chuchú es la biografía Mi general Torrijos, que mereció el Premio Casa de las Américas en 1987. Este relato que le hizo Chuchú a Gabo, y que luego Martínez publicó en su biografía de Torrijos, pinta bien la calidez e inteligencia de la relación sargento-general. Habían volado a un poblado indígena, ellos dossolos, en una destartalada avioneta que piloteaba Chuchú (la pista no daba para más) y salió a recibirlos el chamán de la tribu. Los llevó a una maloca donde solo había una mesa y cuatro asientos, les ofreció a manera de bienvenida una totuma de chicha y le preguntó a Torrijos:

–¿Tú quieres que te haga aparecer una culebra aquí, en esta mesa? Si yo la llamo, la serpiente aparece. ¿La llamo?

Y Torrijos dijo, con delicadeza, para que el chamán no se sintiera mal:

–No, no la llames.

De regreso, ya en vuelo, con una sonrisa socarrona, Chuchú le dijo a su jefe:

–Se te arrugó, ¿verdad? Te dio miedo ver aparecer la culebra.

Y Torrijos le contestó:

–Sí, tuve miedo. Mucho miedo de que el indio invocara la serpiente y esta no apareciera.

La historia del poema “A Lisi” la cuenta el propio Chuchú, en su libroMi general Torrijos:

Yo recuerdo que una vez, en los Estados Unidos, le mostré a Lupita [la secretaria de Torrijos] un soneto que hice muy mal hablado, con mucha mala palabra. Algo le habrá dicho Lupita al General porque este me llamó y me dijo: “A ver, léame ese poema malcriado que dice Lupita que usted ha escrito”. Y yo se lo leí.

–¡Jo! –me dijo el General–. Usted tiene que haber amado mucho a esa mujer...

–No –le dije yo–. Se lo he dedicado a Lisi, el gran amor de Quevedo.
Chuchú era tan importante que al morir mereció obituario en The New York Times. Oficialmente murió de insuficiencia cardíaca, pero sus amigos dicen que en realidad se lo llevó una tristeza profunda que le empezó el día en que mataron a Torrijos, y se le acentuó con la invasión de Estados Unidos a Panamá.

Tomado de Revista El Malpensante